Nietzsche, San Agustín, Aristóteles. Nombres amplificados por el eco de los claustros, calados en letras doradas en los lomos de los libros y a veces, incluso, citados errónea y ampulosamente en el discurso apurado de alguna figura pública. Fagocitados por el canon y convertidos en categorías de la “historia universal” que prometen esclarecer las enciclopedias, esos y otros grandes pensadores reaparecieron un día en la tele, pero esta vez revisitados desde esa fuerza arrolladora que tuvieron originalmente sus audacias y epifanías. En zapatillas y remera rockera, Darío Sztajnszrajber decidió emprender la tarea de acercar la filosofía, de otra forma, a la gente. Y aprovechó la enorme posibilidad narrativa que dan las imágenes para jugar mucho más allá de un anodino plano de escritorio, taza y lapicera.

El experimento se llamó Mentira la verdad y marcó un antes y un después en la manera de abordar los contenidos culturales en los medios. Luego de cuatro temporadas consecutivas por Canal Encuentro, la producción se interrumpió en 2015, aunque los programas siguieron rotando, en gran parte impulsados por la actividad diversa y constante de Sztajnszrajber en su rol de divulgador. Por estos días, finalmente, se estrenó la quinta temporada: una posibilidad que empezó a gestarse con el cambio de gobierno y que, pandemia mediante, logró plasmarse en una propuesta renovada. 

Sin perder la línea estética que marcó a fuego su impronta, esta vez Mentira la verdad se corre un paso más allá; y lo hace literalmente, ya que en esta nueva entrega es la danza el complemento elegido para acompañar los distintos interrogantes que Sztajnszrajber guía con su voz. “En cada nueva presentación, Mentira la verdad siempre buscó experimentar con algo diferente, tanto desde lo temático como desde el formato que utilizamos”, cuenta Sztajnszrajber. “Mulata Films propuso lo de incorporar la danza y me interesó porque me parece que hay una necesidad de proponer una filosofía más comprometida con el cuerpo. El cuerpo es el lugar donde más se juegan los conflictos contemporáneos en lo que Foucault llamó ‘la biopolítica’, las formas de administración y normalización de nuestro cuerpo”.

Quienes colaboran esta vez son bailarines y balarinas del Ballet Folklórico Nacional, dirigidos, en este caso, por el coréografo Damián Malvacio. La apuesta es audaz: los 15 minutos que dura cada capítulo son tomados en un plano secuencia. “Es un trabajo de mucha concentración, práctica y ensayo. Estamos chochos con el resultado, y en las coreografías yo también tiro unos pasos, hablo a cámara y reflexiono en función de todo lo que vamos expresando con el baile”, sintetiza Sztajnszrajber. Ahora, el eje de las disquisiciones está puesto en “trabajar muy deconstructivamente cuestiones filosóficas contemporáneas como el cuerpo, el colapso, el amor, la posverdad, lo contemporáneo, la cuestión animal, temas que hoy son hoy de punta en los estudios filosóficos”.

Además de los lazos que el filósofo logró sostener con el público como comunicador en sus múltiples facetas (ver recuadro), la realización innovadora que trajo de Mentira la verdad fue clave en más de un sentido: por ejemplo, en llegar a los ámbitos educativos. “El proyecto de Canal Encuentro es una política pública de las más eficaces de los últimos años, una decisión política de que los saberes se entrometan en el cotidiano del ciudadano para generar una transformación bien directa. Eso se ve mucho en el uso de los programas del canal en el aula. En nuestro caso, hay una propuesta estética que logra alcanzar el deseo de muchos jóvenes, que no solo se ven identificados con los temas, sino con las formas”.

