En 2014 se publicó el libro de la Jill Lepore, historiadora de Harvard y periodista de la revista The New Yorker que consagró definitivamente a La Mujer Maravilla -creada en 1941- como el primer personaje popular feminista en cualquiera de los formatos conocidos hasta el momento. El público ya la había puesto en ese sitial, pero la academia suele tener ese poder sobre las subjetividades.

También le atribuyó el mérito de su creación y popularidad al psicólogo William Moulton Marston (que tuvo dos mujeres reconocidas al mismo tiempo y admitidas una por otra, en una versión vanguardista del poliamor), a la sazón inventor del primer polígrafo (que sin lugar a dudas se asocia con el lazo de la verdad que la amazona porta consigo).

No le faltó razón a Lepore, más que que nada en lo referido a los primeros años de la heroína. No tanto después, cuando su imagen se convirtió en símbolo de las luchas feministas por el derecho al aborto en el Estados Unidos de principios de los setenta. Que haya sido la primera por ser hasta ese momento la única no es culpa de Diana (tal su nombre real), y menos de las feministas. En todo caso estaba dando cuenta de un estado de cosas a las que el cómic, tan vanguardista en otros aspectos, no podía escapar como el resto de una sociedad concebida bajo un ideal machista.

De hecho su creador dijo en 1944: “Ni siquiera las mujeres quieren ser mujeres mientras nuestro arquetipo de femineidad carezca de fuerza, fortaleza y poder… El remedio obvio es crear un personaje femenino con toda la fuerza de Superman más todo el encanto de una mujer bella y buena (Marston, 1944). También Marston en parte estaba en lo cierto: era el arquetipo masculino el que no le reconocía fuerza, fortaleza y poder, no que no lo tuviera. Dicen que él para crear su personaje se inspiró especialmente en Margaret Sanger, una luchadora del voto femenino y una enfermera pionera en el control de natalidad. Al menos hay que reconocerle a Marston que tiró una bola que empezó a recorrer su propio camino y provocó tanto reacciones sociales como cambios en el personaje.

Entre los varios de uno y otro, se puede recordar que de un origen producto de una violación (de nada menos que de Hércules a Hipólita, nada extraño en una época de muchos hijos “bastardos”), que el tiempo llevó a uno a partir de ser moldeada en arcilla. Una evolución que lleva a la total prescindibilidad del sexo masculino, que en el film, además, tiene una frase demoledora de Diana cuando le dice a Steve que las amazonas saben que los hombres son importantes para procreación pero innecesarios para el placer.

La chica que en principio se iba a llamar Suprema también salvó a DC de la quiebra inminente. Estaría bueno que algún estudio académico indagara acerca de por qué un sello que tenía a dos grosos como Superman y Batman dependió de una mujer para salvar sus finanzas. Parecería indicar que había algo más en el ambiente acerca de la liberación femenina.

Por su puesto que su traje despertó polémica. Aunque no por lo que se podría decir más aparente, es decir, su escote, sino por mostrar mucha espalda. El imaginario machista también tiene sus sorpresas (sólo se le conocen guionistas hombres). Por eso tal vez la quisieron hacer presidente pero también frustraron la posibilidad (1943 y 1972). Habrá que esperar una tercera ya que para esta mujer a la que todos acuerdan en definir como queer (término con el que por lo general se agrupa a las minorías sexuales), parece no haber obstáculos imposibles de sobrepasar.