El tiempo pasa, nos vamos poniendo cancioneros. Emmanuel Horvilleur, 50 por ciento de Illya Kuryaki and The Valderramas, señor del funk local y pionero de la nación hip hop, optó por desafiar a la pandemia y las imposiciones de la electricidad lasciva para darle curso a Pitada, un disco-película en el que repasa su carrera solista en formato predominantemente acústico y silvestre. No se trata de una reinterpretación de la trajinada plantilla que MTV acuñó en los ’90. El álbum propone versiones despojadas y más linderas, de alguna manera, a los idearios emancipatorios de los ’70, esos que exigían bajar los decibeles y escapar de la ciudad. Pitada fue pensado y grabado durante la pandemia y funciona como un refugio y salvoconducto para lidiar con ella. Una forma de encender la luz al final del túnel y salir a su encuentro. Tanto es así que Horvilleur lo presentará formalmente en vivo el 2 y 16 de octubre en el Teatro Coliseo.

“Es verdad que básicamente mi música es eléctrica, para afuera y con una banda potente que lleva el groove bien adelante –puntualiza Horvilleur–. Casi todos me conocen así y es normal. Sin embargo, siempre compongo con un guitarra acústica y cada canción no deja de ser la melodía que canto y la mejor progresión de acordes que pueda armar. Así que lo que pueden escuchar en Pitada no es tan distinto a cómo sueno en la intimidad. Lo que sí es específico de este trabajo es que lo quisimos armar como una especie de aventura, una nueva forma de escuchar canciones que conocen y proponerlas como un viaje.”

Pitada incluye versiones de “Soy tu nena”, “El hit”, “Llamame”, “Radios”, “19” y “Amor loco”, entre otras. Desarrolladas con una formación que incluye guitarras, banjo, contrabajo y percusión, e invitados como Bandalos Chinos, Zoe Gotusso, Chiara Parravicini y Evangelina Bourbon. El tono es cancionero, íntimo, con trazos folk, pop y alguna brisa psicodélica. En el año en el que cumplió 30 años de carrera, el ex Illya Kuryaki and The Valderramas se reinventa sin soltar amarras con su pasado.

Pitada fue grabado en pleno campo, a cielo abierto. ¿Lo acústico te llevó a la naturaleza o la naturaleza impuso el sonido predominantemente “desenchufado”?

–Creo que una cosa llevó a la otra, en ambas direcciones. Tocando las canciones solo, en plena cuarentena, flashee en grabarlas de la forma más sencilla posible, en un lugar abierto y filmarlo. Era una idea simple, que me atraía más que los típicos shows por streaming que se solían hacer. Pero me empezó a apoyar mucha gente y se hizo una producción con calidad de película y un sonido muy trabajado. Son 55 minutos que invitan a viajar.

–Por un lado se podría pensar que ya no se consumen videos musicales como en la época de MTV. Por el otro, la pandemia abrió nuevas formas de relacionarse con la música.

–Yo pensaba lo primero. Pero a medida que crecía la idea y todos se copaban empecé a reconsiderar. Creo que la cuarentena nos impactó y era piola darle a la gente otra cosa. Algo que podés disfrutar escuchando relajado o mirando más atentamente. En tu casa, con un vino o una cerveza.

–O con unas pitadas…

–O con unas pitadas, claro. Creo que es un clima musical para disfrutar de diferentes maneras. Obviamente que también en vivo.

–Lo que hoy se llama featuring existió siempre, pero ahora funcionan como un link directo a otros artistas y constituyen una estrategia masiva. ¿Cómo se hace para que sean aportes artísticos y no una ecuación de marketing?

–Trabajando para que suenen. Este disco tiene invitados y no son mis amigos. No nos llamamos para contarnos nuestros problemas. Me gusta lo que hacen Bandalos Chinos, Zoe Gotusso, Chiara Parravicini y Evangelina Bourbon y sentimos afinidad. Creo que todos elevaron las canciones, le dieron algo distinto.

–¿Y si los resultados no son los esperados? ¿El compromiso hace difícil no incluir la versión?

–Ahí también tiene que ver el trabajo. Primero juega cierta intuición para invitar a colegas que sentís que pueden conectar con vos y con tu música. Pero si no funciona de la mejor manera de una hay que ensayar, pensar y acomodar todo hasta que fluya. Es mi trabajo. Tengo amigos productores que me cuentan que algunos encuentros se hacen difíciles porque aparecen muchos miedos e incomodidades. Creo que hay que trabajar lo musical, pero también lo humano. Igualmente, nadie está exento de invitar a otro músico y que no pueda o no le interese sumarse a la propuesta. 

–Dante y vos son los primeros eslabones de la escena urbana argentina. ¿Te reconocés como un pionero?

