“Si tengo que elegir algo, en principio diría que era un universo que me gustaba, muy sugerente todo lo que tiene que ver con lo visual, lo atmosférico, y que el guión estaba contado de una manera que me parecía verlo”. Es Belén Blanco quien define su primera inclinación al darle el sí al director Gustavo Fontán para protagonizar la película «La deuda». “Y además el personaje, que abría un espacio muy interesante para trabajar. Muy interesante para investigarlo, porque siempre va por lugares que no te imaginás que pueda a llegar a ir en esas circunstancias. Y eso me llamaba mucho la atención.”

El espectador tendrá la misma sensación, el mismo querer saber, descubrir, sin que eso lo intrigue. Mónica, el personaje que cautivó a Blanco, no realizó unos depósitos bancarios por 15 mil pesos y ahora, de un día para el otro –peor, a la mañana siguiente– tendrá que conseguirlos o perderá el empleo. “Hasta el final del rodaje tuve esa sensación de que no podía terminarla de asir”, describe con suma precisión Blanco a la Mónica que interpreta con igual fidelidad: sólo los créditos finales indicarán que se acabaron las preguntas sobre Mónica. Sólo quedan hipótesis. 

Por lo que conoce de su trayectoria, se puede suponer que Fontán pensó en Blanco porque a su manera ella también siempre toma direcciones no imaginables ante las circunstancias que se le presentan. “No creo que la elección venga por ahí. Yo no me veo haciendo siempre lo mismo. Los trabajos tienen sentido si sirven para algo. Un nuevo pensamiento sobre uno mismo, la posibilidad de trabajar algo. Cambié mucho mi manera de mirar y relacionarme con la actuación, desde hace un tiempo. No lo sentí para nada fácil de hacer. Aunque fue muy placentero.”

–¿Y qué te dejó la película? ¿Qué te llevás?

–No sé si me quedo con algo. Siento que al contrario, cuando termino de hacer algo con lo que estuve muy comprometida me siento sin algo, como que dejé algo ahí. Y me da una especie de nostalgia, como que eso se va. En el teatro hay algo mucho más inmediato con la situación de actuar, se te termina. En cambio en cine lo ves como una espectadora más pero ya no participás del hecho creativo. Esa es mi sensación. Por lo menos en los trabajos en los que una siente que le interesó formar parte. También por la temática. Es una película muy oportuna y nos define muy bien: cómo estamos intervenidos todo el tiempo por la necesidad del dinero, todo el tiempo atravesados por una preocupación que parece formar parte de nuestra idiosincrasia. Somos un capital nosotros mismos, formamos parte de un sistema que en Argentina diría que se volvió una de las formas más fuertes de vincularse.


Apenas sabe del peligro que corre, Mónica se pone a buscar el dinero. Pero lo único que hace es la primera movida: ir a una fiesta de su hermana; luego, decide sobre la marcha qué hacer en función de completar la suma que necesita. “Trabajé mucho con Gustavo y siento que estoy muy dirigida por él. Sentía que él tenía una mirada muy fuerte sobre Mónica. Tuvo la capacidad de mostrar eso que nos pasa sin ningún tipo de manipulación sobre el espectador. Lo plasma de una manera muy personal y natural entre los personajes. Ni siquiera es solemne.”

Parece que fue la mirada de Fontán la que provocó la singular empatía de Blanco con Mónica, más allá de que sean mujeres en la misma edad. Porque la hermana del personaje tiene una vida totalmente convencional, y los hombres con los que se cruza también lo son; su madre no es alguien a quien recurrir, menos cobijarse. En Mónica se puede observar esa soledad tan confundible con la desolación a la que muchas mujeres se vieron enfrentadas al calor de los cambios de un tiempo histórico. “A mí me gustó mucho que es un personaje que tiene un objetivo pero no un deseo: no hace nada para ella misma. No tiene ningún placer en la película, todo lo hace para otros. Eso me parece muy interesante porque va en contra de todos los personajes clásicos. Peor, toda mujer que no cumple con ciertas cantidad de cosas se queda fuera de algo, o se vuelve loca, o se pierde. Quizás es así porque su deseo se contrapone con todo lo que le propone la sociedad y no tiene la fuerza para llevarlo adelante.”

Habría que ver si sólo son mujeres las que viven en deuda por tener un deseo contrapuesto, o si la regla incluye países de nombre femenino y deseo peculiar.

La deuda, de Gustavo Fontán. Con: Belén Blanco, Marcelo Subiotto, Leonor Manso, Edgardo Castro, Walter Jakob, Andrea Garrote, Pablo Seijo. En cines.