Pertenecen a diferentes generaciones, pero son dos referentes ineludibles de la escena local. El primero con Los Encargados y su extensa e influyente carrera solista y múltiples producciones y asociaciones. El segundo como un puntal fundamental de esa experiencia multigéneros y sentidos bautizada como Babasónicos. Daniel Melero y Diego Tuñón lanzaron en plena pandemia La ruta del opio, su primer disco. El viaje conjunto de experimentación sonora comenzó hace casi seis años pero recién ahora tomó forma de registro definitivo.

La ruta del opio propone una aventura de largo aliento que trasciende las formas tradicionales. Se trata de un pasaporte para viajar y eludir –al menos por un rato– la realidad demasiado concreta y asfixiante que nos rodea. Son doce tracks por momentos de tono casi onírico que apuestan al juego de texturas, escenarios abstractos, silencios incisivos y muy ocasionales palabras.

–Se conocen hace muchos años. ¿En qué lugar encontraron el punto de contacto para trabajar juntos y llegar a su primer disco?

Daniel Melero: –No sé si hay un lugar o momento específico. Pero creo que todo empieza desde lo humano. Desde la apreciación común de la música.

Diego Tuñón: –Me imagino que cada dúo tiene su dinámica. En el caso particular de nosotros comienza con una relación de la vida que lleva muchos años, más de cuarenta te diría. Conocí a Daniel de muy chico. Somos dos personas que venimos amando y aprendiendo mucho de la música que escuchamos y vemos todo un universo ahí. Cada uno iba experimentando por su lado y hace unos años sentimos la necesidad de experimentar juntos. Incluso con música que no nos gustaba.

–¿Experimentar incluye pasar por lugares poco afines?

D. M.: –El gusto es el peor consejero que uno puede tener. 

D. T.: –Exacto. El instinto también puede ser peligroso. Cuando éramos chicos no era fácil encontrar algo bueno para escuchar: había que salir a buscar la buena música y poner mucha determinación para encontrarla. Ahora tenés prácticamente todo frente a vos, pero es tanto que se puede convertir en un problema. En Daniel siempre encuentro a alguien que me muestra cosas nuevas y eso me excita mucho y me hace bien.

–Te abre la cabeza.

D. T.: –Claro, me mantiene fresco, porque cuando uno queda loopeado escuchando la misma música pierde un montón de frescura y eso desarrolla un gusto acotado.

D. M.: –Por ejemplo, hay gente que escucha música de un solo sello, y en realidad te estás encerrando a tu sistema de prejuicios: empezás a oír nada más, dejás de escuchar.

–¿Cómo fue la experiencia de crear un disco como es La ruta del opio?

D. T.: –Te diría que la experiencia con el disco comenzó hace unos seis años. Estábamos buscando producir cierta reacción química con el tipo de música que queríamos hacer y teníamos que pensar de qué forma se podía lograr. Era un ejercicio distinto a todo lo que habíamos hecho. En un momento le dije: “Dani, me parece que vos deberías ser el productor del disco”. Dio el OK y grabamos dos días enteros. A partir de ahí comenzó a ser una factoría de grandes cosas obtenidas y todo lo que considerábamos que iba a ser una canción empezaba a deshacerse en pequeñas cosas que se magnificaban.

D. M.: –Lo que está guardado en los discos rígidos es totalmente descomunal. Muchas cosas fueron y volvieron, fueron desechadas, fueron cortadas, de alguna manera mutadas infinitamente. Fueron distintos momentos a lo largo del proyecto. Hubo etapas más concentradas, etapas más laxas, de todas manera nunca desaparecía de nuestras agendas.

D. T.: –Quizás pasaban épocas donde peligrosamente no hablábamos. Cada uno transitaba su estado, sus proyectos, pero siempre estaba a mano nuestra música como un punto de encuentro. Nos dimos el gusto creo de probar todo y más. Fueron seis años de crecimiento donde cada hora de trabajo se hacía más y más enriquecedora.

–Escuchar el disco puede resultar una experiencia similar a ver una película: es un mundo de paisajes oníricos. ¿Ustedes lo imaginaron así?

D. M.: –Es un disco que enciende la escucha. Yo también percibo cierto clima fílmico. Hubo un hilo conductor al comienzo: imaginamos la historia de un novelista que viajaba a Oriente durante la época de la Guerra del Opio.

D. T.: –La música es algo estimulante aunque simplemente la oigas. Pero estábamos buscando un estímulo más profundo y ahí es donde creo que aparece cierta sensación de intimidad. Aparte, Daniel encontró música en los micrófonos, en el ambiente real, eso produce intimidad, te sitúa en un lugar determinado.