–No me gustan mucho esos adjetivos o títulos. Pero bueno, en julio se cumplieron 30 años de la edición de “Fabrico cuero”, nuestro primero disco. En el ’91/’92 íbamos a casi todos los programas de televisión. El de Pergolini, el de Tinelli, Badía y Compañía… Éramos una rareza. Nos llamaban con buena onda, pero un montón de gente nos miraba como extraterrestres. “¿Estos pibes están locos?” (risas). Hoy es más natural mezclar rap, hip hop y más cosas. De alguna manera sí siento que fuimos pioneros. Como Nebbia con el rock en los ’60, ponele. Pero tampoco te podés quedar en eso.

–¿Qué balance hacés de Kuryaki and The Valderramas, a 30 años de aquel disco iniciático?

–Dante es mi gran compañero musical de la vida. Logramos un equilibrio de aportes artísticos que nos hizo sentir muy bien y dio muy buenos resultados musicales. Creo que dejamos discos muy interesantes, particularmente Chaco, Versus y Leche. Hoy mi hijo escucha las canciones de esos albums y le gustan. Creo que hay una vigencia importante ahí. Pero también creo que es una banda con un potencial mayor que no logramos desarrollar. Pudimos dar mucho más.

–¿Por qué no se desarrolló ese potencial? ¿Por problemas en las relaciones personales?

–Es una opinión mía… Quizás nos faltó ambición. Los Stones, por ejemplo, no tocan por la guita. Hace muchos años que no la necesitan. Tampoco por amistad. Quizás Richards y Wood son amigos, pero no creo que Jagger sea amigo de ninguno de ellos. Tocan y graban por ambición, por cierta necesidad de hacer, de ser más grandes, de quedar en la historia de la mejor manera posible. Creo que a los Kuryaki nos faltó ambición para ganar otro lugar en la historia. Pudimos ser más constantes y obtener mejores resultados.

–Gran parte de la carrera de IKV estuvo marcada por la influencia de MTV. ¿Cómo te llevás ahora con el streaming y el reinado del algoritmo?

–Capaz que no me funciona el algoritmo, pero algo de ritmo tengo (risas). MTV fue muy importante. IKV no hubiera sido lo mismo sin ese factor. Porque podés hacer muy buena música, pero si no llega, te quedás en tu casa. Nos permitió ser conocidos y tocar en toda Latinoamérica. El algoritmo no quiere a la gente de nuestra generación. Pero, bueno, es así. Por eso intento golpear cada puerta y dar a conocer mi música por otros caminos también.



¿Cuándo?
Emmanuel Horvilleur presenta Pitada. Sábados 2 (agotado) y 16 de octubre a las 21 en el Teatro Coliseo, Marcelo Torcuato de Alvear 1125.

Letras, tributos y respeto
Uno de los motores de la cultura rock es la energía y el imaginario sexual. Pero casi siempre se le cantó desde el punto de vista de los hombres. No es llamativo. También en eso el rock funcionó como un espejo de las desigualdades de las sociedades de todo el mundo. Las letras y simbología de IKV y Emmanuel Horvilleur solista hicieron de la sexualidad ostentosa una marca registrada. En estos tiempos en los que se revisan múltiples sedimentos culturales, ¿es saludable bajar los decibeles de ese tipo de letras o lo verdaderamente deseable es que tanto hombres como mujeres y disidencias tengan espacios de equidad para expresar estas voluptuosidades y tantas otras?
–Alguna vez pensé en hacer un disco que se llamara Tributo a mi pija. Pero quizás no es una gran idea (risas). La sexualidad y la sensualidad siempre fueron para mí motores creativos. Mi manera de escribir o de sentir es así. Hay algo mágico en el encuentro sexual con una mujer o con quien sea. Pero obviamente que uno no escribe de la misma manera cuando es chico que décadas después. Son contextos personales y hasta sociales diferentes. Quiero creer que ahora lo hago mejor. No me atrae la pacatería ni lo políticamente correcto. Creo en el respeto por quiénes escuchan y por uno mismo.

El impacto de la pandemia y el futuro de Xavier

La pandemia parece ir quedando atrás con un altísimo costo en vidas y la incertidumbre de si efectivamente su final es definitivo. Pero su impacto es mucho mayor al que se puede mensurar desde lo estadístico.

–¿Que extrañaste más durante el período más duro de la pandemia?

–Afortunadamente no tuve pérdidas cercanas. Y claro que, dada mi profesión, no poder tocar y hacer giras fue terrible. Pero lo que extrañaba más era el encuentro humano. Lo más simple, que quizás antes pasábamos por alto. Encontrarse con un amigo a charlar, jugar al fútbol, meter un gol y abrazar a los compañeros… Que la presencia de otra persona signifique un riesgo es algo horrible. Los cuidados fueron muy necesarios, pero también implicaron costos.

–¿En este período pudiste hacer más cosas además de Pitada?

–Sí. Traté de aprovechar el tiempo. Tengo ganas de editar un Xavier II, el sucesor del disco de 2019. Eléctrico, con mucho ritmo y para adelante. Ya junté varias canciones y grabé algunas. Tengo claro para donde apunta. Ya llegará el tiempo de hacerlo realidad.