Pasan los años, las modas, el vinilo, el cassette, el CD, los MP3, iTunes, cambia lo cool y lo políticamente correcto, pero quedan –siempre– Los Auténticos Decadentes. Esos 12 forajidos que hicieron un culto a la fiesta de los bajos fondos pero que también conectaron con cierta sensibilidad universal, que se rieron de casi todo y primero de ellos mismos, y que se apropiaron a los tropezones de los ritmos más despreciados por la cultura rock, hoy siguen siendo un fenómeno casi inexplicable y en expansión. Su presente es el disco y DVD Fiesta nacional (MTV Unplugged), que funciona como un nuevo pasaporte para volver a recorrer la Argentina, Latinoamérica, EE UU y bastante más. La ceremonia no decae porque el encuentro, la música y la alegría no impostada continúan siendo uno de los mejores ansiolíticos para sobrellevar el baile caprichoso que impone la vida. 

Con 33 años de carrera y una inserción popular que trasciende a sus propios integrantes, los Decadentes se despliegan casi como la contracara de los Avengers: sin superpoderes y alejados de las gestas ampulosas, pero con una capacidad infinita para infiltrar sus canciones en millones de personas e inconscientes colectivos alrededor del mundo. Jorge Serrano funciona como el alma y el cerebro de esta aventura interminable. Cantante, guitarrista y compositor, es el responsable de clásicos indelebles como «La guitarra», «Loco (tu forma de ser)», «Un osito de peluche de Taiwán», «Sigue tu camino», «Cómo me voy a olvidar» y «Viviré por siempre», entre muchos otros. Serrano es bastante introspectivo. Encontró su refugio en Villa Gesell, donde vive hace más de 20 años acompañado de su familia, el silencio y, hoy por hoy, ocho perros. Hasta que las luces del escenario lo convocan y se activa en modo celebración.

–Son una banda grande, eléctrica, ruidosa y festiva. ¿Cómo surgió la idea de hacer un unplugged, un formato más asociado a lo íntimo?

–Lo más interesante es que no fue una idea nuestra. Nos llegó la propuesta vía la discográfica y MTV. Ellos creyeron que nosotros podíamos funcionar muy bien en ese marco y nos dejaron pensando. Nosotros somos un grupo muy eléctrico, pero al mismo tiempo si se corta la luz la fuerza de la percusión y los vientos nos sostienen. Somos una banda poderosa. Así que fue una idea maravillosa que llegó en el momento justo: quizás antes no hubiéramos estado preparados, pero con más de 30 años de carrera uno va aprendiendo y poniéndose más exigente.

–¿Disfrutaste la grabación?

–La viví con mucha tensión. Lo bueno es que ensayábamos en el mismo escenario en el que se filmó y las cámaras estaban todo el tiempo prendidas. Por eso fue casi como estar en un reality. Cada cosa que hacíamos quedaba registrada y no quedaba otra que actuar. Porque uno actúa siempre que lo miran.

–¿En un show sin cámaras también?

–Por supuesto. Sabés que te están mirando y te comportás diferente, es inevitable. Ojo, quizás alguno logra olvidarse y se desenvuelve con plena naturalidad. Pero de ninguna manera eso me pasa a mí (risas). La grabación estuvo rodeada de una presión impresionante porque incluía registro musical y visual. Pero la verdad es que todo salió tan lindo, la banda estaba tan contenta y los invitados le pusieron tanta onda que terminé llevando todo muy bien. Lo de los invitados es clave: siempre buscamos que sean buenas personas antes que cualquier otra cosa.

–¿Cómo eligieron la lista de temas?

–Nuestro inclaudicable compromiso con la demagogia nos hizo superar los 30 años de carrera (risas). Así que nos pusimos a votar los temas entre todos y primero pusimos los que más gustan. Todos los músicos son demagogos, pero nosotros tenemos un máster (más risas). Nos generan cero conflictos esas cosas. Queremos que la gente cante, baile y se divierta. Después fuimos sumando otras canciones en base al gusto mayoritario del grupo. Pero más allá de los temas, lo que nos interesó desde el principio fue darles una vuelta de tuerca. No queríamos cambiar una guitarra acústica por una eléctrica y que esa fuera la única diferencia del disco. Nos pusimos a jugar con los géneros, con los ritmos, buscamos hacer otra cosa y creo que lo logramos. Fiesta nacional es, al menos para nosotros, una postal de la Argentina y Latinoamérica para el mundo. Nos sentimos embajadores de un folklore porteño y cocoliche. Hacemos música joven de tipos entre 50 y 60 años.

