El heavy metal argentino no sería lo mismo si a comienzos de los años ochenta no hubiese existido una banda como V8. Sin lugar a dudas, se puede afirmar que el cuarteto que formaban Ricardo Irio (en bajo y voz), Alberto “Beto” Zamarbide (voz), Gustavo Rowek (batería) y Osvaldo Civile (guitarras) fueron los encargados de marcar un antes y un después en la escena del rock local con Luchando por el metal, el álbum debut del cuarteto que por estos días cumple 40 años desde su lanzamiento.

Para entonces, quien levantaba la bandera del rock pesado era Pappo con Riff, pero la llegada de V8 lo sacudió todo, más allá de que el éxito comercial del grupo fue muy escaso. En términos sociales, nuestro país comenzaba lentamente a dejar atrás la guerra de Malvinas, junto con una crisis económica que encontraba en el último gobierno militar a sus responsables directos.

Así, el 10 de abril de 1983 llegó a las disquerías Luchando por el metal, un álbum de 9 canciones (un total de 27 minutos de duración) donde el sonido speed metal de la banda lo abarca todo, pero también por sus letras, que escupen furia genuina. Para eso, el comienzo del álbum con “Destrucción”, pinta de cuerpo entero al cuarteto. “Parece mentira, tanta estupidez/ tanta hipocresía, tanta tozudez/ Gente en la miseria, eso es lo que son/ conformando el planeta del yugo y del dolor”, se escuchaba decir. Así y desde el primer tema, V8 dejaba en claro su fuerte diferencia con el rock argentino de entonces, oponiéndose la suavidad de los grupos y solistas de la escena para enfrentarlos con una personalidad tan directa como tajante.

En ese plano, el odio de un track como “Muy cansado estoy”, que hace foco en el tedio que produce de la vida laboral y las consecuencias sociales que genera, con el tiempo se fue transformando en un hit inesperado para la banda, al punto de transformarse en la primera canción que muchos entonaron o tocaron en guitarra. Con los años después, el disco fue ganando popularidad. Temas como “Brigadas metálicas” o “Tiempos metálicos” (“Basta de hippies, basta de rogar, estalló el tiempo del metal”, dice una parte de la canción) también se transformaron en himnos del público metalero, y de otros cansados de vetustas convenciones.

Durante el lanzamiento de Luchando por el metal, el grupo supo de controversias fuertes cuando subió al escenario de B.A Rock ’82, el festival argentino que nucleaba a los grupos y solistas más convocantes del momento. V8 salió a tocar e inmediatamente se trenzaron con el público. La banda no se quedó atrás, insultando al público más identificado con hippismo que mayoritariamente convocaba el evento, y lógicamente las reacciones posteriores no fueron las mejores. Naranjazos y objetos volaron hacia la banda, que no dejó de tocar.

El debut de V8 no fue un suceso de ventas en su momento. El grupo pertenecía a un nicho, al mismo tiempo que estaba condenado por ciertos promotores a no ser parte de la grilla de grupos a los que habitualmente se podía ver los fines de semana. Sin embargo el grupo resistió y se presentó en cuanto lugar pudo (generalmente en escenarios del Gran Buenos Aires) para presentar su álbum.

Esa situación fue generando un pequeño pero persistente grupo de fans que seguía a la banda, quienes con el paso del tiempo, suelen presumir de haber visto a V8 en su mejor momento. A ese nacimiento desparejo pero contundente del combo y tras la separación, distintos proyectos impulsados por miembros de la formación original se convertirían en grandes referentes del género en la Argentina, como Hermética, Horcas, Almafuerte y Logos. En síntesis, Luchando por el metal refleja la ira de cuatro músicos contra el “manso y tranquilo” la máxima que reinaba en el rock post Malvinas. Para su tiempo, un disco ruidoso, enérgico, repleto de bronca y una declaratoria de ciertos principios. Esas podrían ser (entre muchas) las claves de su persistencia en el tiempo.