El Casamiento, un de los textos más representativos de Witold Gombrowicz, vuelve al Teatro San Martín. Roberto Carnaghi reflexiona sobre su rol en una propuesta a la que considera un auténtico desafío.
Para él, trabajar con un director como Znaniecki quien adaptó y participó de la traducción del texto, originalmente escrito en polaco representó un factor siempre interesante, sobre todo porque supo captar la esencia de lo hecho por su coterráneo como autor: «Se trata de un realizador al que no conocía pero que me demostró que sabía bien lo que quería con la puesta en marcha de esta obra. Es alguien que te explica las escenas y que como actor te abre a un espacio de expresión siempre atrapante. Algo que también hizo como responsable fue crear un equipo de trabajo sobre el escenario que resultó fundamental para dar a conocer una historia donde todos los que actúan deben trabajar en función del libro. Eso no es fácil, entonces, y cuando se da, todo comienza a gustarme porque hay mucho de desafío por sortear. Es algo puro», aclara Carnaghi.
Pero a esta altura, ¿por dónde pasan los desafíos para un actor que comenzó su carrera a finales de la década del cincuenta? Carnaghi detalla que el texto y su complejidad son factores determinantes para mantener la pasión: «Es una obra difícil de hacer por todo lo que el guión propone, y en eso siempre está su autor. Este no es un espectáculo en donde vos llegás y el director crea con vos. Esta es una propuesta que tiene mucha música y que fundamentalmente Gombrowicz comenzó a escribirla acá, en Argentina y entre argentinos; pero es una obra que habla de Polonia. Ese factor geográfico es al mismo tiempo algo cercano y distante para nosotros como argentinos. Pero no hay que olvidarse de que se trata de una obra onírica donde viven los sueños y la realidad por igual».
En El Casamiento, Roberto Carnaghi interpreta a un tabernero casado con una buena mujer, que de repente se transforma junto a ella en los padres del protagonista de la obra. «Hay mucha metamorfosis arriba del escenario pero también lo hay en el texto. Acá no hay que entender nada, sino más bien tratar de disfrutar lo que sucede con un texto maravilloso que tiene música, danza y vuelo. Y mi personaje se encuadra dentro de esa vorágine de hechos que suceden con fuerza y locura. Al comienzo podemos decir que hasta es posible encontrar una propuesta que bien puede emparentarse con Hamlet, pero luego gana un surrealismo que lo invade todo», concluye. «
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