Construyó una música única gracias a su talento, audacia y un espíritu incansable. Ensanchó los límites del tango y hasta superó lo que en su momento se consideraba imaginable para el género. Tantas rupturas y algunas declaraciones destempladas lo transformaron en objeto de devoción e ira. Pero aquellas polémicas –que tuvieron un cariz más folklórico que esencial––se desvanecieron en el aire. Su obra triunfó por sobre el tiempo y las mezquindades. Este jueves se cumplirán 100 años del nacimiento de Astor Pantaleón Piazzolla 
y los homenajes locales e internacionales subrayan la vigencia de su música.

Piazzolla fue único por múltiples motivos. Sus composiciones fueron posibles a partir de un conocimiento profundo y reflexivo del tango, incorporó influencias del jazz, la música clásica y la contemporánea. Pero la suma de información no garantiza nada. Lo que primó e hizo la diferencia en Piazzolla fue su talento y el trabajo para construir una síntesis inconfundible, siempre con el tango y la expresión porteña como sangre y corazón de sus diferentes recorridos. También resultaron fundamentales en Piazzolla las diferentes facetas de su trabajo: el compositor, el bandoneonista, el músico que se acercó a una nueva forma de canción y el arreglador. Pero también su carácter: el luchador incansable que siempre peleó por su música.

El compositor y el bandoneonista

«Adiós Nonino», «Retrato de Alfredo Gobbi», «Milonga del Ángel», «La muerte del Ángel», «Verano porteño», «Buenos Aires hora cero», «Decarísimo», «Oblivion», «Zum», «Fuga y misterio», «Libertango». Apenas algunas de sus composiciones más notables en una obra que ronda los 50 discos de estudio. Pablo Ziegler es pianista, compositor y fue parte del tercer quinteto de Piazzolla por más de diez años. «Astor era un músico popular con una formación técnica muy rica y muy superior a la de la época. No por nada estudió con (Alberto) Ginastera y Nadia Boulanger. Esa curiosidad y gusto por otras músicas enriquecieron su obra e influyó a contemporáneos y generaciones posteriores», destaca Ziegler.

El pianista considera que sus estudios formales no son el elemento excluyente del universo Piazzolla. «Encontró un equilibrio muy difícil de hallar entre lo académico y la mugre del tango. Tocar en la orquesta de Troilo fue una escuela formidable y le dio un conocimiento del género muy profundo. Porque era una típica magistral y porque él tenía una gran capacidad para absorber conocimientos. Con todo eso, el jazz y su pasión por el universo clásico logró lo que siempre se propuso: sacar al tango del salón de baile y llevarlo a las mejores teatros del mundo».

Piazzolla tuvo por primera vez en sus manos el más argentino de los instrumentos alemanes durante su infancia en Nueva York. Le gustaban la música clásica y el tango, por influencia de su padre. Cuenta la leyenda que cuando llegó a Buenos Aires en 1937 le decían que tocaba como un gallego. Pero no tardaría en asimilar a la perfección el lenguaje del género. «Piazzolla era un virtuoso del bandoneón. Manejaba todos los recursos técnicos e hizo un recorte personal de ellos. Por ejemplo, no le gustaba mucho el marcatto–y de su gusto por el jazz también sacó elementos armónicos y su atracción por los espacios para la improvisación», explica Daniel Binelli, bandoneonista, compositor y solista, que fue parte de la orquesta de Osvaldo Pugliese y del sexteto de Piazzolla.

Pero el estilo de Piazzolla como bandoneonista debió superar algunas dificultades. En los ’60 todavía la estética dominante en el tango eran las típicas, lo que implicaba cuatro fueyes sonando al mismo tiempo. Piazzolla encontró su vehículo expresivo ideal en el quinteto, que incluía un solo bandoneón. Binelli puntualiza: «Eso supuso algunas dificultades de volumen que resolvió con una técnica a medida. Desarrolló nuevas formas de armonización, acordes simultáneos y otros recursos que en algún caso venían del piano. Fue muy revolucionario también en ese aspecto y nos influyó a todos los que vinimos después».


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(Foto: Télam)


El cancionista y el arreglador

Piazzolla no creía en el tango bailable y tampoco se sentía particularmente atraído por el tango canción. En su obra e influencia las canciones ocupan un lugar menor. Sin embargo, en más de una oportunidad musicalizó textos de Jorge Luis Borges, Mario Trejo y Horacio Ferrer –con quien construyó la relación más intensa en ese rubro–, entre otros. «Milonga de Jaciento Chiclana», la operita María de Buenos Aires y las canciones «Balada para un loco» y «Chiquilín de bachín» fueron las expresiones más reconocidas del Piazzolla «textualizado». «Las canciones de Astor fueron únicas como toda su música», reflexiona Amelita Baltar, cantante de Piazzolla, expareja y actual solista.