D. M.: –Diego se sienta y se levanta de la banqueta del piano y para mí eso es uno de los agregados más bellos que tiene el disco. No haberlo eludido crea una cosa situacional.

–El sonido oscila entre lo cálido y lo frío, algo muy característico en los instrumentos electrónicos. ¿Jugar con esos extremos fue otra de las coordenadas del disco?

D. M.: –Los temas «Mekong» y «Mozartronic», por ejemplo,  en cierto sentido son fríos, pero a la vez son melódicos. En el disco trabajamos mucho con pianos procesados.

D. T.: –Cuando uno va a probar un efecto tiende a poner excesos de esos efectos. Le buscamos la vuelta para encontrar cómo puede ser útil una cosa inútil como un flanger, por ejemplo, una cosa que produce desafinaciones a destiempo. Queríamos descubrir cómo puede convivir con otros sonidos siendo excesivo y tratando de convertirse casi en lo único. Cuando no estás obligado a compartir espacio con otros instrumentos podés liberarte y ser excesivo en muchos aspectos.

La ruta del opio es prácticamente un disco instrumental. ¿Trabajar casi sin letras les dio más libertad?

D. M.: –Había muchísimas palabras escritas, muchas letras posibles, pero es verdad que las letras cargan a las canciones de un sentido más estable y sin ellas la música puede ganar más libertad. Aunque en definitiva, toda obra diga o no palabras, siempre es todo lo que no dice, además de lo que es en sí misma. Me parece que fue muy interesante abrirle tanto espacio a los sonidos para permitir que se desarrollen.

D. T.: -A veces hay poesía en los sonidos.

–¿La música electrónica sigue siendo un terreno de experimentación o se transformó en un ejercicio de género?

D. T.: –Sentí que era el nacimiento de algo totalmente nuevo cuando escuché Kraftwerk por primera vez, a los ocho o nueve años. Me había escapado de mi habitación para ver la trasnoche en televisión y mis padres no lo sabían. Puse el Kenia Sharp Club y había una publicidad de televisores ITT con Kraftwerk. Escucho a mi padre muy enojado y me salió decirle: “callate, estoy escuchando la música del futuro”. Digamos que en ese momento la música electrónica iba a ser la música del futuro y ahora es del pasado. Lo que quiero decir es que es una vertiente en la que se puede trabajar un montón más allá de las etiquetas. La electrónica y la manipulación electrónica vino para quedarse: no es exactamente un instrumento, pero sí una herramienta.

D. M.: –La música también evoluciona con la nueva naturaleza que va adquiriendo el ser humano. Lo que sos también se define por el uso de tal o cual herramienta. Por mi parte, nunca pensé en términos de “la música del futuro”. Creo que desde hace muchos años todo lo que se graba es tecno: aunque sea folklore. En definitiva, cuando vas a un estudio no estás cantando en el campo, estás utilizando procesadores.

–¿Cómo están atravesando la pandemia?

D. T.: –En lo personal, me hizo muy bien detenerme un poco, darme mis tiempos y espacios. En ese sentido la llevo bien.

D. M.: -Ojalá el mundo no vuelva a ser la porquería que era. Sería lo más saludable. Las cosas son difíciles ahora, pero no estaban nada bien antes. Considero que en este momento somos unos privilegiados al poder editar este disco. «

La ruta del opio

1. Si supieras. 2. Gotas. 3. Mozartronic. 4.Mekong. 5. Mesmer. 6. Hotel Siagón. 7. Camastro. 8. Los callados. 9. Río. 10 . Tres mujeres. 11. Novela frita. 12. Los seis. Todos los temas compuestos e interpretados por Daniel Melero y Diego Tuñón.

La necesidad de un reparto más justo

La pandemia impuso la suspensión global de los shows musicales. Las aglomeraciones están contraindicadas por el alto riesgo de contagio que implican y se estima que las presentaciones en vivo serán una de las últimas prácticas en volver a la actividad.
–¿Se imaginan presentando La ruta del opio? ¿Les preocupa cuánto habrá que esperar para volver a los escenarios?
D. M.: –Hemos hecho unos cuantos shows, los disfrutamos y sería todavía más lindo hacer una presentación oficial ahora que el disco está editado.
D. T.: –Continuamos componiendo, así que al ritmo que vamos es muy probable que la presentación incluya mucha música nueva. Sufrimos la incertidumbre lógica de no saber cuándo vamos a volver a realizar algo tan esencial para todo músico que es tocar en vivo. Pero mientras tanto, algunas cosas deberían cambiar. Una parte importante de la industria se desarrolla por las plataformas de streaming y los porcentajes que recibimos los músicos son muy pequeños. Los artistas merecemos un trato más equitativo y justo. Los cuantiosos ingresos que reciben las plataformas deben repartirse de otra manera.