En las antípodas del erudito frío y distante, lo que Sztajnszrajber vino a hacer en los medios con su personificación del hombre común, se trata, según la mirada del filósofo, de reivindicar un valor primario, sino primitivo. “Creo que hay una vocación originaria de la filosofía de estar presente en lo más cotidiano, pero que se fue perdiendo ni bien la filosofía se fue disciplinando, en el doble sentido de seguir normativas establecidas, convirtiéndose en una disciplina alejada de los interrogantes y de las necesidades existenciales que están presentes todo el tiempo. Todos hacemos filosofía. Hubo una separación que hizo que se perdiera algo de esa vocación originaria, que no tiene que ver con su origen en el mundo griego, sino con su origen en cada uno de nosotros cuando nos hacemos preguntas sobre el amor, la muerte, la felicidad”.

Así como Sztajnszrajber logró poner a circular en los medios masivos a la filosofía, cíclicamente aparecen otras figuras que acercan saberes o temáticas supuestamente reservadas a la academia o que, en todo caso, excluirían a la mayoría. Esos fenómenos también llegan para romper la inercia de ciertas presunciones generales acerca de lo culto y lo popular.

–De vez en cuando reaparece, en las discusiones con respecto a la calidad de los contenidos de alcance masivo, aquello de que “la gente no quiere pensar”. Pero experiencias como las de Mentira la verdad parecerían desmentirlo …

–Yo creo que hace falta que haya de todo en la televisión. Creo que hay una televisión de entretenimiento que está bien, que hay mucha gente que llega a su casa y quiere poner la tele y reírse, pasarla bien y no poner en juego ahí el pensamiento. No me parece mal, en la medida en que no sea la única opción. Creo que el problema es el monocromatismo, la unilinealidad que hay; que sea solo ese tipo de televisión la que se ofrece. Me parece que la televisión cultural siempre estuvo restringida a un público más chico por un problema de formato, y que ahora lo que se demuestra es que se puede hacer filosofía de un modo entretenido. Pero me parece bien que haya de todo. Me parece que cuando hablamos de democratización de los medios hablamos de eso, de que realmente haya un pluralismo, una diversidad de opciones, cuando claramente en un mundo donde los medios están absolutamente estructurados por el mercado, es obvio que hay un tipo de televisión que es la única que termina existiendo.

Sin embargo, el filósofo rescata un ejemplo del streaming: “Merlí es una serie que se pasó en Netflix, y aunque desde un lugar menos pedagógico y un menor trabajo de contenidos que la mayoría de los programas de Encuentro, también apostó a un contenido donde la filosofía era casi protagonista. Y fue un éxito comercial, no es que fue una serie poco vista. Uno a veces cree que la única opción frente al mercado es resguardarse en el Estado. Y en estos casos lo que se ve es que muchas veces el mercado también va por propuestas diferenciales”.

–De aquellas verdades supuestamente indiscutibles que leemos en los libros de la escuela hasta la posverdad de la actualidad: ¿dónde se ubica hoy una categoría histórica y colectivamente tan trascendente como la de “verdad”?

–Hoy más que nunca es clara la diferencia entre las verdades que se construyen en la vida cotidiana y que tienen que ver con el funcionamiento de las cosas, de lo que es un abordaje sobre la verdad que se puede hacer desde el punto de vista filosófico o de las ciencias sociales. Esto implica que cuando uno genera una indagación filosófica, obviamente radicaliza el pensamiento, y todo lo que pensamos sobre las grandes cuestiones son puestas entre paréntesis para ver sus dilemas, contradicciones y sus tensiones. Podemos seguramente casi todos estar de acuerdo en que hoy es insostenible, desde todo tipo de argumentación, proponer verdades absolutas. Pero cuando te subís a un ascensor o a un avión estás dando por supuesto que ahí hay un sistema discursivo que tiene una relación directa con sus consecuencias utilitarias y que lo que se dice que funciona, funciona. Esa dualidad hace a la dualidad del ser humano, que se permite no solo vivir su práctica diaria sino generar una reflexión, un cuestionamiento y una pregunta permanente sobre todo lo que hacemos.

