Horacio Fontova se presenta el jueves 15 a las 21:30 en Boris Club (Gorriti 5568) con El Affaire Luciana, “un relato de las aventuras amorosas vividas en París durante el exilio”, define. “Algunas reales y otras es exageración”, aclara cuando se le pregunta cuánto de ficción y cuánto autobigráfico guardan esas historias. “Y todo eso acompañado de música -continúa-. A cada acción, a cada aventura o desventura le corresponde una música, que en general son muy internacionales: española, italiana, jazz, todo una ensalada. Siempre tratando de que sea con buen humor, que es fundamental en este momento porque si no te reís, morís.”

No es el único proyecto actual del Negro. El viernes 9 se presentó en el Teatro de Avellaneda con “todo un set de música folclórica argentina”. Se trata de los grandes clásicos en su versión, acaso mas jazzera, reconce. “Samba de mi esperanza, La nochera, La Salamanca, El burrito cordobés, La Añera, Paisajes de Catamarca, etc, etc, ya llevo grabados 38 temas, así que vamos a ver qué hacemos con eso. Como es una producción independiente, lo hacemos con mi mujer, nomás, nos tomamos los tiempos que necesitamos.”

Inquieto con sus palabras, que juegan cual aquel juguetón tema que tituló Pelotas de Ping Pong, podría definirse que la relación de Fontova con el lenguaje en general (porque a sus decires no le faltan gestos) es como con el antológico Flipper: él tira la bola, ella hace de las suyas, rebotando aquí y allá, y cuando se quiere escapar por la canaleta, el Negro la vuelve a poner en juego; incluso lo hace cuando son varias. Por eso no extraña que su Humano-Cero Humano, el nuevo libro que acaba de terminar, sean relatos que “reflexionan sobre el quehacer humano, y no es humorístico, a lo mejor hasta medio trágico. Y la parte Cero Humano se refiere a los animales, que son mis favoritos en este planeta. Son todos monólogos de animales tatando bien cómo es el modus vivendi de cada uno: hormigas, lombrices, vacas, ballenas, águilas, canguros a ver qué dirá un animal en un momento de su vida pero en primera persona”.

Esa preferencia está acompañada por pequeños estudios que Fontava dedicó a cada una de las especies que toma como voces de sus reflexiones. “Lo lindo de esto es que para ver qué piensa cada bicho de sí mismo, traté de estudiar bien las características fisiológicas de cada uno. Y ahí vas descubriendo cosas que uno ni siquiera se imagina, como que los pulpos tienen tres corazones y son sordos; a partir de ahí, qué dirá un pulpo de su propia vida ahí en el fondo del mar. Trato de ser lo más romántico posible.”

Reconocido simpatizante y militante de todo lo que se entiende por campo popular sin perder nunca su identidad peronista, Fontova cree que, además de un momento para no perder el humor como para sobrevivir, intuye que las molestias y también las necesidades de la gente están muy relacionadas a “esta puta grieta que se formó”. Percibe que hay “mucho odio inculcado”, y que eso debe ser tenido en cuenta para cualquier artista popular “para tratar de tender ciertos tipo de puentes”. En especial para poder supera “las mentiras tremendas que se han venido creyendo algunos, porque realmente le vienen quemando la cabeza a mucha gente y de hace mucho tiempo. Ellos no son tontos, son astutos”.