A 40 años del conflicto bélico, la Televisión Pública prepara una programación especial sobre la Guerra de Malvinas. El primero de los ciclos es Malvinas y yo, una propuesta de narrar en primera persona esta dolorosa y compleja experiencia colectiva.

La idea es abordar la guerra a partir de historias individuales de quienes desde distintos lugares se vieron implicados e implicadas en Malvinas y cargan con una herida que aún permanece abierta. De esta manera, las microhistorias contribuyen valiosamente al relato de la macrohistoria.

Así, a través de los seis programas, se sucederán, entre otros los testimonios del soldado y operador de LRA Radio Nacional Malvinas, Fernando Díaz, familiares de soldados muertos en combate y del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), Alicia Mabel Reynoso y Stella Maris Morales y el reconocido cantante lírico Darío Volonté, sobreviviente del Crucero General Belgrano, que contará su experiencia personal en este hecho histórico. 

La intención del ciclo es también echar luz sobre el pasado para revisar el presente. En ese mismo sentido próximamente se estrenará Malvinas, Fake News, una coproducción de Televisión Pública con la Agencia de Noticias Télam que buscará reflejar el rol del periodismo durante la guerra, tanto en Argentina como en Gran Bretaña. 

Julieta Ortega es la encargada de conducir esta primera etapa. La actriz viene de un año con intenso trabajo. Integra el elenco de la comedia Perdida mente (con dirección de José María Muscari) y estuvo al frente del ciclo Nosotras (Canal Encuentro, donde recita poesías de escritoras argentinas contemporáneas o de vigente actualidad, como Alejandra Pizarnik). Sin embargo, no dudó en asumir este nuevo compromiso que constituye un valioso aporte a un tema caro y doloroso para las y los argentinos. 

–La serie de documentales se llama Malvinas y yo. ¿Qué es para vos Malvinas? 

–Yo tengo un recuerdo de Malvinas que es el que tiene la gente de mi generación que es el de una guerra muy corta, por cierto, pero que uno la recuerda como más extensa, interminable. La sensación de triunfalismo hasta que finalmente perdimos. En el colegio: la confección de las bufandas y la ropa de abrigo que se donaba y que nunca llegó, la famosa carta que se escribía a los soldados desconocidos y se enviaba dentro de un paquete de chocolate, las canciones que cantábamos sobre estar ganando o la «Marcha de Malvinas» que se popularizó en esa época. Yo no tengo contemporáneos que hayan ido a la guerra.

–¿Y actualmente?

–En mi vida adulta, siento que a diferencia de otros hechos históricos es una guerra poco revisada. Malvinas es una guerra incómoda porque fue inventada por la dictadura. Eso la hace desconcertante, plena de delirios y horrores y por ende se revisó menos que otros hechos.

–¿Qué te llevó a aceptar el proyecto? 

–Cuando me ofrecieron este proyecto, se combinaron muchas cosas. Este no es un programa sobre la guerra sino que es un documental de seis capítulos con historias contadas en primera persona que no habían sido narradas antes, periféricas a la guerra. Me pareció importante recuperar estas otras voces inéditas que también tuvieron heridas, traumas y a las cuales la guerra cambió sus existencias. En términos profesionales personales, completaba el año de una manera linda. Es muy importante darle la palabra a estas personas que no la tuvieron porque es un reconocimiento, porque puede aliviar penas y fundamentalmente porque son protagonistas de la Historia. 

–En términos personales, ¿qué testimonios te conmovieron particularmente? 

–Me interesó especialmente el que se emite este miércoles que es el de los trabajadores de ATC. Yo frecuentaba Canal 7 en esa época, de chica me llevaba mi madrina Ana María Picchio a las grabaciones de Andrea Celeste. Creo que esto fue antes de la guerra. Pero también fui al famoso programa que aparece en el documental 24 horas por Malvinas que hicieron Pinky y Cacho Fontana. Fui con mi papá y dos de mis hermanos, así que tengo ese recuerdo.

–¿Qué evaluación hacen en tu familia de ese programa? 

–La dictadura jugó con la buena voluntad de las personas. Era un programa de ayuda a los combatientes. Las donaciones simplemente no llegaron. Es fácil juzgar a veces la Historia con el periódico del día después.

–¿Vos qué recordás del ambiente que se vivía detrás de las cámaras? 

–Era una sensación rarísima. Había gente armada detrás de los conductores. Esas cosas que uno ve en las fotos de esa época y se pone a pensar: ¿Qué era esto? ¿En qué locura vivíamos? Ese documental me interesó mucho porque Canal 7 era en ese momento el vocero de la dictadura, el encargado de monopolizar la comunicación. La guerra se contaba a través de ellos. Me pareció interesante escuchar a los trabajadores del canal para saber cómo se vivía la experiencia, de qué cosas se podía hablar y de cuáles no, cuáles eran las indicaciones. 