–¿Qué tema te sorprendió más cómo quedó?

–Una de las versiones que más me gustó fue la de «Amor». Generó uno de esos momentos en los que todo encaja perfecto. Fue muy lindo el aporte de Mon Laferte, es una divina, tiene un gran talento y es una gran persona. También me gustaron mucho «El pájaro vio el cielo y se voló» con Ulises Bueno y «Como me voy a olvidar», con el Chaqueño Palavecino, que es muy diferente a la original. Yo siento una cosa muy rara cuando canto. Es como que se encuentra lo individual y la comunidad. Siento que soy un intérprete de las cosas que le pasan a la gente. Aunque sean mis propias canciones. Me encanta que la gente las quiera como las quiere: ya están muy lejos de ser mías. Lo que más me gusta es que el público malinterprete mis canciones: así se genera una polisemia alucinante.

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La fiesta interminable

La estabilidad suele ser casi una causa perdida en los grupos humanos y la empresa resulta todavía más improbable para una banda de música. «Creo que una de nuestras claves es que los Decadentes somos gente buena. Medianamente, tampoco somos santos… (risas). Pero todos somos buenos de cinco para arriba, inteligentes de cinco para arriba y todos nos dimos cuenta de que somos más fuertes los 12 pánfilos juntos que cada uno por su cuenta. En ese sentido, somos sabios. Somos una cooperativa, votamos hasta los temas que grabamos y tocamos. Tenemos diferencias, pero también cosas en común: hasta nuestros hijos son amigos», explica Serrano.

–¿Así de sencillo? Grupos como Metallica y hasta Les Luthiers necesitaron contratar psicólogos para seguir juntos.

–A nosotros nos ayuda que somos 12. Parece que es más complicado, pero es al revés. Eso diluye las diferencias. Ayuda a oxigenar. Pero ante todo tenemos un método que haría empalidecer a cualquier psicólogo: los problemas no se hablan (risas). ¿Reunirse para discutir sobre alguna diferencia? Ni ahí. Antes del show no da porque nos tenemos que preparar, durante el show sería imposible, después no se puede porque estamos demasiado contentos o borrachos, y de gira o vacaciones lo que menos nos interesa es hablar de problemas. Entonces los acumulamos, los bicicleteamos, los ponemos en moratoria y finalmente se diluyen y aparecen otros (risas). Así llegamos a los 33 años y mal no nos va. A lo mejor que seamos un poco tolerantes también ayuda.

–La identidad cultural argentina muchas veces es asociada con la nostalgia. Ustedes construyeron otra forma de identificación que tiene que ver con lo festivo, la falta de solemnidad y la capacidad de reírse de ustedes mismos.

–Siempre nos consideramos una banda defectuosa y a partir de eso construimos una identidad. Nunca fuimos de esos músicos que suben al escenario y generan admiración. A lo sumo conseguíamos unos tragos gratis y teníamos media oportunidad de conocer chicas. Siempre fuimos canción, mensaje y show. Nunca fuimos buenos como músicos. Somos una colectividad, una familia, decidimos las cosas en conjunto. Todo eso siempre nos hizo fuertes. Y que no imitamos a ninguna banda. Tomamos géneros queridos y odiados, y les dimos nuestra impronta.

–Siendo tan inconfundiblemente argentinos, ¿les sorprendió tener tanta llegada internacional?

–Quizás al principio. Pero a lo mejor eso quiere decir que los humanos no somos tan diferentes como pensamos. Cuando me gusta una canción mexicana y no entiendo alguna palabra la busco o conjeturo, me imagino su barrio, a quién le gusta… Pasa también con la música anglosajona. Mucha gente la escucha y no entiende la letra. Y eso también es fabuloso: la música llega por muchos lugares. Nuestra forma de no hacerle asco a ningún ritmo creo que atrae en la Argentina y afuera.

