El sueldo promedio de un docente argentino, en bruto, es de $ 17 mil. Un vestido de alta costura como los de Jean Paul Gautier no cuesta menos de € 60 mil y puede llegar a cifras millonarias. El famoso diseñador de modas francés desembarcó en la Argentina, más precisamente en el Centro Cultural Kirchner a instancias del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, junto con el Museo de Bellas Artes de Montréal, con el apoyo de la Maison Jean Paul Gaultier, la Embajada de Francia en Argentina y el Institut Français d’Argentine.

El objetivo de la visita fue presentar la muestra Amor es Amor. El matrimonio igualitario según Jean Paul Gaultier, un show de alta costura y una clase magistral. Es cierto que hoy para la mayoría de los argentinos las cosas más elementales resultan tan inaccesibles como una prenda de Gaultier. Pero no es menos cierto que el gobierno y sus voceros mediáticos hacen gala de una frivolidad tan irritante que resulta una provocación. 

La llegada de Gaultier encaja perfectamente con la esquizofrenia política que los trabajadores argentinos viven a diario, pertenece a ese país paralelo a la realidad que genera empleo, es éticamente transparente y crece de manera invisible, razón por la cual la mayoría, en la imposibilidad de ver ese crecimiento, ciega ante la abundancia, cree erróneamente que no tiene plata para satisfacer sus necesidades más elementales. 

En la gacetilla de prensa remitida por el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos capitaneado por Hernán Lombardi puede leerse: “Amor es Amor. El matrimonio igualitario según Jean Paul Gaultier incluye vestidos excepcionales por la audacia de sus diseños y refinada confección. Se trata de una celebración del matrimonio que reúne todo tipo de unión —heterosexual, gay, transgénero, intercultural e interracial— para conmemorar el amor en la diversidad y la lucha contra la homofobia. Una instalación inédita compuesta por una torta de boda de tres metros de altura y maniquíes animados integra la propuesta expositiva.” Cabe aclarar que dichos maniquíes tienen caras de celebridades que incluyen la del propio diseñador. 

También el texto, que bien podría haber firmado en su momento Ionesco, parece pertenecer de esa realidad paralela instaurada por el gobierno de Cambiemos. Quienes hoy celebran la diversidad sexual y racial pertenecen a un gobierno cuyo presidente considera la homosexualidad como “enfermedad” y “desviación”. Por su parte, la vicepresidente Gabriela Michetti votó en contra de la ley de matrimonio igualitario cuando era diputada. Lo mismo hicieron el hoy ministro de Defensa de la Nación Oscar Aguad y Federico Pinedo, actual presidente provisional del Senado de la Nación. Hay que decir en favor de Lombardi que en 2006, cuando aun no estaba en la función pública, puso la piedra fundacional del primer hotel cinco estrellas gay-friendly de América del Sur junto con los accionistas españoles. Porque una cosa son las convicciones y otra muy distinta, los negocios. En cuanto a la unión interracial que propone la muestra, los gendarmes que disparan contra los mapuches parecen no haberse enterado de la exposición de Gaultier. 

En la misma gacetilla se reproducen palabras de la secretaria de Contenidos Públicos Gabriela Ricardes: “Con cambios revolucionarios en el diseño, Jean Paul Gaultier, una de las figuras más relevantes de la moda, puso en el centro de su creación a la diversidad en un sentido amplio. Contribuyó a arraigar un mensaje de respeto e igualdad que excedió su ámbito y causó un impacto positivo en la sociedad en su conjunto.” ¿No será mucho? ¿O es que en la época de la posverdad los agentes del cambio social son los diseñadores de moda? Según parece, las dos propuestas fundamentales del diseño de Gaultier, el corset para la mujer y la pollera para el hombre, le dan un status de revolucionario similar al del Che Guevara. 

“Argentina –alardea el texto en cuestión- legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo el 15 de julio de 2010. Se convirtió así en el primer país de América Latina en reconocer este derecho en su territorio y en el décimo país en el mundo en aprobar esta clase de unión.” Es curioso que una funcionaria reivindique como logro lo que tanto rechazo causó en su momento en las figuras más relevantes del Pro, integrante principal de la alianza gobernante.

Un capítulo aparte merecerían las crónicas sobre las actividades del diseñador francés en el país. Aunque tienen el tonito superado de quienes entienden que Gaultier es un artista exquisito, se parecen demasiado a las que aparecían en la vieja sección de Sociales de algunos medios, donde se consignaban minucias de la “gente bien”. “Jean Paul Gaultier en Argentina y enamorado de las carteras con pezones” titula Clarín disparando todos los cañones de la tilinguería al mismo tiempo. Pero el problema no es el diseñador francés, sino el lugar que se le asigna en un país devastado. Hubiera sido un espacio más apropiado para su exposición el Faena que el Kirchner, pero hasta el momento ningún periodista indignado ha preguntado: ¿pero esto es lo que hacen con nuestros impuestos? «