Su manera de decir lo que piensa está en el escenario. Referente del teatro político de nuestro país, Héctor Levy-Daniel es el director y guionista de El fruto más amargo, la obra en la que se propuso relatar en un espacio-tiempo indeterminado una tragedia que interpela: una mujer  de clase social baja pierde a su hija en un incendio. Convencida de que no murió, la buscará durante muchísimos años y finalmente logrará dar con ella. Pero fue adoptada como propia por una familia muy rica y se convirtió en una persona poderosa y despótica. Así las cosas, el tan deseado reencuentro deberá sortear barreras casi infranqueables.

«El tema de la obra es la identidad. Son varios los ejes que me han motivado a la hora de abordar este tópico, pero el principal es la relación entre la identidad y la memoria: cuánto se determinan entre sí la una y la otra. Y cómo, también, el ocultamiento de ambas puede conducirnos de manera directa al exterminio. Como por una apropiación, por ejemplo, la identidad se construye de acuerdo al contexto, y en este caso la clase social es determinante porque te hace otra persona de la que habrías sido», comenta el autor, que asegura haberse inspirado en una historia real, pero prefiere no dar nombres.

Licenciado en Filosofía, con una tesis sobre Nietzsche, Levy-Daniel construyó una carrera –repleta de múltiples cruces entre la historia y la política– que es el resultado de su formación con maestros como Ricardo Halac, Rodolfo Hermida y Ricardo Piglia. «Siempre hay un pie en la actualidad a través de metáforas. Hoy muchos quieren asumir una condición que no tienen. Como votantes eligieron a alguien que supuestamente los representaría y no se dieron cuenta de que Macri sólo representa a un sector muy menor de la sociedad. Eso también es no entender la propia identidad», puntualiza el realizador.

El recorrido profesional de Levy-Daniel incluye obras como Memorias de Praga, Serena danza del olvido, la trilogía Las mujeres de los nazis y La fundación, entre otras.

El teatro es su materia de práctica, pero también de reflexión permanente. «Para mí, el teatro es un instrumento de conocimiento. Ayuda a reflexionar, tiene el rol de buscar un sentido cada vez más profundo de la existencia, adquiriendo resonancia en la sociedad. Por eso uno busca que la gente piense o se cuestione y debata frente a lo que vio. Es lo que uno trata de hacer», puntualiza. Levy-Daniel se siente identificado con Bertolt Brecht en la concepción de que el teatro debe tener una función didáctica. «Pero sin aburrir –aclara–. Hay que innovar en las formas de contar sin traicionar lo que uno considera importante para decir para atraer al público. Buscar lenguajes nuevos es una forma de incentivar las ideas y para eso está el teatro y la eternidad de su razón de ser».  «

El fruto más amargo. Sábado 24 a las 17 en El Extranjero, Valentín Gómez 3378.