El sentido común dominante seguramente habría dicho que armar un proyecto en base a un género marginal en la arquitectura musical de una provincia marginal -según la arquitectura cultural diseñada por el centralismo porteño- estaba destinado al fracaso; o que sencillamente era un delirio. Los Arcanos del Desierto refutaron el sentido común: tomaron la guaracha (oriundo de Santiago del Estero, provincia natal del bajista y director de la orquesta, Mariano Sarquiz), la intervinieron con muchos vientos y percusiones como para poder fusionarle mucho de salsa y algo de jazz, le agregaron aires árabes y un canto con toques épicos andinos y dieron lugar a un sonido tan original como potente, que invita al baile tanto como a la introspección, y propicia sonrisas y contemplaciones.

El próximo sábado 9 de junio en el Centro Cultural Matienzo (Pringles 1249), a las 23:30, habrá una linda oportunidad para comprobar en vivo lo que su sonido dice desde el estudio.

“Viví ocho años en Buenos Aires -cuenta Sarquiz los orígenes del proyecto-. Tocaba mucho jazz, conocí mucha gente en el ambiente, muchos saxofonistas, trompetistas, y también empezaba a escuchar los nombres de La Delio Valdez, La Orquesta San Bomba, y todos tenían vientos, bronces. Y en ese tiempo yo también ya estaba El Vislumbre, que empieza a incorporar la guarach. Hoy la guaracha es parte de nuestro folklore cuando antes era más bien marginal.” Esas nuevas formas de interpretar lo tradicional y ver que en otras provincias se habían hecho intentos parecidos al que imaginaba -”Banda XXI lo había hecho con el cuarteto en Córdoba”, y con mucho éxito- lo llevaron a decidirse por “darle esa vuelta de tuerca que creía que le faltaba a esta estilo, que ahora termina siendo un estilo de Argentina.”

Sarquiz estaba planeando su regreso a Santiago del Estero, pero eso no le impidió empezar a convocar a los músicos que darían forma a Los Arcanos, que enseguida mostraron su entusiasmo con el proyecto. “La mayoría de los músicos son de allá (se refiere a Buenos Aires, ya que atiende desde Santiago). Éramos cuatro santiagueños y el resto de Buenos Aires. Hicimos una presentación en El Viejo Mercado y al mes siguiente entramos a grabar en al estudio, como de arrebato. Empezamos a tocar mucho y terminamos de armar el proyecto, que como yo me vine para acá, empezó a saltar de acá para allá”, ríe.

De ahí empezó un camino que además de las presentaciones, incluía el aprendizaje: de parte de los familiarizados con la guaracha, de los ritmos salseros (“escuchamos mucho Paquito de Rivera, Tito Puente”), y a los provenientes del jazz, “guarachas de Los Alfiles o Daniel Polo”.

La banda integrada por doce músicos tienen integrantes de los 24 a los 42 años: dos trompetas, tres saxos, un trombón, una batería, timbales y congas, y primera guitarra, guitarra baes y bajo. “Menos de diez en el escenario no podríamos ser, porque el sonido ya no sería el nuestro”, dice Sarquiz, quien asegura que más de una vez aparece algún reemplazo, y se siente muy feliz con “la identidad del sonido” que consiguieron.

Sin embargo, su innovación no termina ahí. Lo visual, como corresponde a toda apuesta artística del siglo 21, adquiere una relevancia especial. “Para nosotros la música es importante, pero los atuendos, las luces y los movimientos en el escenario, también.” Y si bien muchas veces el público termina bailando (“más en el interior que en Buenos Aires: ahí el impacto tanto visual como musical es tan alto que la gente se queda más mirando”), la puesta en escena y el vestuario son tomados de lo más profundo de la tradición para resignificarlo en los tiempos actuales.

“Actualmente ha crecido mucho la actividad y la oferta musical en Santiago respecto a otro tiempo -reflexiona-. Mucha gente se ha ido a estudiar fuera de la provincia y volvió con proyectos nuevos. Con Gonzalo Velázquez hacemos el Festival de Jazz y ya vamos por la quinta edición. trayendo gente de todo el mundo; la orquesta de la universidad nacional, que tiene grupos de grupos de salsa o de tango. Como que se abrió mucho más el espectro y la música de Santiago ya no está sólo identificada con la chacarera y la baguala. Hace varios años que empezó este proceso pero ahora es mucho más visible.” En una tierra en la que la música resulta tan esencial como el agua, “siempre hubo mucha formación desde la experiencia, pero no académica. Ahora lo que hay es mucha gente que también estudió o estudia, y eso le da otra fortaleza artística”.