Hay crímenes que parecen ser hijos de su tiempo o concentrar imaginarios sociales, amores y odios de su época. El 27 de octubre de 2002, la socióloga María Marta García Belsunce fue encontrada sin vida en el baño de su casa ubicada en Carmel, un barrio exclusivo y cerrado de Pilar. Aparentemente se trataba de un accidente doméstico en el que la mujer se había golpeado fatalmente la cabeza contra el grifo de la bañera. Sin embargo, a partir de que la autopsia reveló que María Marta tenía cinco tiros en la cabeza, las más variopintas  hipótesis comenzaron a rodar.    

El brutal asesinato -y el aparente encubrimiento por parte de la familia- parecía reafirmar la vieja idea  de que toda fortuna esconde crímenes bajo la alfombra y muy especialmente las de aquellas familias del poder que habían edificado barrios cerrados y seguros durante el menemato. Se sacó a relucir que el padre de María Marta era abogado del dictador Jorge Rafael Videla. Se habló de la frivolidad y los excesos de joyas de María Marta y de la corruptela familiar que había mantenido al matrimonio indemne de la crisis del 2001. También se escribió sobre un aparente vínculo de la familia con el Cartel de Juárez. 

Los medios masivos de comunicación mostraron su poder y una tendencia novedosa que se haría habitual años después: la construcción de noticias y las fake news.  

La serie María Marta. El crimen del country, intenta, por un lado, poner en tela de juicio el rol de los mass media en la formación de la opinión pública y la sentencia que condenó al marido, Carlos Carrascosa, por homicidio. Y, por otro lado, reivindicar la figura de María Marta de la mano de la actriz Laura Novoa, quien encarna el rol protagónico femenino de manera convincente y sincera. 

–¿Qué motivaciones personales y artísticas te llevaron a aceptar el papel? 

–La idea de personificar a María Marta fue creciendo lentamente en mí. Desde que nació el proyecto yo tenía el “run run”, pero no me habían llamado todavía. Colegas  me decían: “Vas a hacer de María Marta, te felicito”. Yo pensaba que ojalá. En ese momento estaba haciendo teatro en la avenida Corrientes y anhelaba que se diera, tenía mucha esperanza. Después sobrevino la pandemia y cuando finalmente llegó el llamado había deseado tanto el personaje que me había convertido en una topadora imparable. Comencé a estudiar, a mirar fotografías,   videos. Fui a la directora con una lista de ideas y cosas para hacer. Tanto HBO Max como la directora me ayudaron un montón porque accedieron a todo lo que propuse. 

–¿Cuáles fueron los principales desafíos a la hora de componer el personaje? 

–Fue una gran responsabilidad ponerle vida a María Marta. Darle existencia, entidad, corazón. Porque casi todos sólo conocíamos de ella una foto periodística. La mayoría de la sociedad tiene de ella solo una imagen, las imágenes que salieron cuando ella falleció. De alguna manera, yo intenté superponer otra imagen que quise que se reflejara incluso en las fotos de promoción. Éstas tenían la intención de poder mostrar y trabajar la incomodidad del personaje y el pedido de justicia frente a la afirmación de lo no se sabía, lo que aún no se sabe. 

–¿A que estrategias actorales recurriste? 

–Es muy difícil trabajar sobre el vacío. Por eso, tuve la necesidad imperiosa de hablar con gente que la había conocido, con gente muy allegada a ella. Acompañada por la dirección y la producción, tenía mucha necesidad de verla, de verla en acción y de conocerla por otras voces. Esa fue mi manera y mi elección para poder transmitir una energía que ella podía llegar a tener. 

–¿Encontraste respuestas al crimen en los testimonios de los allegados? 

–No, te podría decir que encontré más interrogantes que respuestas. Pero a su vez, me encontré con una María Marta con una sensibilidad especial, inteligente, también puteadora, comprometida con la sociedad. Una mujer casada desde hacía mucho tiempo, sin hijos, muy metódica. Juntando estos elementos más los propuestos por el guión y la dirección le pude poner corazón, dar existencia a esa imagen de una mujer muerta. 

–¿Qué testimonios de los allegados te conmovió más? 

–Todos. Los allegados y quienes la habían conocido fueron fundamentales en ese proceso en el cual terminé enamorándome del personaje. Cuando uno va creando los personajes los vas queriendo. Me pasa que traté de hacer el personaje con el mayor respeto posible. Y creo que hay un punto, donde se ve. No es una imitación, ni una pantomima. Sino ponerle alma casi exclusivamente desde lo sensible, lo dulce y lo amoroso. 

–Logras transmitirlo incluso en ese primer capítulo que aparece frecuentemente muerta. 

–¡Qué suerte que se ve y se transmite! Pensé que lo hacía yo para quedar bien con mi conciencia, pero que no traspasaba la cámara. Fue un desafío enorme poder mostrarla muerta. Lo que nos impresionaba con Daniela (Goggi) era como aún muerta, pedía seguir pidiendo estar. Fue un intenso trabajo y de ponerle mucho el cuerpo.  Le puse mucho el cuerpo a María Marta. 

–¿Cómo te impactó el crimen en aquel 27 de octubre de 2002? 

