El próximo domingo a la noche estallará la euforia típica de los momentos que tanto se esperan: mezcla de felicidad porque finalmente llegó, de tristeza anticipada porque terminará; el último capítulo de la séptima y anteúltima temporada de Game of Thrones unirá en ese sentimiento común a multitudes tan dispares como distintos son los lares de los que provienen, algo que pocos acontecimientos en los tiempos recientes de la humanidad logran concitar.

Más allá de todos los análisis de diverso tipo, lo que aún cuesta explicar es cómo en la era de la dispersión, la segmentación y los aislamientos varios, una simple, fantasiosa y épica historia totalmente inventada ha logrado no sólo llamar la atención de dispares millones de individuos alrededor del mundo, sino que se hable de ella como de ninguna otra, incluso por aquellos que jamás la vieron.

 

Es cierto por demás que las características tecnológicas de los tiempos en los que la serie comenzó favorecieron mucho el fenómeno. No menos cierto que pocos como HBO son capaces de expandir los límites de su uso, tanto desde lo promocional como de lo creativo. Capítulos de diferente duración en la actual temporada, que a su vez cuenta con muchas más escenas de acción que en otras y también abandonó la idea de la “sorpresa” en el capítulo 8, cuando las temporadas duraban diez; mezclar cursilería de bellas imágenes de atardeceres en lugares paradisíacos con escenas para la antología del audiovisual, diálogos sin mayor trascendencia que lo informativo con reflexiones originales. Es el tipo de combinación de casi todo lo ya conocido lo que hizo a Game of Thrones una de las producciones más innovadoras de la reciente edad de oro de las series.

Compitiendo con el realismo de unas -basadas o no en hechos reales- y las fantasías catastróficas de otras -especialmente las del apocalipsis zombie-, GOT, la serie, fue dejando de lado de a poco las aventuras pergeñadas por George R. R. Martin para centrarse cada vez más en una especie de representación del pulso de la vida moderna. Desde la recreación que permite el escenario de características medievales, recorrió (y recorre), los conflictos individuales y de filiación, los de convivencia y parentesco, los de crecimiento, madurez y crepúsculo, y sobre todo el de relaciones de poder: en lo micro y macro social, GOT es un compendio de alto nivel instructivo para masas deseosas -y ansiosas- por entender mejor el diagrama en el que se desarrolla su vida, cómo son los mecanismos de los poderosos para someterlos, de los pares para competir, de la historia para condicionar, de la psiquis humana para evadir la realidad, del instinto para encontrar la posibilidad de fuga o adaptación.

El próximo domingo promete fiesta. Y una sensación de vacío que la especie no confirmada de que la última temporada será en 2018 y no en 2019 como se dijo, en principio no podrá calmar.