Además de Baltar, acompañaron en diversos momentos a Piazzolla Héctor de Rosas, la italiana Milva y el Goyeneche crepuscular, entre otros. Pero Baltar estuvo en el centro de la escena desde el debut de la archiconocida «Balada para un loco». «Cuando se estrenó en un concurso en el Luna Park se armó un lío bárbaro. Manipularon la votación para que no ganara. Algunos decían que era un tema oligarca porque habla de Arenales y Callao. ¡Una tontería! El tema fue un éxito enorme y lo hacíamos en todos lados. Pero el repertorio cantado nunca superó el 30 por ciento de los shows y era mucho mejor recibido en el exterior que en la Argentina», detalla Baltar.

Piazzolla fue el primer músico de tango de gran trascendencia que tocaba un repertorio enteramente propio. Las orquestas típicas incluían temas de su líder y/o de diversos integrantes, pero también clásicos y nuevas composiciones de colegas. Piazzola hizo importantes arreglos para Troilo, todos los de su típica y la de Fiorentino, y más ocasionales para Osvaldo Fresedo y Pepe Basso, entre otros. El compositor –de alguna manera––postergó al arreglador. Sin embargo, su aporte en este rubro también resultó significativo. «Me parece extremadamente interesante su trabajo de arreglos sobre tangos tradicionales en el octeto de 1957», puntualiza el guitarrista y compositor Tomás Gubitsch, quien fue parte del octeto eléctrico de Piazzolla, en la segunda mitad de los ’70.

Gustavo Beytelmann es pianista, compositor y compartió con Gubitsch aquella formación más rockera o jazz-rockera de Piazzolla. El pianista radicado en Francia va más allá: «Es imposible entender la obra de Astor sin comprender que es el mismo que arregló la memorable versión de ‘Quejas de bandoneón’ para Troilo. Siempre buscó, cambió, pero hay una continuidad desde aquel aporte tan determinante. Es importante decir que Piazzolla hizo muchas cosas muy valiosas, entre ellas arreglos para terceros y para sus propios conjuntos, pero siempre con el tango como centro.»


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(Foto: Télam)


El luchador y lo que vendrá

A contramano de las tendencias del tango del momento, Piazzolla nunca se dejó llevar por el desánimo o por la fábula del gran artista incomprendido que debía autocondenarse al ostracismo. Casi la misma dedicación que puso en construir su obra la dedicó a hacerla conocer. «Para él, era determinante que su música se difundiera. Por eso recorrimos el mundo tantas veces. Si agarrás un globo terráqueo y ponés el dedo en cualquier lado, al azar, seguro estuvimos ahí con Astor. No paraba nunca», recuerda el guitarrista Horacio Malvicino, incondicional de Piazzolla durante casi 30 años.

Los hombres pasan. Es ineludible. Unos pocos logran trascender los límites de su tiempo y Piazzolla vive desde una obra pionera que –en la mayoría de los casos–  sigue sonando tan potente, vital y conmovedora como cuando fue creada. Pero el bandoneonista también vive en los miles de músicos que recrean sus composiciones y trascienden géneros y fronteras, en los que se sienten inspirados por su compromiso y determinación, y en los millones de personas «de a pie» que continúan escuchando sus discos –»simplemente»––porque los siguen disfrutando. Todo eso, en definitiva, es el mayor triunfo para cualquier artista.


Una vida marcada por el compromiso artístico

-Nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata y cuatro años después se radicó con su familia en Nueva York. A los ocho su papá le regaló su primer bandoneón.

-En 1933 conoció a Gardel en Nueva York, quien lo adoptó como guía de la ciudad y le dio un breve papel en la película El día que me quieras.

-A los 18 volvió a Buenos Aires y poco después se sumó a la orquesta de Aníbal Troilo, de quien sería amigo, discípulo y arreglador.

-En 1944 dirigió la orquesta de Francisco Fiorentino y en 1946 formó su propia típica.

-Lejos de la repercusión esperada, Piazzolla empieza a imaginarse como un músico clásico. Con esa intención viaja a Francia para tomar clases con la prestigiosa pedagoga Nadia Boulanger. El encuentro lo decide a poner todas sus energías en desarrollar su visión del tango.

