En la vida como en el intermitente fulgor de los medios, uno de los afanes más grandes es el de equilibrar la idea de evolución con la de fidelidad. Si los temas del ego son materia excluyente de la psicología y la filosofía, en la industria del entretenimiento aquellos también pivotean, pero alrededor de comprensiones más mundanas. En ambos casos, de todas formas, se trata de ser o no ser, cambiar o no cambiar, o de seguir siendo más o menos así, pero con alguna dimensión nueva. De los insondables abismos de nuestra esencia a la pantalla plana, lo que somos y lo que mostramos es el desvelo primero. Y para quienes subsisten trabajando de comunicadores, más aún en tiempos de hiperexposición, el dilema es peliagudo.

Pero siempre hay excepciones, en la vida y en los medios. Entre las sístoles y diástoles del país, de las empresas por las que pasó, de los cambios de época y los de su profesión, Juan Di Natale logró primero construir, después sostener, tres décadas de trayectoria en radio y televisión. “Como dice Mauricio en su libro: ‘mi viaje es personal’ (risas). Nunca imaginé que iba a hacer las cosas que hice, no tenía como objetivo hacer una carrera en los medios, sino que primero me movió la curiosidad. Yo era chico, me divertía, no sabía muy bien donde me estaba metiendo y eso, después, se fue convirtiendo en un oficio y en una pasión. A veces prevalece una, a veces otra, y a veces van de la mano. Y hoy, si me preguntás, no me imagino mi vida sin la radio”, dice el conductor del histórico Day Tripper, que termina el año al frente de Reloj de plastilina, en Mega, un programa dedicado al rock donde, con sus diferencias, mantiene los códigos de la FM que aprendió en Rock and Pop; pero también como líder de Segunda dosis, la emisión de actualidad que marcó su debut en la AM, en este caso, de Radio 10.

“No te digo lo mismo de la tele porque entré y salí muchas veces, y me encanta trabajar en televisión. Me gustaría también hacer cosas que aún no tuve oportunidad, pero la radio es como mi ‘oficina’, es el trabajo cotidiano que aprendí y eso se me hizo carne, por decirlo de algún modo”, aclara Di Natale, quien además, desde su irrupción en La TV Ataca y CQC, viene de surfear en la pantalla, en los últimos tiempos, propuestas como el exitoso Sobredosis de TV, junto a Elizabeth Vernaci, o Contiendas de la ciencia, un envío de divulgación, por Encuentro.

-Fuiste parte de propuestas que marcaron toda una época, desde la Rock and Pop o, en la tele, Caiga quien caiga. Con el diario del lunes, ¿qué creés que influyó para que surgieran esas nuevas ideas?

-Hay dos cosas; por un lado, circunstancias históricas. Si hablamos de Rock and Pop, es una radio que comienza en el ‘85, en medio de la primavera democrática, en un momento de replanteo, de aire renovado, que hizo que surgiera un medio que empezó a hablar de otra forma. Rock and Pop cambió el lenguaje de la FM (después vendrían muchos más cambios), pero en ese momento produce una gran transformación, no sólo por la música, que empezaba a tener un lugar protagónico con la escena del rock y del rock argentino en particular, sino también porque aparece una forma de hablar y de hacer radio más relacionada con la noche, la calle y con las distintas juventudes, por decirlo de algún modo. Tanto con respecto a Rock and Pop como con CQC fui un afortunado de haber formado parte de estos proyectos y yo no podría decir en qué, pero sé que mi pequeño input puse en cada uno de esos proyectos, soy una parte pequeñita de esas historias. En la radio entré siendo el más joven y lo fui por mucho tiempo. Con respecto a CQC, a principios de los ‘90 se estaba generando una renovación en los medios audiovisuales también desde la producción, con gente muy joven con poca experiencia en los medios, que después generaron todo un expertise.

-Entre tu aterrizaje azaroso y el trabajo que encaraste en la radio, lograste una voz muy reconocible desde el principio.

-Hay como algo de estilo personal que se va construyendo con el paso del tiempo. Hoy no hablo por la radio igual que hace veinte años, y mi manera de relacionarme con la audiencia también creo que hoy es otra. Es un poco lo que te sale naturalmente y un poco el personaje que se va construyendo; un poco a voluntad, y un poco de una forma no controlada. Yo tal vez tenía una manera diferente del resto, más afectada en mis 20 que ahora, pero porque venía de escuchar muchas clases de Letras (risas). Después, cada uno tiene su estilo de humor, sus gustos personales, y también en la medida en que yo empecé a filtrar y a investigar y armar mi propia formación de conocimiento musical: como yo era un poquito más joven que otros conductores de Rock and Pop, ponía la oreja en otras cosas.

