El lunes 25 comenzó la octava edición del Festival Internacional de cine Latino Árabe LATINARAB. Hasta el domingo 31 se podrán ver cortos y largometrajes de países árabes y latinoamericanos en las tres sedes del evento: Complejo Bajo Plaza del Centro Cultural Gral. San Martín (con entradas a $40), la Alianza Francesa (gratis) y la Sala Leonardo Favio de la Biblioteca del Congreso de la Nación (gratis).

Con una sección competitiva y varias no competitivas, que incluyen retrospectivas, el Festival cambió la temporada de su realización a fin de potenciar su alcance en la comunidad tanto cinéfila como cultural. “Hace unos años decidimos separar el Foro del Festival, que resultó una decisión muy acertada para el crecimiento de las actividades industriales -cuenta Chistrian Mouroux, director artístico del Festival- y del Festival como acontecimiento cultural. Ahora es la primera vez que el uno se hace en el primer semestre (el Festival), algo que nunca hicimos, y el Foro en el segundo, como una forma de tener presencia todo el año.” 

Como en las ediciones anteriores, la estructura del Festival se mantiene, pero lo que cambia todo el tiempo es la realidad cinematográfica. “Hay un refuerzo de una tendencia de hace años, que son las óperas primas. El 70 por ciento de los premios que consigue el cine árabe viene de primeras o segundas producciones. Esta renovación generacional permanente muestra que no hay miedo a tocar ciertos temas y de una manera alejada a los modelos tradicionales, aunque se mantengan en los modelos acostumbrados del cine árabe, como son el cine de género y el melodrama social. En las películas se pueden ver los temas más contemporáneos, como son los temas de género, de clase, de identidad.” Eso no quiere decir que las películas sean elegidas por su temática, sino que “se privilegian sus valores cinematográficos”, algo que hace del cine árabe uno de los mayores participantes en festivales del mundo.

Aunque no suene como otras migraciones, el flujo árabes en la Argentina y en la región es muy importante “en especial de países como Siria, el Líbano y Palestina, que tiene casi 200 años”, dice Mouroux. “Recientemente hay un flujo relacionado con la crisis humanitaria siria, que es importante porque las migración árabe ha mantenido lazos importantes con sus familias de origen”.

Por último, pero no por eso menos relevante, está la cooperación Sur-Sur: “Hace mucho que existen estos flujos de intercambio humano, comercial y cultural, y nosotros a través del cine pudimos darle un canal importante. En especial del Foro. Cuando pensamos en que sea el marco para proyectos de coproducción, intuíamos que podía funcionar pero no que fuera tan tan grande. En 2016 se presentaron 54 proyectos, en 2017, 47 y en 2018, 48.” Y entre los proyectos, además de los que tienen que ver con el género, la identidad y la clase, aparecen ficciones y documentales relacionados con los proyectos políticos del Movimiento de No Alineados y del Tercer Mundo, que “durante los 60 y 70 movilizaron a sectores importantes en Argentina y Latinoamérica”. 

Y hasta hay proyectos de realizadores que no tienen relación con la comunidad pero están interesados en historias surgidas de ella. El más curioso, el de Pablo Giorgelli (el director de Las acacias), que hará un documental sobre el árbitro de tunecino “que no cobró la Mano de Dios en el 86”, dice sonriendo Mouroux. “En el Foro de Cartago (Túnez) del año pasado, lo conoció y consiguió plata para armar un teaser y empezar a buscar financiamiento en el mundo y del Incaa. Así que tal vez para el año que viene tengamos novedades.”



Consultar la programación completa en: http://www.cinefertil.org/lati…