Llegar a la casa de Horacio Guarany parece difícil, pero no lo es. Basta con preguntar a cualquier persona que esté en las calles de Luján para que te dé la indicación exacta.

Él abre la puerta con cara de gruñón, pero no tarda mucho en lanzar un chiste. “¿Cómo anda, Horacio?”. “Mal. Pobrecito, Guarany, él está tranquilo, tomando unos mates, y vienen del diario a joderme”, dice, dejando entrever en sus ojos una sonrisa que la barba esconde con cuidado.

El cantor y creador de gran parte del cancionero argentino comenzará esta noche un ciclo de recitales en el ND Ateneo, en el que hará un recorrido por varios recitales.

Con 86 años, tiene ganas de seguir cantando, se muestra impaciente y dice que las entrevistas no le gustan mucho. Sin embargo, apenas el grabador se enciende comienza a hablar de a poco pero de lo que él quiere.

–¿Reflexionó mucho sobre su oficio?

–Yo nací cantor. Me marcó la estrella, sea el dios, sea Mahoma, sea la naturaleza, algo te marca cuando nacés. Creo que uno ya nace marcado con una estrella entonces algunos se dedican a esa estrella, otros la traicionan, por intereses cambian y son unos pobres desgraciados. El sistema que domina la mentalidad de los pueblos ese es el gran daño del mundo, eso nos hace creer qué es lo bueno y qué es lo malo. La mayoría nacemos con una estrella, pero como eso no da plata, no sirve. El mundo te hace creer que hay que buscar títulos porque eso es lo que vale, pero la vida es simple y el hombre la complica. Hay que vivir sin grandes ambiciones y con la honradez clavada en el pecho para no traicionar y para no traicionarse a sí mismo.

–¿Cómo formó su carrera?

–Crecí en pleno obraje, en los montes. Ahí empecé a ver la injusticia, cómo el hombre trata mal al hombre, y lo castiga. Cómo un capataz, un kapanga, que es un hombre igual que uno pero amigo del dueño, anda a caballo, tiene un látigo y hasta le pega a sus propios paisanos. Después me trajeron a Alto Verde, y me prestaron a un boliche que tenía cuadrera, caballos de carrera, gallos de riña y mujeres convidadoras de la noche. Mi escuela fue el monte y sin haber estudiado nada, pude llegar a ser lo que soy, que no será mucho, pero que a mí me hace muy feliz.

–Esto del hombre que castiga al hombre, ¿cómo se traslada a la música y su relación con el mercado?

–La música no se inventa, la música nace con uno, desde la tierra. Si naciste en Santiago, la luna es Santiago, el campo, la gente, la comida todo existe. Los árboles existen no son pintados y esto te nutre, te crea tu sensibilidad, tu identidad. ¿Por qué el salteño hace baguala? ¿por qué el santiagueño no hace baguala? ¿Por qué el tucumano hace la zamba como nadie? ¿por qué el santiagueño hace chacareras?. Porque la música nace con uno, entonces nosotros los argentinos nacemos con la chacarera, con la baguala, el tango, el estilo, el chamamé, el rasguido doble, tenemos una variedad de música hermosísima, pero somos colonia norteamericana. Entonces vos te crías escuchando rock, que puede ser una buena música pero no tiene nada que ver con nosotros, eso nació allá. Si decís que cantás chacarera y zamba sos una negrita ordinaria, si decís que cantás rock and roll no. Nos han destruido el sentimiento, así mañana, cuando decimos que Norteamérica nos aprieta, contestamos, “no, yo amo Norteamérica”. Nos quedaron complejos de latino.

–Bueno, pero acá los músicos de rock crearon un sonido propio.

