Un dramaturgo novio de una actriz que le comenta los problemas que tiene en los castings por ser mujer; una novia que le dice que a sus amigas y compañeras le pasa lo mismo; un clima social de época que llama a sentar posición más allá de los propios prejuicios, y entonces lo que se tiene es un embrión de obra de teatro.

Linda de día, que se presenta los viernes a las 21 en Tromvarte (a la sazón nuevo espacio teatral en pasaje Santa Rosa 5164) tuvo, a grandes rasgos, ese proceso. Igual que lo tienen últimamente muchas intervenciones artísticas de distinto tipo que se sienten en la obligación de dar cuenta del tiempo más urgente que les toca vivir, que en la Argentina de hoy está marcado por el género y el deterioro de las condiciones materiales de existencia, que suelen tener más relación de la que se les atribuye.

“El tema de los castings con mi novia se volvió recurrente y me pareció importante poder llevarlo más allá de una charla –cuenta David, director y autor de la obra-. Así empezamos a hablar con ella y algunas amigas que también se presentaban y los problemas se parecían. Y a mí lo que más me interesaba era poder contar algo desde el punto de vista de ellas, de lo que les pasaba en esas circunstancias, y no sólo en el momento, sino en el antes, en todo lo que tienen que prepararse para esa ocasión.”

“En un comienzo a David le interesaba escucharnos a las cuatro, tanto como actrices como en la vida en general”, cuenta Virginia Flammini, que protagoniza la obra junto con Agustina Pons, Camila Hierro y María Victoria Pierre. Las cuatro están atravesando los 30 y ven, sienten, que su vida aún no está encaminada como habían esperado en sus proyecciones más juveniles. “El problema se puede extrapolar a cualquier profesión -agrega-. Me lo dicen contadoras, correctoras literarias, comerciantes. Todas se sienten bastante identificadas con la cuestión de la maternidad y la belleza y el éxito.”

Por eso la puesta en escena es un gimnasio en el que las cuatros protagonistas exponen sus distintas habilidades, que son variadas y muchas, pero que poco parecen servirles a la hora de presentarse en el casting en busca del rol deseado. “Si bien yo tenía ideas -señala Páez-, en realidad la fui armando a partir de las propias experiencias de las protagonistas. Decidí no tener un texto muy elaborado, sino ir con algunas líneas que permitieran armar la escena y a partir de ahí ver qué pasaba, qué cosas se iban produciendo, cuáles eran las que nos permitían avanzar hacia el objetivo más general que es esta idea poder mostrar que el hecho de ser mujer trae una serie de inconvenientes adicionales y particulares a la hora de un casting.”

“A partir de lo que David traía y nosotras aportamos de nuestra experiencia empezamos a hacer improvisaciones -dice Flammini-. Y eso fue muy importante porque nos permitió trabajar a partir de un espacio para expresarnos, que no es lo que siempre tenemos.”

Así se fue armando la obra que, como bien define Flammini, tiene un componente importante de catarsis. “Me pasa como actriz y mujer de querer hacer algo al respecto con eso que nos pasa, y en ese sentido cada pasada y cada función es como hecho catártico. Entonces obviamente que fue duro, porque sacamos a relucir cosas que nos pasaron, que no están buenas, y cosas no tan copadas que de alguna manera también afectan a los hombres. Pero poder pasar por esto y sacarlo está bueno.”

“Es una tragedia cómica -agrega Páez-. Era la manera de poder dar un mensaje y no resultar solemnes.” Este también actor que pasó por el mundo de la publicidad, cree que antes que la revelación que le trajo el proceso de la obra fue una toma de conciencia sobre la complejidad y extensión de los problemas que tienen las mujeres a la hora de la enfrentar una situación laboral. “Te vas acercando a entender lo complejo y difícil que es estando del lado de la mujer, ese acoso constante que aparece a veces. Uno piensa que es una boludez, y en verdad es dificilísimo. Hay que seguir generando conciencia.”