Florencia Peña siempre es noticia. Porque es inquieta, siempre va por más y no se amilana frente a las adversidades: al contrario, pueden funcionar como una oportunidad para redoblar la apuesta. Es el aprendizaje de 40 años de carrera, en la que al rol de actriz se sumaron los de conductora e influencer. En pocas horas volverá a su primer amor, el teatro, con la obra Network, basada en el film homónimo de Sidney Lumet (1976), una versión de Juan José Campanella de la adaptación de Lee Hall sobre el cinismo de los medios de comunicación.

El tema es un «viejo conocido» para la actriz, que desde muy joven aprendió a lidiar con los vaivenes de la crítica y los estándares de una televisión en permanente cambio que, con las nuevas tecnologías, evolucionó –si es que cabe la palabra– hacia lugares insospechados. Algo que se hizo más nítido, al menos para ella, en su debut en la conducción, con alegrías y sinsabores, al frente de Flor de equipo, en Telefe; un camino en el que también busca ser ella misma, algo que asegura haber alcanzado en su nuevo ciclo, La Pu*@ ama (lunes a viernes a las 22, por América), en el que el rating le resulta algo esquivo. Peña no pensaba volver a las tablas este año, pero cuando leyó el guión se dijo: «Esto no puedo perdérmelo». 

El film Network, con guión de Paddy Chayefsky, hacía una crítica mordaz del periodismo, pero también de la sociedad estadounidense de los ‘70. Protagonizado por Faye Dunaway y Peter Finch, se llevó cuatro premios Oscar en 1977. Poco después, Hall la adaptó al teatro a pedido del National Theatre de Londres y luego llegó a Broadway. Ahora es el turno de Buenos Aires, con una propuesta inmersiva, la cual aseguran que no tiene precedentes en la Argentina por su despliegue tecnológico, en el que luces, cámaras y pantallas se operan sobre el escenario en tiempo real, de modo de dar cuenta del ritmo frenético de las transmisiones en vivo en las cadenas de noticias.

Peña interpreta a la ambiciosa productora Diana Christensen, quien al ver los altísimos niveles de audiencia alcanzados tras un escándalo interno, decide multiplicar la fórmula en diversos horarios y llevarla a extremos inquietantes. Se trata de un personaje completamente diferente al que la actriz encarnó en la película La panelista (2021), de Maximiliano Guitiérrez: una integrante de un programa de chimentos más pendiente de la estética que de lo que tenía para decir. Sin embargo, ambas propuestas tienen algo en común: el minuto a minuto, a cualquier costo.

–¿Tu faceta de conductora aportó material para tu personaje en Network?

–A un actor todo le aporta material porque trabajamos con lo que somos, con nuestras vivencias, con lo que nos atraviesa. Nuestros instrumentos son nuestra cabeza y nuestro cuerpo. El tema de esta obra, que para mí es esencial en la cartelera porteña, me viene atravesando desde muy niña, por el pensamiento que tengo de qué significan los medios de comunicación y cómo pueden afectar la vida de las personas. No iba a hacer teatro este año porque tenía pautado Casados con hijos y un musical para el año que viene, además de tele y un montón de otras cosas, pero cuando leí el material dije: «Yo no puedo no hacer esto. Esta experiencia la tengo que vivir, aunque sea un ratito, unos meses».

–¿Qué significan para vos los medios y cómo te atravesó esa vivencia a lo largo de tu carrera?

–Imaginate que yo me crié en los medios, pasé de que sólo se hablara de mi trabajo –porque no existía internet y cuando llegabas a la tapa de un diario era por tu talento– a la globalización. Con ella y con un montón de cosas que se empezaron a entender en la Argentina, empecé a tener una mirada mucho más crítica sobre los medios, con respecto a cómo le pueden afectar la cabeza a la gente y cómo muchas de las cosas que hoy pensamos llegan, sin darnos cuenta, ya opinadas. Se acabó la neutralidad y desde hace mucho tiempo. No es solo un problema argentino. Cuando se empezó a entender que a los medios de comunicación los manejaban corporaciones, que no dejan de ser empresas que necesitan facturar, ahí advertimos que la información es un bien muy preciado y que depende de quién la tome puede ser una cosa u otra.

–Eso plantea Network.

–Claro. La obra está basada en una película de los años ’70, cuando en Estados Unidos ya se hablaba de esto, pero en Argentina no hace tanto que empezó a ponerse de manifiesto. Hace unos 20 años que se debate la necesidad de una Ley de Medios o sobre qué significa una corporación. Por eso creo que Network va a interpelar a la gente, ni siquiera a los medios (que cada persona que trabaja en uno tiene en claro la situación). Me parece que hay algo de esa interpelación que es muy potente y necesaria. Y es increíble cómo está contada la historia: tenemos un set de noticiero dentro de un escenario giratorio, con 50 metros de pantalla: lo que van a ver es 360°, hay cámaras en el escenario con tomas en primer plano como si fuera cine. Fui parte de grandes musicales y de superproducciones, pero esto es distinto porque, además, el texto es muy potente. Creo que va a tener un gran suceso, sobre todo por los debates que va a generar.

–En La panelista interpretaste a una comunicadora pendiente del rating. Network, lleva ese recurso al extremo. ¿Qué lugar le deja la TV actual a la impronta del conductor?

