No son nada, dice el tango, pero 20 años y 14 discos después, Ismael Serrano cree que es casi un milagro festejar sus dos décadas en la música. «Siempre he sentido que mi carrera es un viaje y un aprendizaje. Estuve de constante gira, cosa que  también forma parte de mi manera  de entender este trabajo. Para mí es fundamental andar con la guitarra al hombro, y siento que los discos siempre se terminan cuando se cantan  sobre el escenario. Yo no creía que iba recorrer España como lo hice, menos Latinoamérica y ni siquiera cantar con gente como Serrat, Sabina, Mercedes Sosa, que son con los que yo he crecido, que eran los que escuchaba en el tocadiscos de mi padre. Me siento un afortunado», dice el cantautor español que se presenta este viernes y sábado en el Luna Park para festejar dos décadas de recorrido musical y 20 años desde su primera visita a nuestro país.

«Mi primer disco, Atrapados en Azul, me llevó a la Argentina y tuve la suerte de visitarlos muchas veces más y en cada viaje estrechar más el vínculo. Hoy parte de mis mejores amigos viven allí, gran parte de la gente con la que trabajo diariamente es de allí y hasta parte de mi familia. Mi hija mezcla el voseo con el tuteo, es argetiñola: mitad argentina, mitad española», revela el músico vía telefónica desde Madrid, en diálogo exclusivo con Tiempo.

Serrano cree que la clave de estos años de vigencia tiene que ver con la coherencia. El trovador, de fuerte postura ideológica y compromiso con los que menos tienen, cree que si el chaval que con 20 años escribió junto con su hermano Daniel «Papa cuéntame otra vez», se encontrase «con el tipo que soy ahora, no creo que lo disguste tanto, al menos no sería muy duro: se reconocería. Soy consciente que mis abuelos lucharon siempre por lo mismo que yo creo». El músico se crió en Vallecas, un barrio trabajador del sur de Madrid: «Toda la vida sentí la lucha y tragedia ajena como algo propio. La vida te va llevando a tener la necesidad de cuestionar la realidad», confiesa.

–¿Sentís que creciste como artista?

–Muchas veces me digo que me hubiese gustado tener la claridad y el conocimiento que tengo ahora, luego de tantos años de aprendizaje, pero al principio de mi carrera. Siento que estoy en mi mejor momento, en cuanto a la libertad que tengo. Cuando uno empieza entiende la industria musical como un territorio hostil, lo que te pone muy a la defensiva porque hay muchos intentos de injerencia y yo no quería eso. Pero la dureza para enfrentar eso también te impermeabiliza para aprender fácilmente. Fruto de la arrogancia, cuando uno comienza se es en exceso solemne y rotundo porque cree saber todas las respuestas. Pero  con el paso del tiempo te das cuenta de que las preguntas son igual o más importantes que las respuestas. 

–¿Cuál es el rol del músico en la sociedad?

–Siendo parte de esa ciudadanía, no queda otra que formar parte del debate y ponerle banda sonora. Hacer el retrato social y sentimental del tiempo que te toca vivir, trasladado al idioma de las canciones que te salgan. En tiempos tan convulsos como este, lo que uno quiere es ser capaz de retratar ese relato social y ponerle música de alguna manera. La canción, aunque sea de amor, genera un espacio de encuentro que es tremendamente útil en los momentos de adversidad. En los tiempos que se viven, puedes sentirte solo y que no tienes capacidad de influir en la realidad y las canciones ayudan a que la gente se sienta acompañada. Eso es tremendamente fuerte.

–Existe un prejuicio en torno al cantautor. Muchos creen que privilegian las letras por encima de la música, ¿es así?

–He escuchado que se dice de artistas como Serrat o Silvio Rodríguez que con cuatro acordes se arreglan, sobre ellos construye la melodía y luego la canción. No es justo porque si tú analizas las canciones, te das cuenta que tienen una complejidad armónica y melódica que va mucho más allá de eso. Creo que si te dejas llevar por esos comentarios puedes caer en la tentación de buscar giros armónicos muy rebuscados. Yo ya me siento en un camino de vuelta. Busco la sencillez, la claridad, así que hago lo que me nace. 

–¿Cómo hacés para que la realidad no te abrume?

–Creo que la única manera de sobrellevar esto es generar espacios de intercambio de ideas o sumarnos a ellos. Participar en democracia no sólo es votar cada cuatro años. Puede ser cualquier cosa, desde un fanzine en la universidad, o la asociación cultural o deportiva del barrio, o un sindicato. No hay que relegar el protagonismo a otros. Hay que tomar las riendas de esto. Cada uno como pueda y desde su lugar. Por darte un ejemplo: aquí en España no podemos luchar contra muchas cosas porque no hay sindicatos fuertes para organizar la lucha de los trabajadores. Eso te da la idea que lo de la unión hace la fuerza no es un lugar común. 

No tan distintos: España y la Argentina

Para Ismael Serrano la situación de España y la Argentina no es tan diferente. «La desconexión entre el relato de los partidos políticos que gobiernan y la realidad es abrumadora. Aquí en España se ha dicho que la crisis ha terminado, y por otro lado todos los días se va perdiendo el poder adquisitivo, los jóvenes están en una situación de precariedad  de la que no hay precedentes. No quieren protestas y la libertad de expresión está jodida. Vivimos en una encrucijada», admite el cantante.

Y agrega: «Veo que en la Argentina tampoco se están dando respuestas a las necesidades de la gente, y defienden intereses muy particulares para los que supongo que sí estarán funcionando las medidas que privilegian a los que más tienen, apoyando los oligopolios, liberalizando el mercado laboral y disminuyendo la inversión pública. Su agenda no tiene nada de novedosa. Ya se ha hecho y en ningún sitio se ha demostrado que haya dado resultados positivos. Pero no quieren responder a la gente, claramente. Nunca cumplen lo que prometen, mienten y hasta han decepcionado a gran parte de sus propios votantes, aunque no creo que les importe demasiado». «