La marea humana tapiza gran parte del gigantesco predio del Hipódromo de San Isidro. No está petrificada. Fluctúa, se distribuye y redistribuye entre los cuatros escenarios –Main Stage 1, Main Stage 2, Alternative y Perry’s– y los espacios de consumo. Pero a las 22 en punto, ni un minuto antes, ni uno después, las casi 100 mil almas no dudan y se concentran frente al escenario principal para ver a los Arctic Monkeys. Se respiraba el clima del momento cumbre de la jornada y los británicos se encargarán de darles la razón.

La banda comandada por el cantante y guitarrista Alex Turner concretó un show potente y movilizante, armado de muy buenas canciones y las destrezas necesarias para hacerles justicia en vivo –algo que muchas grupos no logran hacer–. El cuarteto que completan Jamie Cook (guitarra), Matt Helders (batería) y Nick O’Malley (bajo) llegó en el marco de la gira presentación del disco «Tranquility Base Hotel & Casino» (2018), su trabajo más intimista y relajado. Pero no se enredó en protocolos y le sacó partido a su sólido arsenal de clásicos para que el show resultara vital y dinámico.

El primer tema fue «Do I Wanna Know?», que encendió la adrenalina al instante y confirmó una vez más lo que muchos suponían: Arctic Monkeys entiende de qué se trata hacer un show de estadios. El agite funcionó a la perfección de la mano de la potente «Brainstorm»,  la saltarina “Teddy Picker”, la trepidante “Dancing Shoes”, la adictiva “Arabella” y la obsesiva “R U Mine?”, entre otros. También hubo espacio para momentos tranquilos, en los que Turner asumía el rol de crooner. Dentro de ese lote se destacó la versión de «Tranquility Base Hotel & Casino» –el tema–, con el cantante también tocando el piano.

En su segunda visita a la Argentina, Arctic Monkeys reafirmó que, además de ser una de las bandas más efectivas e influyentes de la actualidad, en vivo saben estar a la altura. El carisma distante de Turner –aunque su voz no parecía al 100%– y la energía y versatilidad de Helders sostienen a un grupo del que se seguirá esperando más en los años por venir.


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Más temprano, St. Vincent había sacudido el escenario alternativo. La propuesta de Anne Erin «Annie» Clark  –conocida mundialmente como St. Vincent– no es revolucionaria ni mucho menos. Pero parada sola sobre el escenario se las arregla para cautivar. Articula suntuosas pistas de synth-pop ochentoso con una voz educada y su guitarra eléctrica –a veces– desafiante. Temas como » Los Ageless, «New York» y » Fear the Future» –de su disco más exitoso, «Masseduction»– hicieron mover a propios y ajenos. Su segundo visita  a la Argentina parece confirmar que muy pronto llegará la tercera.

En el rubro local, Fito Páez comandó un fiesta para todas las edades. Páez propuso un show para cantar y no faltó a su palabra. Casi ignorando su último disco («La ciudad liberada», 2017) , el rosarino se puso al frente de una banda ajustada que recorrió clásicos como “El amor después del amor”, “Circo Beat”, “A rodar la vida”, “Mariposa Tecknicolor” y “Dale alegría a mi corazón”, entre otros. Fue un show de casi una hora que dejó conforme a todos los que se acercaron al Main Stage 2 para verlo.


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La maratón musical de la segunda jornada del Lollapalooza 2019 se desarrolló desde las 12 del mediodía hasta los primeros minutos del domingo. También se presentaron The 1975, Juana Molina, Sam Smith, Los Hermanos y Macklemore, entre muchos otros. Hoy llegará el gran final.