Tras el estallido del formato de programación del clásico canal de televisión, generalista y omnicomprensivo, desde hace años los canales de TV abierta se hibridaron y convivieron con la TV de pago, de programación segmentada por intereses y géneros. 

Con la televisión a demanda paulatinamente se despliega otra forma de hacer negocios que funciona como un videoclub virtual en plena era de computadoras, Internet y la comunicación. En ese contexto es donde las empresas globales se convierten en nuevos intermediarios que acumulan ganancias extraordinarias y se hacen productores, incidiendo doblemente en las cadenas de valor. Distribuyen –y producen y compran derechos de exhibición–: Amazon, Claro, HBO, Netflix, Telefónica, y redes sociales como Facebook y Snapchat. Lógicamente, la lista de jugadores siempre está en situación de ampliarse, sobre todo teniendo en cuenta el valor de un botín que siempre está en condiciones de maximizarse.

YouTube, por su parte, aloja canales a la vieja usanza, más los de producción propia. Y suma un montón de youtubers: un semillero tanto simbólico («cuando sea grande quiero ser rico-y-famoso mostrando mis habilidades») como aspiracional a través de algunos personajes a los que les fue bien; pero el mayor negocio lo hace el intermediario Google-YouTube. 

Convivirán entonces géneros y programación de la TV lineal con catálogos de películas y series, en ocasiones mezclando en la góndola producciones profesionales con productos amateur que buscan su oportunidad en un contexto multipantalla. «

*Observatorio DERCOM. Facultad de Ciencias Sociales (UBA)