«Voy a cantarles un tema que va a estar prohibido» (Teatro Coliseo, 25/12/1981)


La secuencia, casi dantesca, se puede ver en YouTube. Es febrero de 1987. Charly García está parado en el escenario cordobés de La Falda, en una madrugada de lluvia insoportable, con una banda improvisada en el baño de damas y sin ser contemplado en la grilla. Estrenaba «No voy en tren», mientras esquivaban proyectiles del público. Entonces lanza la frase mítica: «¡No me maten acá! ¡Prefiero morir en Hollywood!». Compilar y contar recitales de Charly, desde el Conservatorio Thibaud-Piazzini en octubre de 1956 hasta el estadio de Ferro en diciembre de 1993, es una decisión astronómica. Pero alguien decidió emprenderla. Roque di Pietro editó el libro Esta noche toca Charly: un viaje por los recitales de Charly García (Gourmet Musical), que parafrasea el verso del tema Loco, no te sobra una moneda, de la época de Serú Girán, nunca grabado por Charly, que decía “esta noche toca Pappo, no me lo puedo perder”. Unas 600 páginas componen este ejemplar, que se apoya en cientos de grabaciones, un monumental archivo periodístico, documentos inéditos y más de 50 entrevistas, desde Daniel Grinbank hasta ex compañeros.

Di Pietro es un fan, pero no uno cualquiera: se trata de un coleccionista obsesivo y meticuloso, que irá desgranando la constelación charlyana, aprovechando también la proliferación de material extraoficial que se multiplica en el reino de Internet. De hecho, tras la publicación del libro volvió a dispararse un furor por incunables de Charly: el bajista Christian Basso subió a las redes registros inéditos de la fugaz banda solista de Charly Las Ligas, de la que participó en 1986; y esta semana un fan dio a conocer una filmación del mítico recital donde un espectador le apunta a García con un arma, que luego se supo era de juguete, lo que derivaría en la autoproclamación: «Soy el Lennon del subdesarrollo».

El libro permite entender las transformaciones de un artista único, dentro del devenir de un país que siempre va mutando. Él mismo lo analizaba en 1985 ante Gloria Guerrero para la revista Humor: «El otro día me di cuenta, pensando, de cómo en los ’70 yo participaba de un espíritu colectivo y ahora soy yo: ‘no me toquen, no quiero’, ‘no necesito a nadie alrededor’, esa cosa de sobreviviente que quiere juntarse consigo mismo. En la dictadura había un enemigo en común y ahí compuse mis canciones más combativas. Desde el ’83 desapareció el enemigo, al menos del gobierno, no sé si del poder, y la cosa cambió. Ahora tal vez el enemigo está dentro de mí o en los mismos lugares donde están mis amigos».

Presentaciones en vivo de Charly las hay desde sus 4 años, cuando arranca en el conservatorio. Y Di Pietro decidió investigar desde ahí. Para él, la genialidad de García puede que no radique tanto en el hecho de haber tocado obras clásicas a una edad precoz, sino en «la manera en que se apropia de esas músicas, las filtra y las incorpora a su lenguaje pop con absoluta maestría». Incluso en la época de Serú Girán, Charly fue a una profesora particular de piano, Pichona Sujatovich, la madre de Leo. En esos días compuso «Desarma y sangra».

El niño García se topó con el fenómeno Beatle y ya nada fue igual. Luego vendrían grandes recitales de rock. Y alguna perlita en el medio, como el músico y entonces directivo de RCA, Horacio Malvicino, que tiene el curioso récord de haber desechado a Sandro, Sui Generis y Cerati. Un hallazgo es el recital de Sui Generis en Beccar en 1974, donde se pueden escuchar las letras originales del disco Instituciones, antes de que el productor Jorge Álvarez se las censurara por presión de la Triple A. En «Música de fondo para cualquier fiesta animada» se escucha: «Y en la fiesta la noche pasa amablemente / y hasta el juez se acuesta con el presidente / bailan y ríen».

En 1977, La Máquina de Hacer Pájaros, con un Charly demostrando un manejo maestral de los sintetizadores, y que ya empezaba a ser mirado de reojo en el ambiente por su tendencia al “show”, cantaba “qué se puede hacer salvo ver películas”. En años de plomo se animaba a decir en ritmo de candombe: “mi amada está, lejos de acá, en un país hipernatural”.

