En una época signada por la competencia feroz de la industria del entretenimiento, Gerardo Rozín apostó a una idea fácil de enunciar, y nunca sencilla de llevar a cabo: generar contenidos populares y de calidad. De su trayectoria en los medios, que abarcó tres décadas de los 51 años que vivió, como periodista, conductor y productor, fue sin dudas la televisión el espacio donde mejor pudo probar su hipótesis. Y fue allí donde logró convertirse en una figura querida y respetada.

La noticia de su muerte, el pasado viernes por la noche, conmovió tanto al público como a colegas y referentes del arte, el espectáculo y la política. Desde el presidente Alberto Fernández, hasta Pablo Javkin, el intendente de Rosario, su ciudad natal. También Fito Páez, la Asociación Argentina de Actores, el club de sus amores, Central, y muchos periodistas, artistas y políticos dejaron sentidos mensajes en las redes y se acercaron a su velatorio.

Gerardo Rozín hizo sus primeras armas de adolescente, como periodista en el Canal 3. Poco después tendría una de sus experiencias más importantes en el diario Rosario/12, en coincidencia con los años más significativos de su juventud, marcados, como solía contar orgulloso, por la bohemia cultural de su amada urbe.

Ya instalado en Buenos Aires, continuó en la gráfica como editor del primer diario Perfil, hasta que a fines de los ’90 saltó a la pantalla chica como productor de Sábado bus, uno de los programas más exitosos de Nicolás Repetto. Desde allí, Rozín comenzaría a pisar a fuerte no solo detrás, sino también delante de las cámaras. En ese programa probó el segmento «La pregunta animal», una idea que luego llevaría a Canal 9. Poco después, en esa misma emisora, se desempeñó como gerente de Programación.

En la primera década de los 2000 fue productor de programas como Hora clave, con Mariano Grondona, hasta magazines como Georgina y vos o Es por ahí. En Tres poderes compartió la conducción con Reynaldo Sietcase y Maximiliano Montenegro.


Todas esas experiencias, y sin perder de vista sus incursiones en radio o en envíos de carácter cultural como Esta noche, libros (por C5N), fueron puliendo un estilo informal y ameno, que se cuidaba de no caer en la falta de rigurosidad o la estridencia. De vuelta en Telefe, en 2012 y junto con Julieta Prandi condujo Gracias por venir, un ciclo de entrevistas que dio pie a sus envíos más recordados: Morfi, todos a la mesa y La peña de Morfi.

Pensado para entretener a la audiencia de las mañanas, entre recetas, actualidad e invitados, Morfi encontró a Rozín en un gran momento como animador. Uno de los puntos álgidos fue su “mano a mano” con Cristina Kirchner, pocos días antes de las elecciones legislativas de 2017. A partir de la buena respuesta del público, el rosarino se atrevió a una especie de “lado B” del programa, al que llamó La peña de Morfi.

Esa fue su gran apuesta por traer de vuelta a la televisión las actuaciones en vivo de músicos populares. Y la consolidación de una fórmula simple pero efectiva, donde como conductor y productor revalorizó una atmósfera familiar, distendida y atrayente. Y no faltaron sus entrevistas de tiempos cómodos, con su capacidad para escuchar y crear intimidad con los invitados.

En el último programa de 2021, Rozín, a quien Fito Páez señaló en su mensaje de despedida como un luchador contra “la burocracia televisiva”, se refirió en un discurso muy emotivo, siempre casual, a la difícil situación de la pandemia y a su vocación. Habló poco de temas personales. Recordó a los muertos por Covid y resaltó la importancia de haber podido entretener con música durante el tiempo de emergencia sanitaria. Dijo que disfrutaba trabajando para que, a su vez, «otros disfruten».

Aun sin su presencia, la confirmada continuidad de La peña de Morfi parece el homenaje más justo. «