–Bueno, sabés que yo siempre tengo problemas con mi impronta, no es de lo más requerido en la tele (risas). Cosa que lamento: a esta altura pensé que estábamos un poco más deconstruidos. Sí creo que la televisión abierta, sobre todo, se ha convertido en un negocio donde obviamente se pueden hacer cosas de calidad, como es La Voz y muchas otras que vimos en los últimos años, pero básicamente manda el rating. Y eso es un poco de lo que yo traté de huir cuando me fui de Telefe. Tenía la necesidad de hacer algo más relacionado con mi deseo de ser feliz en un lugar y hacer las cosas que me hagan bien. Aunque eso signifique ponerle el cuerpo a las críticas, porque soy una guerrera y me gusta el rock and roll, evidentemente. Me la recontra banco. No soy ingenua: el ataque no es solo por una cuestión de ideología, me di cuenta que es por mi manera de ver la vida también, por cómo me paro frente a determinadas cosas que no sólo tienen que ver con ser o no ser peronista. Ese combo es lo que a veces se resiste.

–¿Qué sucedió con la denuncia que la diputada Marcela Campagnoli, de la Coalición Cívica, presentó  ante la Defensoría del Público por «contenido sexual y grosero» en tu programa?

–Me reí en la cara pero, con altura, mandé un comunicado como de diez páginas contestando la demanda que firmaron ocho diputados del PRO. La denuncia hablaba de que hacíamos incitación a la felación, que usábamos la palabra «puta» y que banalizábamos la prostitución. Un sinfín de cosas de las que nos reímos bastante, pero lamentamos que se ocupen de eso a esta altura del partido. La verdad es que todo lo que pasó con La Pu*@ Ama me sorprendió para mal. No entendí. Creo que se mezcló todo, que fue una operación contra mi persona, para que la gente no me vea más ni en la tele ni en el teatro.

–¿Una operación política?

–Cuando empezó el programa, a las tres de la tarde yo ya era tendencia en las redes, y lo fui como dos días, con el lema de que el programa era una mierda. Estaban esperándome con cuchillo y tenedor. No importa ya, porque estas operaciones las vengo sufriendo hace más de diez años. Se han instalado como verdades que he sufrido en carne propia y sigo estando acá. Y la gente no es ni parte de los trolls, ni de los que mandan a hacer operaciones, los que tuitean o me bajan el Instagram. Empiezo a sentir que hay algo de lo que digo o de cómo lo digo que molesta en lugares importantes. A algunos le molesta cómo pienso y por eso me quieren disciplinar. Nunca fui tibia y siempre fui coherente. Y los que antes eran de izquierda y ahora son de derecha, son justamente los que me critican. Parece que, de repente, algunos culos no se pueden mostrar: ¡el de Kim Kardashian sí, pero el mío no! «


NETWORK

Versión de Juan José Campanella. Dirección general y puesta en escena: Corina Fiorillo. Elenco: Florencia Peña, Coco Sily, Eduardo Blanco, César Bordón y Paglo Rago. Estreno: 14 de julio, Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1125.


Las convicciones y los costos
Florencia Peña asegura que no perdió el entusiasmo por la política, muy por el contrario. Si no hace declaraciones tan explosivas como en otras épocas es simplemente porque “le pidieron” que baje el tono.

“Sufrí muchísimo y, como quiero seguir siendo actriz, como vivo de lo que amo, entonces no tengo tantas ganas de hablar”, sostiene. De todos modos, cuando afirma que está en contra de que prohíban el lenguaje inclusivo, está “diciendo algo”, aunque ya no dé “nombres y apellidos” porque –sostiene– perdió mucho trabajo.

Para la actriz el disenso es algo valioso, tanto, que celebra trabajar en Network bajo la dirección de Juan José Campanella, con quien no tiene “nada que ver” ideológicamente. “Nuestra democracia es muy joven y todavía no podemos separar la ideología del artista. Para mí es un lujo trabajar con él. Me parece muy importante para la obra, porque no estamos hablando de un partido político, sino de los medios en general. Me encanta poder compartir el trabajo con compañeros que no piensan como yo, porque la vida no puede ser nunca interesante si todos pensamos igual”, afirma. Peña también subraya que sigue siendo peronista, “cada vez más peronista”.


Sin necesidad de ser aprobada

Si bien Florencia Peña apoya las causas de los feminismos, a veces recibe críticas desde ciertos sectores de esos espacios por mostrar su cuerpo o por cómo aborda ciertos temas. “Se supone que una señora de casi 50 años, con libertad sexual, es algo que no se banca. Al parecer, si sos actriz y feminista no tendrías que subir desnudos en IG o no podés ser buena en tu trabajo si sos mal hablada. A mí nada me define, no soy solamente una madre, una esposa, una actriz o una conductora. Soy muchas, todas a la vez o a veces por separado”, sentencia.

En ese sentido, recordó con pesar el ataque del “fuego amigo” recibido el año pasado cuando hizo una producción fotográfica para la revista Gente en la que buscaba concientizar sobre la violencia de género. “Las mismas mujeres que pertenecen a distintos colectivos feministas me terminaron destrozando como si hubiera cometido el sacrilegio de meterme con un tema que unas pocas elegidas pueden transitar. No necesito ni el permiso ni la aprobación de nadie”, afirma.