Luego de un par de décadas de tranquilidad, el mundo parece estar presenciando otro recambio generacional sísmico, algo que en el cine se nota al ver las dificultades que encuentran cineastas antaño consagrados y garantes de taquilla, ahora en dificultades para rodar la película que más tienen ganas de hacer. Aquí se trata de Steven Soderbergh (pero también hay otro, como Steven Spielberg, por ejemplo), que estuvo despuntando el vicio en series como la muy buena The Knick, a la espera de poder combinar financiamiento y calendarios de las figuras (y no tanto) con las que quería filmar su nuevo robo, el de los Logan.

Los Logan son tres hermanos de los que se creen que están signados por la mala suerte, maleficio a la que sólo escapa la mujer del trío por su inteligencia ante las dificultades de la vida actual. Así que al ser echado del trabajo en la construcción, Jimmy Logan (a cargo de uno de los preferidos de Soderbergh, Channing Tatum), decide por fin llevar su plan delictivo que saque a su apellido de la ignominia: robar la recaudación de una carrera de autos de la categoría NASCAR.

Con su plan bajo el brazo -y las necesidades ajenas- Jimmy Logan convence a sus hermanos (Clyde: Adam Driver; y Mellie: Riley Keough), de dar el golpe con la ayuda de Joe Bang (Daniel Craig), un experto que tiene un pequeño problema: está preso. Con la destreza de la que ya dio sobradas muestras en la saga Ocean’s (en las que sofisticó la narración en tiempos paralelos), Soderbergh despliega toda su artillería para la ocasión, y revuelca al espectador en una panzada de aventura con distintas dosis de adrenalina.

Por si fuera poco, la decidida característica loser de sus personajes (en las Ocean’s era toda gente más bien erudita, cuando no exquisitos burgueses), lo ubican en un lugar singular dentro de las películas de estafas: los suyos no son pequeños delincuentes puestos a dar el gran salto; son tipos de clase medio baja, lo que se dice laburantes, por demás hartos de la explotación y el ninguneo a la que los somete el sistema (¿votantes de Trump?. Sin caer en un ningún tipo de alegoría, Soderbergh consigue una empatía de nueva modalidad a la que había logrado con la saga Ocean’s, todos seres especiales a los que uno podría aspirar, pero difícilmente identificarse. Esa nueva modalidad también puede leerse en el presupuesto de apenas 30 millones de dólares (muy bajo para una gran película de Hollywood), en que él mismo hizo la fotografía y la edición, y en un guión escrito por una tal Rebecca Blunt, de la que nadie encuentra antecedentes y hace sospechar fuertemente que fue el seudónimo que usó el propio Soderbergh. El director parece sentir las hieles a las que somete un sistema que estrecha los márgenes de acción a nivel desconocido históricamente, en el que los jóvenes parecen -y sólo parecen- tener las mejores oportunidades y la trayectoria y habilidades conseguidas a través de los años no cuenta si no es lo que “el mercado” espera. Una pequeña venganza que regocija el alma.

La estafa de los Logan (Logan Lucky, Estados Unidos, 2017). Dirección: Steven Soderbergh. Guión: Rebecca Blunt. Con: Channing Tatum, Adam Driver, Farrah Mackenzie, Riley Keough, Daniel Craig, Katie Holmes, Charles Halford, Seth MacFarlane, Jack Quaid, Brian Gleeson, Katherine Waterston, Dwight Yoakum, Sebastian Stan, PJ McDonnell, Robert Fortner y Hilary Swank. 118 minutos. Apta para mayores de 13 años.