Agustín Guerrero es un nombre ajeno al fervor de las modas y las imposiciones de los algoritmos, y hasta un disidente dentro del género que funciona como su lengua madre: el tango. Pero despliega una convicción y una audacia que difícilmente pasen desapercibidas para quienes se acercan a su obra. El pianista y compositor acaba de lanzar el álbum Estupidez, otro trabajo que desafía los usos y costumbres de su tiempo. Se trata de 15 piezas instrumentales que registró junto con su quinteto, acompañadas de otros tantos sonetos a cargo del periodista y escritor Pablo Marchetti. Así las cosas, música y palabras funcionan como una declaración de principios estéticos y políticos. Estupidez es un disco, un libro y, ante todo, una forma de expresión que transgrede géneros, protocolos –no sanitarios, claro– y solemnidades.

“Estamos muy felices porque este es un proyecto en el que comenzamos a trabajar en 2016 y ya es una realidad concreta. Un CD, un libro y sobre todo una música y unas palabras que se retroalimentan y potencian. Exigió un enorme trabajo, mucha dedicación y pasión. Escribir esta música demanda mucho detenimiento. Y, después de tenerla en papel, nos dedicamos a ensayarla y ensayarla para sacarle el mejor partido. De alguna manera, nos estuvimos entrenando en un lenguaje nuevo. Que se alimenta de diversas tradiciones e influencias, claro, pero creo que constituye algo novedoso. Y tuvimos que encontrarnos para ensayar y grabar durante una pandemia, lo que generó más obstáculos logísticos y de diversa índole. Pero acá estamos, con Estupidez en la mano”, destaca Guerrero.

Vivimos tiempos en los que la industria del streaming impone su lógica. Casi todo es digital y se desarrolla a partir de la gramática de los simples. Las editoriales, por su parte, padecen un brutal proceso de concentración y/o desaparición. Que Estupidez se haya lanzado como un CD/libro (con las poesías de Marchetti, testimonios de Guerrero y las partituras de todas las composiciones) constituye una fascinante prueba de obcecación. Una suerte de pequeño cruce de Los Andes artístico en el nombre de la música de autor. El pianista y compositor hace gala de su apellido y no elude enfrentamientos con molinos de viento ajenos y propios. “En un momento evaluamos si era conveniente sacar el disco en formato de CD porque los costos son altos y hoy el streaming es de uso extendido –puntualiza Guerrero–. Pero ya estaba confirmado el libro y no íbamos a quedarnos sin una edición física de la música. Uno ama lo que hace y la pasión te empuja a olvidarte de la lógica de los números”.

Estupidez despliega una música audaz y por momentos intrincada, que desafía al escucha y al mismo tiempo lo estimula. Que articula lenguajes disímiles como el tango y la música contemporánea de tradición clásica, y también suma influencias de rock, jazz y más. El espíritu de Frank Zappa lo atraviesa, pero nunca desde la mera evocación o los falsos homenajes.

El quinteto está conformado por Guerrero (teclados, sintetizadores, composición), Julio Coviello (bandoneón), Martín Rodríguez (guitarra eléctrica), Diego Rodríguez (contrabajo y bajo eléctrico) y Lucas Diego (batería). “El aporte de todos quienes conforman el quinteto es invaluable. Esta no es una música que se pueda tocar a la pasada, no son versiones ni se trata de una cena show para turistas. Exigió mucha dedicación, trabajo en equipo y creo que fue algo que nos enriqueció a todos. Aprendí mucho de mis compañeros y de esta aventura colectiva”, puntualiza. El álbum está inspirado en observaciones de Guerrero sobre el mundo real, el virtual y toda la información y ruido que los unen y separan. Más allá de la música y los textos, los títulos de las composiciones también expresan una mirada corrosiva e irónica de la realidad y sus circunstancias. “Estrés”, “Milicia”, “Morbo”, “Casas de tango”, “KO”, “Hambruna”, “Monocultivo”, “Libre mercado”, “Psicofármacos”, “Deportes extremos”, “Colesterol”, “Disneylandia”, “Scrum”, “Bomba atómica” y “Zapping” dan cuenta de la vocación de Guerrero y compañía para la interpelación aguda –e histriónica– del mundo contemporáneo.

La tímbrica del quinteto puede aludir a experiencias de los ’70 y ’80 en los que el tango y el rock parecían más cercanos. Generación Cero (liderada por Rodolfo Mederos), el grupo Alas y el propio octeto electrónico de Astor Piazzolla son algunos de los proyectos que transitaron esa búsqueda. “No fueron influencias directas, pero claro que los escuché –detalla Guerrero–. Y podría decir que compartimos cierta vocación por ir más allá de los espacios cercados. De todos esos proyectos, creo que el que menos me gustó fue el de Piazzolla porque fue una experiencia más ocasional. Piazzolla no compuso especialmente para esa formación y hasta diría que nunca lo convenció del todo. Al grupo Alas lo escuché con detenimiento hace poco y me pareció maravilloso. Incluso (Daniel) Binelli, que tocó con ellos, me dijo que encontraba puntos de contacto con nuestro quinteto. Pero creo que más allá de alguna coincidencia, aquellos proyectos ponían a dialogar al tango con el rock o el jazz rock. Nosotros incluimos influencias diversas, pero priorizamos el encuentro del tango con la música contemporánea de tradición escrita”.

Guerrero también destaca el aporte de los sonetos encendidos y zumbones de Marchetti: “La idea de trabajar con Pablo surgió casi desde el nacimiento de esta música. Él venía haciendo recitados con La Kermés Anarco Peronista y creo que logramos un ida y vuelta muy bueno. Su aporte le da más fuerza a nuestra propuesta. Disfrutamos burlándonos de la solemnidad”.

Todos los géneros tienen discusiones sobre cuáles son sus límites, hasta dónde llega –por ejemplo– el jazz– y cuándo deja de serlo. Acaso las polémicas en el tango resulten más encendidas por múltiples cuestiones históricas. Sobre si considera que su música sigue siendo tango, Guerrero reflexiona: “En un momento me interesaba pararme sobre el género y su lenguaje, más allá de que siempre lo desarrollé a mi manera. Pero desde hace un tiempo veo al tango como un movimiento cultural que genera pertenencia e identidad, pero con una diversidad muy amplia y sin límites musicales estrictos. Me siento parte de eso más allá de que, por ejemplo, el quinteto podría tocar en el festival de jazz de Montreux sin problemas. En definitiva, se trata siempre de música”. «

Estupidez

CD/libro del Agustín Guerrero Quinteto. Agustín Guerrero (teclados, sintetizadores, composición), Julio Coviello (bandoneón), Martín Rodríguez (guitarra eléctrica), Diego Rodríguez (contrabajo y bajo eléctrico) y Lucas Diego (batería). Ediciones La Cebra y Club del Disco.