–Ese desprejuicio ahora es su identidad, pero cuando empezaron estaba muy mal visto, sobre todo en la cultura rock.

–Sí, era muy raro. Yo estoy muy orgulloso de que siempre nos cagamos en todos los prejuicios. Los Decadentes somos el grupo más profano del rock. Comenzamos a utilizar los géneros que el rock despreciaba. Nos aferrábamos al mal gusto y las malas costumbres. ¿Cómo vas a rechazar algún género? La música no tiene moral. Los que tienen una moral retorcida son algunas personas. Si no esconde intenciones tramposas, toda música tiene algo valioso.

–¿Qué disfrutás más: componer o tocar en vivo?

–Componer o grabar en el estudio. Me gusta más el laburo en intimidad. Aunque últimamente estoy disfrutando mucho de cantar. Decidí no tocar más la guitarra. Si bien sólo acompañaba y no tocaba muy bien, fue una especie de salir del closet que me permitió pasarla mucho mejor en el escenario. «


Un refugio muy cerca del mar

Jorge Serrano vive en Villa Gesell desde hace más de 20 años. Allí encontró su refugio personal y familiar, una forma de contraponer los ruidos de la ciudad, la noche y las largas giras. «Es mi forma de desconectarme. Mi época favorita del año es el invierno, cuando no hay gente. En verano directamente no salgo de mi casa. Me gusta recluirme, lo disfruto y me hace bien. Es un contrapeso ideal. Gesell todavía tiene calles de arena y la arena absorbe los ruidos y genera momentos de silencio únicos. Podés sentir tu corazón y hasta la sangre circulando. Eso es mágico y no lo cambio por nada», subraya.

–Tenés muchos perros, ¿no?

–Sí, muchos. Ahora son ocho. Pero depende de cómo los cuente. Algunos no son míos, viven en unos departamentos de acá cerca, pero vienen y pasan buena parte del día con los míos. Por eso es difícil decir la cantidad exacta. Mínimo tengo ocho. Los perros son seres muy especiales. Todos son distintos. Los míos, debo confesar, son bastante mal criados. Se organizan en forma de jauría y les gusta ir para acá y para allá. Es difícil que obedezcan, pero así son felices y eso es lo que yo quiero.

Piropos y su canción favorita

Serrano es un compositor admirado por el público, pero también por múltiples colegas, como Adrián Dárgelos, Andrés Calamaro, Fernando Ruiz Díaz y muchos más. Entre la alegría y el ritmo, suele sintonizar cierta sensibilidad popular que lo define.

–¿Cuál fue el piropo más lindo que te dijeron como compositor?

–Por suerte me han dicho muchísimas cosas muy hermosas. Pero hay una que me emocionó particularmente: me dijeron que mis temas tocaban una cuerda de la humanidad. Me encantó porque de alguna manera lo que quiero hacer es eso: sintonizar los sentimientos populares. A veces pareciera que me sale. Me gusta imaginar que mis canciones tocan un nervio ciático universal.

–¿Qué canción te gusta más de las tuyas?

–Creo mucho en el éxito. Obvio que la gente también se equivoca. Pero por algo una canción moviliza al público y la de al lado, no. Porque incluso muchas veces pasa sin difusión directa. Por eso nunca desprecio a las canciones exitosas. Y si tuviera que elegir una creo que me quedo con “La guitarra”. La escribí después de enterarme que iban a mandar al espacio un grupo de objetos para presentar a la raza humana y entre ellos estaba la canción “Johnny B. Good”. Primero no entendía el motivo, pero después comprendí que era la historia de un guitarrista y que eso siempre genera identificación. Por eso se me ocurrió escribir algo con la guitarra y el conflicto generacional: mi mujer en ese momento estaba embarazada y ya me estaba atajando de lo que podría venir.

¿CUÁNDO?

Los Auténticos Decadentes siguen presentando Fiesta Nacional (MTV Unplugged). Viernes 14 y sábado 15 de junio a las 21 en el Teatro Gran Rex, Av. Corrientes 857.