Lo humano, claro, es también político. “Sí me parece que tanto la categoría de verdad como la categoría de mentira, cada vez menos tienen que ver con una realidad epistemológica, y cada vez más con un uso más bien político, en el sentido amplio del término. La verdad siempre está del lado de uno, y la construcción del otro como un mentiroso lo denosta y le quita un lugar de confianza: me parece que son dos categorías que se volvieron casi significantes vacíos, que se usan permanentemente en la jerga política, independientemente de si después se puede demostrar filosóficamente si realmente es así, o no, lo que se postula. Yo soy de los que piensan que uno de los propósitos de la filosofía es deconstruir la idea de verdad y evidenciar su afinidad con el poder. En general, una de las formas más eficaces de ejercicio del poder es hacer pasar tu propio interés como si fuese el único, entonces lo construís no solo como verdadero sino como obvio, indiscutible”, concluye Sztajnszrajber. «


Mentira la verdad

Temporada 5. Conducción: Darío Sztajnszrajber. Participación especial: Ballet Folklórico Nacional. Coreografía: Damián Malvacio. Serie de 8 capítulos, los miércoles a las 22 por Canal Encuentro.


Después de la emergencia
El cuerpo, el colapso, lo contemporáneo; solo el nombre de esos tres episodios de la nueva temporada de Mentira la verdad remiten, inevitablemente, a lo que la pandemia nos dejó. “Por un lado, me parece que evidentemente fue uno de los sucesos que más nos socavó, y nos hizo sucumbir, de nuestra experiencia de la normalidad en la que veníamos insertos. Realmente fue una interrupción, una detención del funcionamiento cotidiano de la realidad y la posibilidad de sacar un poco la cabeza y ver si es o era posible mover para algún otro lado”, plantea Sztajnszrajber. “Creo que después de ese primer momento en que levantamos la cabeza y vimos las fronteras del paradigma en el que estamos, y donde se dio la posibilidad de visualizar un cambio, vino esa normalización que, como sostiene Foucault desde hace décadas, es la forma más efectiva de ejercicio del poder en los últimos tiempos. Enseguida nos acostumbramos a lo que siguió, los números de los muertos de Covid tenían la misma entidad que el número del clima en la pantalla de televisión. Es decir, se fue dando un proceso de acostumbramiento donde este suceso que pudo haber sido la oportunidad de algún tipo de desplazamiento terminó disolviéndose. Y no solo que nada cambió, sino que de alguna manera se potenciaron las formas que ya preexistían. De algún modo la pandemia vino a potenciar lo que ya éramos. Porque a veces nos olvidamos de eso en esta romantización; como si antes hubiésemos sido felices y faltos de conflicto, cuando la pandemia es un efecto de ese mundo del que veníamos”.


Aquí, allá y en todas partes

Licenciado en Filosofía, desde su aparición en los medios Darío Sztajnszrajber incursionó en todos los soportes que pudo: televisión, radio e Internet, ya sea a la cabeza de programas o como colaborador. Además de Mentira la verdad, en Canal Encuentro también llevó adelante El amor al cine, así como se sumó al ciclo Seguimos educando, un apoyo a las trayectorias escolares en época de cuarentena. En radio, disipó dudas existenciales con Sebastián Wanraich en Metro y medio, fue parte de Lo intempestivo, junto con Luciana Peker; hoy continúa en Futurock con Demasiado humano. Las redes y su canal de YouTube son la continuación natural de todos esos espacios y también la oportunidad para explorar otras experiencias. Pero Sztajnszrajber también escribió libros (Filosofía a martillazos o Filosofía en 11 frases, entre otros), cruzó filosofía con el rock y el teatro (Desencajados) y recorre la Argentina y otros países dando charlas. En esa modalidad, hoy aborda diversos temas junto con Soledad Barruti, y hasta hace poco se presentó con Felipe Pigna en el ciclo Mitos de la historia y la filosofía.