Los Espíritus llegaron a la antesala de su tercer disco con la demanda de confirmar –y extender– un prestigio muy bien ganado. La efectividad y distinción de Los Espíritus (2013) y Gratitud (2015) dejaron huella y se potenciaron con la activa vocación autogestiva del grupo. El sexteto de La Paternal ya es más que una banda under, pero todavía no circula como un grupo mainstream. ¿Llegó la hora del gran salto? Agua Ardiente ofrece una respuesta contundente: más vuelo, mejores canciones y una muestra de carácter bajo la presión de las expectativas generalizadas. Los asuntos de convocatoria los resolverá el tiempo.

«Este disco nos exigió laburar de otra forma. Por primera vez fuimos a grabar a un estudio. Optamos por El Attic porque podíamos registrar todo en cinta abierta: un anhelo que teníamos hacía mucho tiempo. El hecho de grabar en un estudio alquilado nos obligó a llegar con todo resuelto y muy ensayado. Nos juntamos para tocar todos los días durante casi un mes», revela Santiago Moraes (voz y guitarra). Esa mecánica de trabajo también influyó en las composiciones: «Las canciones están mejor pensadas. Hasta los temas como ‘El viento’, que tienen varias partes, suenan más certeros».

El grupo se completa con Maxi Prietto (voz y guitarra), Miguel Mactas (guitarras), Martín Fernández Batmalle (bajo), Felipe Pipe Correa (batería) y Fer Barrey (percusión y coros). Para muchos, son la banda nueva que se viene. Esa sensación tan caprichosa –con algo de real– que suele edificarse a partir de opiniones coincidentes de propios y ajenos. ¿Pero qué tienen de nuevo Los Espíritus? Una primera respuesta posible sería que no mucho. Se trata de blues, psicodelia, folk, bluegrass y algo de rock. Con letras que –de alguna manera– juegan a dos bandas entre cierta crítica urbana y cuestionamientos al maltrato que sufre la naturaleza a manos del hombre. No hay golpes de efecto demoledores o sonoridades disruptivas. Pero administran géneros y estilos con un groove hipnótico y una cadencia envolvente que potencia los sentidos y redondea las canciones.

Esa naturalidad con la que fluye la música también parece dominar las ansiedades del sexteto. «No nos interesa ser la banda nueva. Ni siquiera sabemos si hacemos realmente algo distinto –sostiene Moraes–. Hemos tocado para 50 personas y en algún festival para 2000. El futuro dirá. No me parece que el grupo se vaya a disolver si va más o menos gente a los shows. Lo que sí puedo decir es que una de las cosas que más disfruto es tocar en vivo y ver que el público cierra los ojos y baila lentamente».

Agua ardiente se sostiene en diez canciones que no ofrecen altibajos. El western «Jugo», la balada «Perdida en el fuego», la pasta de hit de «Esa luz» y el blues sideral de «La rueda que mueve el mundo» son solo algunos ejemplos esenciales. En ese devenir de viajes y melodías adictivas se percibe –quizás más que nunca– el ADN de la banda. Moraes revela: «Cuando Internet se hizo popular empezamos a conseguir discos descatalogados de rock argentino. Ahí descubrimos o redescubrimos a Color Humano, Manal, Pappo y muchos más. De ahí venimos y, con todo respeto y cariño, desde ahí tratamos de sumar nuestra mirada». «

Los Espíritus presentarán Agua ardiente el 23 y 24 de junio en el Teatro de Flores (Av. Rivadavia 780). Abre la Orquesta Típica Fernández Fierro.