Serú Girán tuvo un vapuleado debut en el Festival de la Genética Humana, cuya presidenta de la Fundación que lo realizaba era la esposa de Videla. Con sarcamo, Charly cierra el recital diciendo que harán “el último tema, para terminar con este evento benéfico para la ciencia moderna”. Hay risas y uno del público grita: “¡Verso!”. «Voces hermafroditas», «los dobles de Serú Girán», y que Charly tocó acordes «rudimentarios» fueron algunos de los dardos de algunos medios especializados. Por esa época, la revista El Periscopio, de izquierda, tituló «Charly García: ídolo o qué». Todo fue condensado en la irónica tapa de La grasa de las capitales. En Obras (junio del ’80), ya en la cima, estrenan «José Mercado», en pleno neoliberalismo militar. Lo anuncia: «Está hecho a propósito de la importación y de la defensa de la industria nacional».

Como se ve reflejado en el libro, las críticas de la prensa, e incluso de colegas, datan ya de la época de Sui Generis. Abarcaban desde su visita al programa de Mirtha Legrand en la época de Serú Girán, la incorporación de máquinas y temas bailables en «Clics modernos», y hacer un recital sponsoreado por Fiorucci, hasta el estreno de «Los dinosaurios», desacreditado por efectista: «Es un insulto a la inteligencia del compositor de temas como ‘Instituciones'», dijo Pelo.

Más allá de la reconstrucción de recitales, nunca exentos de polémicas y genialidad, una perla del libro son las entrevistas a Charly, especialmente en los ’70. Figura la primera que le realizó Patricia Perea, en la época de la Máquina de hacer pájaros. Se trata de la clásica «Peperina», corresponsal cordobesa de El Expreso Imaginario, enemistada con Charly luego de reiteradas críticas negativas hacia Serú. Pero al principio se llevaban bien. Las preguntas, jamás editadas en un medio gráfico, iban desde el cine hasta su actitud “cirquera” en el escenario: “De alguna manera es algo positivo porque estoy liberando mi cuerpo, no solamente liberando mi mente. Es muy piola que la gente sepa que también tiene un cuerpo y el cuerpo está para usarlo y reventarlo y todo eso. Lo de reventar el cuerpo ponerlo de alguna maneras que no parezca lo que todos sabemos que es…”. El otro gran hallazgo es una entrevista colectiva de La Opinión en 1977, donde reúnen a músicos «clásicos», como Leda Valladares, Osvaldo Pugliese, Ariel Ramírez y Edmundo Rivero, con dos jóvenes del rock, Charly y David Lebón, para debatir «¿Qué pasa con la música popular?». Los acusaban de extranjerizantes. Respondía Charly: «A nosotros se nos achaca un desconocimiento de las raíces musicales argentinas de tango y folklore, y estoy seguro de que ustedes conocen menos nuestra música que lo que conocemos nosotros de las de ustedes. Creen que nuestra música es la misma que la de Leo Dan o la de las cumbias». 

Hacia 1993, con un memorable recital en Ferro que cerraba la etapa del modo de componer y dar recitales más «tradicional», y donde hay señales del Charly que vendrá, Di Pietro decide poner fin al libro, con perspectiva de continuar en un futuro con la segunda etapa. Estaban por venir La hija de la lágrima, Say No More, el constant concept y «lo que ves es lo que hay», la «huida hacia adelante», más escándalos e internaciones, más recitales extraordinarios y perlas musicales, como Kurosawa y Cuchillos. Una mirada irónica de ese futuro ya se podía traslucir en esta respuesta:

Susana Giménez: –¿Qué fue lo primero que hiciste cuando saliste de la clínica?

García: –No te lo puedo decir, porque por eso me internaron. «

> Recital en el Gran Rex, en 1990, donde a Charly le apuntan con un arma que resultó ser de juguete:

> Inicios de Serú Girán, criticados por la prensa, por «voces hermafroditas» y «acordes rudimentarios»:

> Último recital con el que cierra el libro, y que concluye la etapa «convencional» de componer y dar presentaciones en vivo de Charly: Ferro 1993.