El título es elocuente y a la vez brumoso. La contratapa ofrece las primeras coordenadas y empieza a develar el escenario. «Ella recién está empezando su vida, entre una última adolescencia tardía y el posible amanecer de una mujer. Milita en una agrupación política de moda entre los jóvenes progresistas y escribe sus primeros artículos en diarios alternativos allegados a la militancia kirchnerista (…) Una muchacha chic de los setenta expulsada hacia el futuro, fuertemente politizada». Y complementa: «Él tiene cincuenta y dos años y un montón de libros editados; novelas, cuentos, guiones de cine, textos de historia, psicoanálisis, filosofía, política, investigaciones periodísticas. (…) Un hombre de mirada firme, guapo de una manera no convencional. No ostenta medallas».

Los días de Kirchner es el tercer libro de Fito Páez y no, no se trata de un ensayo sobre el proceso político desarrollado entre 2003 y 2015 ni de una biografía personal o colectiva. Novela corta o cuento largo, Páez revela la historia de amor, pasión, separaciones y mucho más de Mercedes Botana –la China– y Javier Vargas –El Mono–. El relato articula los caminos de la ficción en el marco de algunos de los sucesos de los últimos años de la Argentina.

Pero hay más. No es necesario ser un militante de los programas de chimentos o seguir con desvelo la vida privada/pública de Páez: alcanza con haber pisado alguna vez una peluquería o ser mínimamente permeable a las redes sociales para que operen algunas asociaciones casi automáticas. La China y el Mono parecen edificados a partir del imaginario de lo que pudo ser la relación de la periodista Julia Mengolini con el creador de El amor después del amor. Se trata de una ilusión inicial. Los personajes y la historia van muchísimo más allá, aunque se fundan en esa expectativa. Se trata de una operación de uso extendido entre artistas de diversas disciplinas y el rosarino la ejerce con entusiasmo.

El flamante libro de Páez –que se disponía a presentar ayer, al cierre de esta edición, en la Feria del Libro– también funciona como una galería de sus obsesiones históricas y de algunas menos reconocibles. No faltan mujeres, sexo, drogas, alcohol, feminismo, política, Charly García y Fabiana Cantilo. 

Resulta pintoresco cuando Páez hace reflexionar a El Mono sobre la carrera de Páez: allí se impone cierto tono laudatorio para describir el éxito de El amor después del amor, sus consecuencias y lo que vendría. También aparecen en forma recurrente observaciones sobre el peronismo, mientras Néstor y Cristina Kirchner circulan más como símbolos y/o fetiches. Entre reiteradas descripciones de escenas de sexo compartido y solitario, esa relación de pareja encendida y sus ecos avanzan hasta el presente y forman parte de un ajedrez de implicancias policiales, en el que se cruza el glifosato, intereses económicos internacionales y una muerte.

Esta excursión de Páez por la literatura no es un hecho aislado. Su debut fue con la novela Puta diabla (2013) y luego le siguieron las crónicas de Diario de viaje (2016). Su ambiciosa naturaleza expresiva también lo hizo incursionar en el cine. Escribió y dirigió La balada de Donna Helena (1994), Vidas privadas (2003) y ¿De quién es el portaligas? (2007).

Todavía en plena era de La ciudad liberada (2017) y mientras resuenan las dos presentaciones oficiales del disco en el Luna Park (el 28 y 29 de abril pasados), Páez lanza su nueva novela y ejerce –una vez más– su naturaleza lúdica y provocadora, coquetea con la controversia y expande su mundo creativo. Es más que una cuestión de actitud. «