–Aunque no fui fanática del hecho, no podías evitar verlo. La prensa hablaba todo el tiempo y era todo muy llamativo. Sobre todo, era injusto no saber que pasó. Todo era muy raro. El crimen perfecto no existe, pero éste parecía ser la excepción a la regla. Teníamos tantos ejemplos de impunidad que éste aparecía insoportable. 

–El primer capítulo propone muchas líneas de abordaje en relación con el asesinato. Una lectura es la de género. ¿Profundizan los siguientes capítulos en esa línea? 

–Yo creo que la serie no pretende sacar ninguna conclusión. Busca abrir más preguntas que respuestas. Las dos blogueras que investigan son mujeres y quieren echar luz. Se trata de un femicidio, como muchos en la Argentina. Porque probablemente la mataron por el hecho ser mujer. Pero el crimen va más allá del género en este caso. De alguna manera, la información hegemónica digitó nuestros pensamientos. Nos puso casi inmediatamente un culpable y dio la información que quería para que nosotros dejemos de ver otras cosas que pasaban en el país en ese momento. De esto, sí habla la serie y es interesante esa visión. 

–¿Por qué crees que el crimen fascinó y sigue fascinando? 

–Me parece que tiene que ver con la morboso. Los countries parecían en ese momento universos cerrados y seguros, ajenos inclusive a la crisis del 2001. Parecía que allí no llegaba la violencia social. Hay una fascinación con esos mundos cerrados y con una clase privilegiada.  

–¿Cuáles te parecen los motivos de que se produjera este fenómeno no tan usual? 

–Entre otras cuestiones, por el hecho de que es mujer. Si bien, aun no aparecía la idea de femicidio, algo de las luchas de las mujeres empezaba a flotar en el ambiente. Por otra parte, esta vez no funcionó o funcionó sólo a medias la vieja fórmula argentina de intentar culpabilizar a la víctima. Pero María Marta fue injustamente acusada de frívola. 

–¿De qué maneras? 

–Se intentó hurgar en su pasado y cuando no se encontró nada escandaloso se hizo hincapié en el hecho de que, por pertenecer a esa clase privilegiada, María Marta debía ser una frívola.  Empezaron a flotar en el aire los prejuicios frente a una mujer de country, que viajaba mucho. Y justo le pasa a ella que había trabajado en Missing Children, que se había comprometido con las situaciones de chicas desaparecidas, probablemente por trata de personas. Hoy por hoy, con el avance las luchas de las mujeres, eso forma parte de la agenda pública. Pero en ese momento lo que hizo María Marta para visibilizar la situación y buscar el paradero de las chicas que desaparecían en los barrios populares fue enorme. María Marta fue juzgada como frívola, pero se la jugó en la causa de adolescentes desaparecidas. Lo que hizo era de mucho compromiso social y sobre todo en ese tiempo. «



María Marta. El crimen del country

Dirección: Daniela Goggi. Guión: Martín Méndez, Germán Loza. Elenco: Laura Novoa, Jorge Marrale, Mike Amigorena, Carlos Belloso, Muriel Santa Ana. Estreno: 17 de julio por HBO Max.


El silencio y la teoría de un «pacto de caballeros»

En una de las primeras escenas de María Marta. El crimen del country, los varones de la familia -que ofician de maridos, hermanos, cuñados- se encuentran frente al televisor mirando un partido de fútbol. Respiran una camaradería masculina, homosocial, que, en tanto tal, excluye a las mujeres o las relega al papel secundario de acompañantes o cuidadoras. Así María Marta le pide a su marido Carlos Carrascosa (Jorge Marrale) que deje de tomar alcohol. Ese mismo día se produce el crimen de la socióloga de 50 años.

A continuación del descubrimiento del cadáver, se suceden en la ficción una serie de secuencias ominosas donde algunos de los familiares de la víctima -en particular el nervioso marido- parecen saber más de lo que dicen. O donde Horacio García Belsunce (Carlos Belloso), hermano de la mujer asesinada, se muestra reacio a la investigación policial y ensucia la escena del crimen con el argumento de evitar el escándalo o no herir los sentimientos de los padres. Parece haber la intención de encubrir un asesinato, peor no se explicitan los motivos. Un secreto circula entre los varones, como un silencioso «pacto de caballeros» que no precisa de la palabra.

Hay un salto temporal y poco menos de diez años después del crimen, dos jóvenes investigadoras blogueras –interpretadas por Muriel Santa Ana y Valeria Lois– se erigen redentoras y heroínas en búsqueda de la verdad.  Así, la ficción transcurre en dos ejes temporales: la previa y los momentos siguientes al crimen de María Marta y la investigación llevada a cabo por dos mujeres obsesionadas con esa muerte y con la búsqueda de la verdad. Sin embargo y a pesar de la fuerte marca de género, la serie dirigida por Daniela Goggi no se propone ni mucho menos reducir el crimen a la idea de un femicidio. Más bien, intenta explorar diversas razones que pudieron llevar a la familia al intento de encubrimiento de un asesinato e –incluso– plantea la posibilidad de que en un primer momento sus seres queridos no hayan comprendido que se trató de un crimen.