La serie de HBO que empezó como pidiendo permiso y que desde su primer capítulo no para de crecer, está a un paso del final de su tercera temporada. Y según parece, va por más (el último episodio de la actual promete mucho). Lo de pedir permiso viene a cuento de que está protagonizada por Dwayne Johnson (The Rock), un actor cuya trayectoria de alguna manera puede compararse con la de Arnold Schwarzenegger: si el austríaco nacionalizado estadounidense llegó a la actuación desde el Fisicoculturismo, Johnson lo hace desde la Lucha; en ambos casos primero tuvieron que hacer de tipos forzudos con serias inclinaciones a la torpeza, para luego, sin descanso, pasar a papeles más sofisticados y protagónicos que los terminaron consagrando como actores si bien no todo terreno, sí más completos.

Acá Johnson parece cumplir el sueño del pibe: una serie sobre el mundo de la NFL, que lo tiene como protagonista y productor. Pero no lo hace como jugadore (o desde los jugadores), sino desde el del jugador retirado que se pone a representar profesionales en actividad con el deseo de que no les pase lo mismo que a él cuando jugador. Siendo también el productor ejecutivo de la serie, puede contar su mejor versión de la liga, no en el sentido de ser la más verídica, sino una propia, proveniente de su experimentada trayectoria deportiva. Y desde ahí la serie tiene una riqueza fantástica, porque busca la sutileza del detalle y descarta el trazo grueso. Los partidos, las rivalidades, las lesiones, todo lo que un deporte puede producir, está visto desde su lado B: el que sostiene y justifica todo lo que el gran público ve (vemos) cada fin de semana o cada día que juega el equipo favorito. Y que tiene en las relaciones de pareja, paternidades, descontroles y una cantidad extraordinaria de gente que vive -cuando no parasita- de los éxitos del jugador y tiene sobre él una influencia las más de las veces insólita.

Para los que no confiaban en Johnson (o no tuvieron la suerte de conocerlo por algunas de sus películas de acción y comedias), es una excelente oportunidad para acercarse a un personaje que en principio tiene más para dar de lo que los parámetros culturales establece. Y encima todo en 30 minutos por capítulo.