En el bar de la sala del Centro Cultural Resurgimiento, centenares de niños y niñas esperan con el entusiasmo cultural que provocan los títeres de invierno el preestreno de Chocolate por la noticia -Las mujeres también cuentan-, de Mariano Cossa. Pasando los paneles que dividen las aguas entre la ficción y la realidad, las actrices y titiriteras Sandra Antman, Ema Peyla y Mariel Lewitan prueban las voces y las luces alrededor de una proyección en sombras con la silueta negra del Cabildo abierto.

“¿Llueve mucho afuera”?, pregunta Lewitan a tercera fila mientras afila la voz: “Traigan esos camiones…”, repasa otra actriz con tono enfático. La pregunta inicial anticipa en guiño la primera escena de los paraguas de mayo que darán las tres mujeres en plena lluvia histórica, mientras gotea su participación en época de revolución. Revisan que esté todo, “el monumento de Martina”, el caballo de San Martín, “Chapita”, la soldada (¿o soldadera?) Pascuala, cuando los gritos de los niños llegan antes de que suene la música de circo “Papanatas” y se reordenen rápidamente las filas de sillas. O conviden caramelos.

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Todos y todas están expectantes. Las miradas se fijan en Juana, una nena curiosa de ocho años que quiere saber cómo participaban las mujeres argentinas en los sucesos de la Revolución. Juani hace dúo con su abuela, una mujer cálida, sensible y memoriosa que la acompañará a (re)vivir las historias poco conocidas y olvidadas de mujeres heroicas y valientes en defensa de sus ideas y en la lucha igualitaria por la libertad y la justicia. Escuchen con atención: “No dejan entrar a las mujeres”, denuncia la voz de la mayor. “¿Pero no era un cabildo “abierto”?, cuestiona Juani. La intensidad alcanza su pico en el estusiasmo del público cuando sube el puño en alto y todos aplauden después de la arenga: “Algún día las mujeres vamos a poder, algún día habrá mujeres gobernantes”.

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La obra va saltando entre presente y pasado porque Juani deja el libro abierto y su cuestionamiento bien alerta. Se traza un puente entre títeres y objetos de manipulación sobre la mesa -hechos con paraguas y materiales escolares- y las figuras en sombras con varillas de perfil con sencillez escénica. El montaje logra así que dialoguen y que se atraviesen con belleza, incluso con picardía. Y en niveles de sutileza, de lucha y resistencia.

“Abuela, ¿y las mujeres qué hacían?”, “De todo, Juani, como siempre”. “La historia se olvida de mucha gente, no solo de las mujeres”. A nivel de los contenidos, el guión y la dramaturgia resultan impecable, también a nivel de las palabras que van logrando hilvanarse en el vocabulario de época. Sin proponérselo, “tertulia”, “alboroto”, “realistas” van trazando un increscendo hasta llegar al sentido de “Chocolate por la noticia”, esa frase tan dicha, y que en su origen viene de la revolución, que en el papel de las mujeres vocifera en su esperanza por el recuerdo esa noticia que se trae, esa acción que se declara. Como bien dicen sobre el final la obra: “Para eso estamos nosotras, para contar la historia”. Sobre el «apagón», cuando la tormenta habrá pasado por el galpón, y como si las manos preservaran los sucesos y manifestaran su acuerdo titiritesco, la totalidad del público altibajo aplaude de pie. Una vez que los niños y las niñas ya se hayan ido, el silencio interrumpe el guardado de los títeres y el reacomodamiento para la segunda función. Una persona de la parte técnica del teatro desde lo alto abre su micrófono y manifiesta el privilegio de haber visto Chocolate por la noticia, «un honor», «un honor tenerlas en este lugar». 

Y, sí, hay aplausos y cuentos que deben recordarse. Y publicarse.

Chocolate por la noticia -Las mujeres también cuentan- ofrece funciones de estreno, el sábado 28 de Julio a las 17, en La Nube territorio (Jorge Newbery 3537), y los domingos de agosto, a las 15, en Teatro Gastón Barral (UOCRA), Rawson 42. (Si sos socia o socio de Tiempo te ofrecemos entradas para los domingos de agosto, en UOCRA).