Las inocentes (Les innocentes. Francia, 2016). Dirección: Anne Fontaine.
Guión: Sabrina B. Karine, Pascal Bonitzer, Anne Fontaine, Alice Vial. Con: Joanna Kulig, Lou de Laâge, Agata Buzek, Agata Kulesza, Anna Próchniak, Vincent Macaigne, Katarzyna Dabrowska. 100 minutos

Más allá de que transcurra en Polonia justo al final de la Segunda Guerra Mundial, desde todo punto de vista Las inocentes es una película de hoy. Es una película de mujeres, femenina, con problemática de género, que expone a todas sus protagonistas al juicio del espectador como si se tratara de un Gran Jurado, pero que no juzga a nadie y que incluso se atreve a ofrecer hipótesis sobre por qué la violencia de aquel tiempo, siendo tan cruel como la de hoy, produce actitudes y resoluciones diferentes.

En principio habría que decir que se trata de un hecho real: al final de la guerra un convento es ocupado por dos días por soldados soviéticos, que violan a casi todas la monjas. A siete de ellas las dejan embarazadas. En diciembre, y gracias a que una de las monjas busca ayuda en la Cruz Roja francesa, Mathilde Beaulieu (Lou de Laâge), enfermera con buena experiencia, empieza a atenderlas y cuidar de su salud. Sucede una relación de mujeres en ausencia de varones: pese a sus creencias contrapuestas (Matilde es comunista), todas se entienden, se comprenden, se cuidan. Llamativamente (o no tanto) la nota discordante la da un varón: Dios. Claro que no es Él, sino la internalización que cada una de las monjas hizo de él incluso luego de ser violadas y atacadas, lo que lleva a las diferencias, así y todo infinitamente menores que los acuerdos. Ellas guardan, por sobre todas las cosas, una enorme capacidad de poder entender el problema ajeno.

Sin recargar las tintas en ningún momento ni en ningún sentido, Anne Fontaine se atiene a los hechos pero los reescribe con una mirada de hoy. Pero eso no la lleva al juicio, sino a un lugar mucho más lindo: la posibilidad de volver a leer la historia de otra manera, descubriendo nuevos sentidos, aprendiendo nuevas cosas. Después de todo de ahí vienen las comprensiones de uno y del mundo, de las distintas miradas que a través del tiempo hace sobre su propio pasado.

Así los soldados soviéticos son brutos y malos, ni más ni menos que los nazis, pero uno no justifica al otro; las monjas tienen todos los traumas que la religión les inculcó durante siglos, pero también varias de sus bendiciones; los comunistas occidentales tienen claridad conceptual y lucidez intelectual, pero no triunfaron porque olvidaron esa humanidad que lleva a Matilde a traspasar las fronteras de la ideologías. El film es prácticamente un sinfín de nuevas lecturas sobre ese pasado que marcó a fuego el Siglo XX, lecturas nuevas que así se convierten en un decir sobre el presente.

Y en ese decir sobre el presente, el final del film aparece como un mensaje a la Europa sin hijos de hoy: los pibes no parecen ser el problema, más bien la solución; permiten miradas laterales sobre los problemas que pueden llevar a resolver varios de ellos. Y a la vez aplica como una explicación de por qué aquella crueldad parecía producir menos daño: cada nueva vida renueva la esperanza de un mañana mejor.

La directora de Nathalie X, La chica de Mónaco, Mi peor pesadilla, Coco antes de Chanel y Madres perfectas, entre otras, se lleva muchos aplausos incluso más allá de que el film no resulte una obra perfecta y ni de emoción encumbrada. Pero en la escena en que las monjas abrazan a la comunista (independientemente que lo sepan o no), hay un síntesis y una ilusión bien femenina, de que el mundo puede ser otra cosa de lo que es.

Las inocentes (Les innocentes. Francia, 2016). Dirección: Anne Fontaine.
Guión: Sabrina B. Karine, Pascal Bonitzer, Anne Fontaine, Alice Vial. Con: Joanna Kulig, Lou de Laâge, Agata Buzek, Agata Kulesza, Anna Próchniak, Vincent Macaigne, Katarzyna Dabrowska. 100 minutos.

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