El film más esperado del 70º. Festival de Cannes, “Happy End” del austríaco Michael Hanneke, no tuvo el final feliz anunciado por el título al haber decepcionado en parte a la crítica con una historia carente de esa emoción y universalidad que caracterizaron a sus dos Palmas de Oro, “El moño blanco” en 2009 y “Amor” en 2015.

Una historia de la decadencia de una familia industrial en la Calais convertida en asilo de inmigrantes que tratan de entrar clandestinamente en Gran Bretaña a través del Canal de la Mancha, que deja languidecer la acción en largos momentos muertos, terminándola luego abruptamente, desorientando así al espectador.

Es posible, por ende, que no se concrete el sueño de Haneke de ser el primer cineasta premiado con tres Palmas de Oro mientras se candidatea con fuerza su compañero de la sexta jornada, el griego Yorgos Lanthimos con otra de sus refinadas películas donde el humor negro y el surrealismo matizan la tragedia argumental y que lleva el enigmático título de “The Killing of the Sacred Deer” (La muerte del ciervo sagrado).

En la primera media hora de los 147 minutos que dura el film, Haneke conduce lentamente una narración dando pocas indicaciones al espectador que no sean las de la descripción de una vida cotidiana en una familia industrial enfrentada al ocaso del patriarca que ve con horror acercarse la demencia senil y a la ineptitud del nieto heredero mientras un derrumbe con la muerte de un obrero podría crear insolubles problemas económicos.

El veterano director austríaco parece prestar más atención a los momentos muertos del relato dando poca profundidad a los personajes a pesar de contar con actores del nivel de Jean-Louis Trintignant e Isabelle Huppert, ya presentes en su filmografía, así como los recién llegados Mathieu Kassovitz y Toby Jones.

Y cuando el film finalmente encuentra el meollo del relato, con una fiesta de familia interrumpida por la llegada del heredero en plena desintegración psicótica, acompañado por un grupo de refugiados africanos, se termina abruptamente sin darle una solución.

Lanthimos, a su segundo film en inglés y quinto de su escueta filmografía en doce años de carrera, es un experto en llevar de las narices al espectador por terrenos desconocidos e inesperados.

Así, en el seno de una familia normal, formada por dos médicos dedicados completamente al trabajo y a la educación de sus dos hijos, el director introduce un elemento perturbador en la figura de un adolescente cuyo padre falleció a causa una mala operación de parte del cirujano borracho y pide como pago que este elija una víctima propiciatoria entre sus seres queridos.

El espectador se ve envuelto así en una situación que lo atrapa con sus vuelcos argumentales, juguete en las manos de un realizador poseedor de un mundo y un estilo propios que debería merecerle un premio aún más importante que el del jurado, conseguido con su film precedente, “The Lobster”.

Colin Farrell vuelve a ponerse a las órdenes de Lanthimos, que ya lo había dirigido en “The Lobster”, secundado por una espléndida Nicole Kidman, como su esposa, Raffey Cassidy y Sunny Suljic como sus dos hijos, pero especialmente con Barry Keoghan, espeluznante Némesis, que a pesar de los 25 films de su corta carrera es aquí la mayor revelación del film.

Completó la sexta jornada en concurso la nueva película del prolífico director sudcoreano Hong Sangsoo con “Geu-hu” (Al día siguiente), una suerte de apólogo que recuerda por sutileza de enfoque y minimalismo de historia los Cuentos morales del lamentado cineasta francés Eric Rohmer.

Casi no pasa año sin que Hong saque a relucir una película e incluso dos para no decir tres como ha ocurrido este año, en el que “Sola en la playa de noche” conquistó el Oso de Plata a la mejor actriz para Minhee Kim en el festival de Berlín de tres meses atrás mientras además de “Geu-hu”, el director presentó ayer en proyección especial fuera de concurso, 

“La cámara de Claire” siempre con Kim y con Isabelle Huppert en un simple divertimiento rodado en la misma Cannes el año pasado.

“Geu-hu” cuenta la historia de un editor con una agitada vida sentimental y una esposa que descubre tardíamente la relación cuando ya su amante lo ha dejado desde hace dos meses haciendo perder sus rastros.

Ignorante de la novedad y decidida a defender su matrimonio, la señora se precipita a la editorial y confundiendo a la nueva empleada con la amante del marido, la abofetea pero sin convencerse de la inocencia de esta última.

Los equívocos se perpetúan en este simpático marivaudage con tres únicos decorados interpretado por la sempiterna Minhee Kim más el actor fetiche Haehyo Kwon y Saebyuk Kim y Yunhee Cho como el director, la esposa y la amante, todos los cuales tienen el don de dar la impresión de improvisar los diálogos en esta comedia excelentemente estructurada.