– También hubo cambios sociales que produjeron revoluciones en la comunicación: entre otros, los feminismos y la perspectiva de la corrección política en la enunciación de determinados temas. ¿Cómo navegaste eso después de trabajar en proyectos tan disruptivos como marcados, sobre todo, por una impronta de varones? 

CQC ya terminó y Rock and Pop es una radio que existe aún, pero fijate que cuando hablamos parece que habláramos del pasado. Obviamente los cambios de paradigma nos invitan a todos a reflexionar y a revisar también nuestras formas de pensar y de comportarnos. Esto es continuo, pero hay momentos en que la discusión o el cambio en las mentalidades parece ser más fuerte o más dramático. Quiero decir que tanto Rock and Pop como CQC son revisados o mirados desde el presente y cuestionados desde esta perspectiva, y está bien que así sea, pero yo soy de los que cree que debemos juzgar las épocas con las reglas y las idiosincrasias y las mentalidades de esos momentos, y no de otros. Hay posiciones que me invitan a modificar mi forma de pensar y de comportarme y otras que no; uno entra en diálogo con las ideas que circulan, algunas las tomás, otras las discutís. Siempre nos enriquece. Respecto a la corrección política, creo que hay un momento en que se vuelve un poco represiva. Todo pasa por una cuestión de adecuación entre discursos y audiencias.

-¿Por ejemplo?

-Hay determinadas audiencias que están dispuestas a escuchar algunas cosas que otras no: hay códigos compartidos de humor, de ideas, que hacen que determinados discursos sean adecuados o aceptables en un lugar, y no en otro. Esto también tiene sus riesgos: vos me podrías decir que hay una audiencia para el discurso nazi, pero no estamos hablando de eso. Yo no tengo la respuesta de cuál es el límite para la incorrección política, depende de muchas cosas, y también estoy a favor de lo incorrecto, sin dialéctica entre corrección e incorrección vamos a vivir en un mundo sin gracia. Los bordes entre lo correcto y lo incorrecto tienen que estar siempre en discusión.

-¿Los medios están más violentos?

-En las redes, la circulación de odio, particularmente en Twitter, es descomunal. Tiene que ver con otros fenómenos, creo; con lo que le pasa a la gente en aislamiento o la que busca obtener algún tipo de protagonismo a través de una agresión pública. En los medios tradicionales pasan dos cosas: por un lado, se mira al pasado y se señala violencia donde antes no lo percibíamos. Por ejemplo, un conductor comportándose con un invitado o invitada de una forma que ahora no aceptaríamos. Ahora, si vamos al discurso sobre la política, creo que en la actualidad hay expresiones mucho más violentas. Las cosas que se dicen hoy sobre los dirigentes políticos no se decían en los medios hace 30 años. No tenías a periodistas desaforados hablando sobre la salud mental de un dirigente o bramando que alguien tiene que ir preso. Se opera mucho más salvajemente hoy, en los medios, que hace unos años. A la vez, creo que todo está mucho más expuesto, se nota más, y eso es positivo. El tema es quién quiere notarlo: porque también está ese otro fenómeno por el cual todos vamos a escuchar y a ver aquello que confirma nuestra forma de pensar, sin darnos cuenta de que nuestra forma de pensar fue construida por eso mismo que queremos ir a ver. Hay una retroalimentación muy tóxica ahí.

-¿Por qué creés que pega tan bien la dupla que hacen con “la Negra” Vernaci?

-Mirá, tal vez está mal que yo diga esto, pero creo que es porque la Negra y yo somos de verdad. Pero digo esto y hay un montón de gente que no es de verdad y también pega (risas). Pero la buena onda que hay entre nosotros es real, conectamos con los contenidos del programa de una forma distinta, porque ninguno de los dos es estrictamente un periodista de actualidad, o político, tampoco somos militantes de nada más allá de las ideas que compartimos o no, entonces nos relacionamos con el material del programa de una manera muy libre, más allá de las posiciones editoriales que el programa tiene, que son claras y están en los informes. Además, no es menor el hecho de que la Negra y yo estamos hace un montón de años dando vueltas, y nuestras caras y voces son familiares para la gente. Y que estemos juntos, además, me parece que para muchos es símbolo de una época.