–¿Qué revisiones en clave de género hay en los documentales? 

–Me viene ahora a la memoria Tahiana Marrone, actual mujer trans y ex combatiente, una historia maravillosa que no conocía. Ninguna de las historias las había escuchado antes, pero esta me pareció particularmente interesante. También hay testimonios de enfermeras que han tenido que sufrir cualquier tipo de maltratos y destratos por parte de varones. Cuando venía la prensa, las hacían servir café y que aparecieran así en las fotografías y no como heroínas. Llevó muchos años para que se las reconozca como excombatientes.

–¿Qué importancia tiene esa serie de documentales para la memoria histórica? 

–La importancia de revisar un hecho que fue menos revisado que otros hechos de la Historia. No se sabe ni se analiza tanto a nivel social el tema Malvinas. Tuvieron que pasar muchos años para que aparezca en la academia y sean reivindicados en la memoria colectiva. Los históricos juicios a los responsables de la dictadura, la lucha incesante y valerosa de las Madres de Plaza de Mayo y la lucha de organismos de derechos humanos hicieron posible analizar las nefastas consecuencias del golpe de Estado del ’76 y el terrorismo de Estado. Se tuvo y se tiene acceso a los testimonios de detenidos sobrevivientes secuestrados en los campos de concentración, de familiares de desaparecidos en la dictadura. Estas historias a las cuales por supuesto siempre es necesario volver, y nunca es suficiente, han sido bastante revisadas. En cambio, Malvinas sigue siendo un tabú. Por eso me parece necesario revisar este hecho que forma parte de la dictadura y donde los soldados fueron víctimas también de los genocidas.

–¿Por qué creés que se habla menos de Malvinas que de otros hechos históricos? 

–Supongo que el trauma de la derrota después de las comunicaciones triunfalistas produjo efectos de no poder digerir una guerra que había sido apoyada masivamente. Entonces, inmediatamente después al conflicto bélico se produjo un proceso de desmalvinización que fue tan terrible como la guerra. Uno piensa en humillaciones como las de los veteranos de guerra olvidados, vendiendo almanaques en los colectivos durante la década del noventa. Por mucho tiempo pesó un silencio absoluto como si fuera vergonzante todo lo relacionado con Malvinas. Y eso es terrible. Un país que no revisa el pasado no tiene futuro. Un país que no se piensa, que no se mira en el espejo de lo que fue, es un país que probablemente cometa los mismos errores o errores semejantes. Errores y horrores. «



Malvinas y yo

Conducción: Julieta Ortega. Equipo de producción: Woody González, Camila O’Donnell, Gustavo Giordani, Esteban Cuevas, Laura Bolón y Magdalena Pinheiro. Miércoles a las 23 por la Televisión Pública.





El eterno retorno de lo reprimido

En aquellos estremecedores días de 1982, la sociedad argentina vivió en poco más de dos meses la primera manifestación de resistencia contra la dictadura organizada por la CGT (31 de marzo), la Plaza de Mayo repleta para aclamar al dictador Galtieri (abril), la preocupación por los infortunios de la Selección Argentina en el Mundial de España (mayo) y la indignación que hizo a muchos gritar frente a la Casa Rosada «Galtieri, borracho /mataste a los muchachos» tras la derrota (junio). Luego, por largos años, el silencio. Cabe destacar que no mejor le fue a la sociedad inglesa que pasó de repudiar las políticas neoliberales de Margaret Thatcher a proclamarla como una nueva estadista y entronizarla en el poder durante toda la década del ochenta tras la victoria bélica.

«Yo esperaba que me reciba todo mi barrio y encontré la calle a oscuras, un farol prendido, los perros que ladraban y mi mamá en la vereda», relata Edgardo Esteban, excombatiente y actual director del Museo Malvinas. Un vecino de Dudignac (9 de julio) encontró al joven Miguel Benítez haciendo dedo en la ruta y le preguntó: «¿De dónde venís, Miguel?». «Vengo de la guerra», le contestó el muchacho. Si bien en los últimos años han proliferado estudios académicos, películas –desde Los chicos de la guerra (Kamin, 1984) hasta Iluminados por el fuego (Bauer, 2005–, ficciones televisivas y literarias –novelas tales como Las islas de Carlos Gamerro parecen el medio más certero para narrar el delirio y el horror– y documentales sobre Malvinas, aún quedan muchas voces e historias locales que recuperar. De ahí, el tremendo valor histórico y afectivo que encarnan Malvinas y yo o Malvinas. Fake News en épocas en donde el rol de ciertos medios de comunicación del presente parece repetir las inquinas del pasado.