–Sí, los argentinos hacen muy buena música de rock, pero no es música argentina, no es rock nacional. Uno no hace tarantela y es una tarantela nacional, porque la tarantela es italiana. Hay muchos buenos músicos argentinos que hacen rock, pero ¿por qué no hacen zamba y chacarera? Porque no son de sus tiempos, pero bueno, llevalo a tu tiempo. Mirá el ejemplo de Piazzolla, el tango es viejo, pero él hizo otro tango y lo respetan por igual en todo el mundo. No digo que todos canten zambas, y chacareras, pero si ese talento de los rockeros argentinos se dedicara a mejorar su música, por orgullo, por sentimiento sería mejor.

–Igual todos hacen en algún momento una zamba, una chacarera…

–¡Pero mala! O me cogés bien o no me cojas, carajo! Querés hacer zamba, dedicate.

–¿Usted sigue componiendo?

–No, ya no. He compuesto mucho mucho y tengo demasiada facilidad para componer por el oficio. Me dije que no, porque al final estoy mintiendo. Yo ahora te hago una canción si querés, pero una canción tiene que nacer, tengo miles, entonces para qué. Escribí libros, ya voy cinco libros que me sacó Sudamericana acerca del mundo, de todo lo que pasa esto de que hoy para el mundo triunfar es ganar plata.

–Usted es de una generación que triunfó en la música

–¡No! ¡¡No triunfé!!

–Pero hay gente que quiere ser como usted, hacer música como usted…

–Mirá, muchos comenzaron siendo fanáticos de Guarany, y como decían que yo tomaba mucho, y ellos querían ser como Guarany se han hecho borrachos. Yo sí, chupé mucho, pero tengo 86 años y puedo bailar tres tangos.

–¿Por qué siente que no triunfó?

–Porque para mí esto no es triunfo, es vivir. Siento que he vivido muy bien y que vivo muy bien, que soy feliz viviendo. A mí me dan premios… yo los regalo, regalé doce discos de oro, ¿para qué los quiero? Me dan medallas, copas, me quieren hacer homenajes todos los días y yo no quiero. Homenaje es que me vean 10 mil, 20 mil tipos, no que me den una copa de oro.

–¿Vio el Festival de Cosquín?

–Es mala la gente, ¿no? Porque dicen que le han puesto “La Salada del folklore”. ¡Te venden todo! Dicen que una canción te cuesta 15 mil, dos 30 mil, qué es una feria persa! Cuando nosotros lo hicimos a Cosquín era otra cosa.

–¿Qué cosas lo llevaron de un escenario a otro?

–En Alto verde cantaba con los payadores, y en la escuela cantaba mucho también. No estudié nunca nada, pero me ponían muy bien diez todos porque iba por los grados y cantaba. Después vine a cantar por acá, por bares de lo que ahora es Puerto Madero. Ahí el escenario tenía una maderita en donde escondíamos las cervezas que nos regalaban, que al final las devolvíamos y nos daban la plata. Al otro día, choquizuela, una papa unos fideos y comía eso.

–¿Cuándo empezó a ganar plata?

–Gané mucha plata, pero siempre la gasté, nunca guardé la plata. Ahora tengo mi mujer, mi compañera divina y ella me administra, si no, yo no tendría nada. Me divorcié y dejé todo lo que tenía, me quedé con un yate que le compré a Amalita Fortabat y con el que me voy hasta Paraguay a visitar amigos.

–¿Tiene todavía muchos amigos?

–No, ya no. Se me han muerto los mejores amigos, pero sí tengo ocho, diez, doce, la mayoría no están. Son todos muy boludos y se mueren.

–Es una etapa medio difícil, ¿no?

–No, qué se jodan, ¿para que se mueren? Es el destino que te tocó y bueno, me dieron pena los que se murieron jóvenes. A ellos les tocó, algún día me va a tocar a mí… No sé, dentro de 30 o 40 años, yo no tengo ningún apuro

–¿Va a seguir cantando?

–Mientras me sienta bien… Porque para pasar vergüenza no. Tengo la garganta sana y la voz bien, felizmente. Lo que ya no me gusta es viajar, cantar sí, me encanta subir al escenario, ¡hasta me baño ese día!