Los actores siempre esperan un texto que los movilice, alguna pieza que esté a la altura de la pasión que sienten por lo quehacen. Al menos así lo afirma Fabián Vena, quien tras una carrera de más de 30 años y una gran variedad de papeles y autores recorridos, todavía siente esa adrenalina de querer descubrir nuevos mundos desde el escenario. Casi de casualidad, a partir de una recomendación de lectura por parte de un conocido, Vena encontró un libro del autor mexicano Juan Villoro y se obsesionó. El siguiente paso fue darle forma de obra, idear una puesta y presentarla los domingos en el Teatro Regina. Conferencia sobre la lluvia es la historia de un bibliotecario que intenta dar un discurso y divaga ágilmente entre sus autores favoritos y los libros que marcaron su vida, en un viaje profundo por sus amores y desencuentros, nunca exentos de melancolía y humor.

 «El espectáculo es para que disfrute aquel que tuvo algún contacto con su propia sensibilidad. Es para aquellos que leyeron aunque sea un libro en su vida o los que sintieron estar enamorados o algún fuerte sentimiento de esos que dejan marca. Mi personaje es fanático de los libros y mira la vida a través de ellos. Es interesante porque si uno se encuentra con un fanático de algo, de cualquier cosa, siempre nos va decir algo valioso, a enriquecernos de alguna manera. Por eso, cada vez que me preguntan digo los mismo: Conferencia sobre la lluvia es una pieza de amplio espectro, porque el texto se va ensanchando a medida que avanza la obra», explica el actor que se animó a ponerse a cargo de la dirección (por primera vez) y explorar el unipersonal, con todas sus dificultades y desafíos incluidos.

Vena habla con pasión de la obra, que poco a poco también lleva a distintos puntos del país. «Es una historia que nos expone parte de la naturaleza del amor y nos provoca una inevitable identificación. Me pasó de todo al leerla. Empecé a imaginar que los que más la disfrutarían son los lectores, los amantes de los libros, pero creo que las limitaciones empiezan a ser ridículas en el teatro. Cuando se interpreta un texto no hay límites, porque no existe la moral, no existe la edad, no existe el sexo. No es necesario limitarse cuando se quiere hacer buen teatro. Si algo te deja la puerta abierta a la imaginación y a sentirte cerca del que lo relata, la magia ya está en acción. Esta es una obra de la que nadie sale indiferente», puntualiza el actor.

Para Vena el bibliotecario es un personaje que proyecta humor, que genera risa cuando está más hundido en su tragedia y encadena conclusiones poéticas de lector apasionado. «Me sentí  muy cercano a él porque armé mi vida en función de la profesión –confiesa–. Aposté a desarrollar las posibilidades expresivas que se deben tener como actor, ya sea frente a una cámara de cine, televisión o en el escenario. Cada abordaje de un personaje y de una obra tiene su manera. Disfruto mucho la creación porque uno tiene que desentrañar el misterio de los textos: el porqué se hace lo que se hace.»

–¿Cómo afectó tu vida encontrar tu vocación de chico?

–Creo que el teatro me salvó la vida. Le ha dado un sentido a mi vida. Al principio no me daba cuenta y renegaba de ciertas cosas. Pero los años me dieron calma. Tengo sensaciones vivas de mis primeros pasos. El teatro comenzó para mí a los 11 años, a los 13 hice mis primeras obras, a los 15 comencé a estudiar más seriamente y a los 17 decidí formarme de la mejor manera posible, ser lo más profesional que estuviera a mi alcance. Y tengo esas sensaciones muy incorporadas de lo que te provoca pasar por un estudio de teatro y la transformación que te provoca. Te transforma en el mejor sentido, te alimenta como ser humano, te hace crecer como persona y cada día te da más material para aportar al escenario. Toda mi vida quise aprender y con los años fui perdiendo la arrogancia juvenil para darme cuenta que de a poco uno debe ir cuidando todos los aspectos del trabajo de manera integral. Con la teoría, la práctica y la técnica vocal. Esta es una profesión que conlleva un reconocimiento del propio cuerpo, un cuidado que es para siempre y un nivel de pasión y observación por la vida que te cambia. Porque de ahí es donde nos vamos a nutrir. Entonces, a partir de ahí, todo lo que te pase es una situación que te retroalimenta para seguir creciendo en tu oficio. Esta es una profesión que no tiene jubilación, porque esto te acompaña hasta el final.