-A su regreso a Buenos Aires forma el mítico Octeto Buenos Aires y comienza un camino personalísimo y sin retorno.

-En 1960 consolida su primer quinteto, por aquel entonces llamado Nuevo Tango. Lo acompañaban Jaime Gosis (piano), Simón Bajour (violín), Kicho Díaz (contrabajo) y Horacio Malvicino (guitarra eléctrica).

-En 1969 presenta «Balada para un loco», con textos de Horacio Ferrer y la voz de Amelita Baltar. Todavía es una de sus composiciones más populares.

-En la primera parte de los ’70 establece su base de operaciones en Italia y junto con músicos de ese país graba diversos discos. El más determinante fue Libertango (1974). Ese mismo año también registró Reunión Cumbre, con Gerry Mulligan.

-Conmovido por la muerte de Troilo, graba y le dedica Suite troileana (1975).

-En 1978 inauguró una nueva etapa en forma de quinteto. Lo acompaban Fernando Suárez Paz (violín), Pablo Ziegler (piano), Horacio Malvicino (guitarra) y Héctor Console (bajo).

-En 1989 estrena su último grupo: el Sexteto Nuevo Tango, con Daniel Binelli en bandoneón y Gerardo Gandini en piano.

-El 4 de agosto de 1990 sufrió una trombosis cerebral en París. Murió el 4 de julio de 1992 en Buenos Aires.

-Su obra es interpretada por músicos de los más diversos géneros en todo el mundo.



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(Foto: AFP)


La opinión de las nuevas generaciones

Diego Schissi (pianista y compositor)

«Tenía un talento increíble y lo demostró a muy temprana edad. Tocó y empezó a arreglar para Troilo con casi 20 años. Creo que por su determinación, trabajo y creatividad encontró una síntesis única entre el tango, el jazz y la música clásica. Sus quintetos eran piezas de relojería que producían el milagro de sonar casi como una orquesta de tango, un grupo de cámara o un conjunto de jazz. Piazzola es y será eterno.»

Agustín Guerrero (pianista y compositor)

«Piazzolla fue un compositor increíble por su capacidad para sintetizar el legado del tango tradicional –un género de gran desarrollo– y añadirle sonoridades, técnicas y tendencias de la música contemporánea de principios del siglo XX. La mayor influencia de Piazzolla en mi carrera artística es la valentía para perseguir un ideal artístico sin importar las consecuencias.»

Lautaro Greco (bandoneonista y compositor)

«Cuando era chico en mi casa se escuchaba mucho FM Tango. Cada tanto aparecía un tema que me gustaba, preguntaba de quién era y me decían ‘de Piazzolla’. Al rato me gustaba otro y también era de Piazzolla. ¡Siempre pasaba lo mismo! De adolescente llevaba sus CD al colegio en el discman. Ya como músico profesional toqué mucho su obra y me enamoré más de su polenta, sus melodías y su audacia como compositor.»


Tres discos, tres etapas

Octeto Buenos Aires” (1957). Octeto Buenos Aires.

La versión en CD reúne lo que alguna vez fueron dos LP. La formación era un seleccionado de la época: además del propio Piazzolla, estaban Enrique Mario Francini y Hugo Baralis (violines), Atilio Stampone (piano), Leopoldo Federico (segundo bandoneón), Horacio Malvicino (guitarra eléctrica), José Bragato (violoncello) y Juan Vasallo (contrabajo). Incluía pocos temas propios y versiones arregladas con una enorme audacia. Para muchos, el nacimiento del tango moderno.

Adios Nonino” (1969). Astor Piazzolla y su quinteto.

Un clásico ineludible. Con su segundo quinteto Piazzolla le da vida a la versión más recordada de la inconfundible “Adiós Nonino”. Pero también aparecen nuevas joyas como “Otoño porteño”, “Michelangelo 70” y «Fugata». El aporte de Dante Amicarelli (piano), Antonio Agri (violín), Kicho Díaz (contrabajo) y Oscar López Ruiz (guitarra) suma vuelo a una música sin límites.

The Central Park Concert” (1987). Astor Piazzolla.

El tercer quinteto de Piazzolla se completó con Fernando Suarez Paz (violín), Pablo Ziegler (piano), Horacio Malvicino (guitarra) y Héctor Console (contrabajo). El grupo podía pasar de la furia a la melancolía en instantes y resolver esos saltos al abismo con total suficiencia. Este registro inmortalizó una tarde mágica en Nueva York, otro paso para la conquista definitiva del mundo.