–¿Cuánto influye la experiencia en la seguridad de un actor?

–Es clave. Con el tiempo conseguís más serenidad y podés ver todo más claro. Yo me quejaba de que en la televisión, por ejemplo, uno no tiene la posibilidad de desplegar registros muy diferentes y en cine muchos menos. En contraposición al teatro, donde tenés una infinidad de registros y géneros para abrir las puertas. Es verdad que en teatro tenemos la chance de entrenar muchísimo nuestro instrumento con contextos mucho más ricos que una situación cotidiana. Eso permite expandir el abanico expresivo y ponerlo al servicio de la próxima obra. Pero con el tiempo me di cuenta que como yo tenía esa fascinación por el teatro, la cámara para mí era algo más distante y menos amigable. Hasta que encontré la comodidad que se necesita para hacer tele, pero me di cuenta con los años. Creo que el tiempo te va abriendo los ojos y aprendés que hay que adaptarse a lo que el trabajo solicite, porque la transmisión de sentimientos o vivencias humanas es igual.

–¿Te molesta que se te recuerde por programas como La banda del Golden Rocket, por nombrar uno?

–No, para nada. No reniego de lo que generaron los programas de éxito en los que estuve. Tampoco, de los que no anduvieron bien o no vio nadie. Cuando llegué a la fama ya tenía un recorrido, aunque no me había dado cuenta, y eso me dio cierta tranquilidad. Pero como dije antes, con los años me fui  templando.

¿Cuál es el rol que tiene un actor en la sociedad?

–Hay una idea que me encanta: un actor debe subir al escenario con un espejo para que el público puede mirarse a sí mismo. Somos un medio transmisor. La sociedad tiene que mirarse a través del espejo del actor. Nosotros somos encargados de contar las historias que nos pasan. Pero los actores también somos espectadores, formamos parte de la sociedad y queremos ser representados con historias y emociones. «

La vuelta a la televisión

En los próximos meses Fabián Vena volverá a la televisión de aire. Será en la próxima serie de Pol-ka, que se llamará Mi hermano es un clon. La ficción de El Trece protagonizada por Nicolás Cabré comenzó a grabarse hace pocos días y llegará a la pantalla a mediados septiembre –ocupará el espacio de Simona–. «Es una nueva motivación, me parece interesante porque es una comedia familiar, algo que yo transité poco. Sí he hecho comedia dramática o alguna que otra cosa, pero en ese horario, con el tipo de humor que va a manejar, es un desafío muy interesante que me encanta encarar», reconoce el actor, quien será parte del elenco junto con Violeta Urtizberea, Tomás Fonzi, Marcelo de Bellis, Darío Lopilato, Luis Machín, María Onetto y Andrea Bonelli, entre muchos otros. «Además, a mi edad, me toca un papel distinto a los que hice en todos estos años, estoy algo ansioso», confiesa.

Dirección y docencia

Esta es la primera vez que Fabián Vena dirige una obra teatral. «Nunca pensé que ocuparía este rol. La necesidad fue apareciendo a medida que iba leyendo el texto. A medida que avanzaba me imaginaba una versión teatral y que le pondría esto o aquello. Muchas veces los directores te acompañan e iluminan abriendo caminos, para que el actor resuelva. No quería tomar el riesgo de dirigir a otras personas. Preferí dirigirme a mí mismo, algo que me di cuenta que vengo haciendo desde siempre, aunque de manera solapada y para mis adentros. Así que sólo tome la decisión y lo hice», admite Vena.

En este debut como director lo acompaña su amigo José Luis Arias. «Necesitaba de alguien que me acompañara en este camino que emprendía por primera vez y José Luis, un hermano de la vida, me ayudó en muchos aspectos, tanto para dirigir como para lanzarme a caminar la docencia de una forma más metódica –hace poco abrió su estudio de formación actoral–. José Luis tiene una mirada muy profunda y stanislavskiana, que es algo que me gusta y en lo que ambos nos formamos. La idea de dar clases era una circunstancia insospechada. Pensaba que la gente se aburría cuando me pasaba horas hablando de técnica actoral, porque es algo que me apasiona mucho y no a todos les pasa lo mismo. Pero él me hizo ver que es algo básico para la seguridad de un actor, así que me animé. Siento que tengo una edad en la que puedo transmitir la experiencia con claridad de conceptos porque son conocimientos que tengo de joven».