La obra comienza y el escenario no deja ver luces ni contornos: la forma más básica de una propuesta teatral anuncia que todo puede suceder. En esa atmósfera se revelará el futuro nada lejano, pero muy aterrador de Unificio, la nueva creación de Norman Briski. En ese espacio, la locura, los vínculos y las críticas sociales se cruzan de la mejor forma con los recursos actorales y del mundo del clown de Coral Gabaglio, Eliana Wassermann y Carolina Molini. Ellas no le temen a la muerte sencillamente porque en el mundo de Unificio esa posibilidad no existe.

Sentado en una de las salas del teatro Calibán –que supo construir hace 30 años–, Briski se exhibe tan vital como siempre. A los 79 años pocos rasgos delatan el agitede una vida intensa, la misma que hace menos de dos años lo transformó en papá de las gemelas Galatea y Sibelina, fruto de su pareja junto a Eliana, una de las protagonistas de Unificio. «Esta es una obra que nos llevó casi un año de preparación y donde el entusiasmo es importante. Al no ser el teatro una actividad rentable, los actores no pueden hacer ninguna proyección de que van a vivir de esto. Por eso el entusiasmo y la constancia son determinantes: de otra manera, las tres actrices de la obra no podrían exhibir el talento que tienen», explica Briski.

–Unificio parece un monstruo de muchas cabezas donde conviven el clown, la locura, el humor, el futurismo y la reflexión. ¿Lo pensaste de esa forma?

–Fueron cosas que salieron cada una por su lado, y algo más tarde apareció la estética. Lo mismo pasó con la idea de que nadie se puede morir. Por ejemplo, en el futuro que contempla la obra se elimina la posibilidad de dejar de vivir. Pero no se trata de un progreso humano sino de una perversión. Es meterse en ese mundo y observar las consecuencias que se sucederían después de ciertos cambios. Creo personalmente que marchamos hacia un futuro aterrador.

–¿Cuánto te preocupa el futuro?

–Mucho. Acordate que hace muy poco soy papá de gemelas y pienso en el mundo que les espera. Me parece que lo único que puede hacer el teatro es advertir y que si no nos quejamos, gritamos o hacemos saber como pueblo lo que nos molesta, nos vamos a la mismísima mierda.

–¿Qué influencias te inspiraron?

–Múltiples. La obra responde a ecos de la ciencia ficción y de (Jean-Luc) Godard. Por el lado de la música, me influyeron Laurie Anderson y Philip Glass. Pero básicamente lo que marcó la obra fue la reflexión: vamos marchando hacia un mundo donde las pantallas todo lo dominan. Me pareció que lo que se cuenta podría ser una advertencia, aunque no creo que sirva para mucho.

–Otra de las reflexiones que lanza el texto es que en la era de las pantallas los vínculos se minimizan.

–Es que el camino que toma el hombre es peligroso. Lo mismo pasa con la democracia porque no es representativa y la clase que maneja la democracia es corrupta, con alguna excepción. Muchos dicen: «La democracia no es suficiente.» Yo digo que es un desastre. La última intención latinoamericana de estas democracias fueron corruptas, derrotables o catastróficas. Entonces no tengo cómo defender a un sistema que inventaron los griegos, que por otra parte tenían esclavos. Ellos son los que inventaron estos juegos de poder.

–¿Cuál sería tu sistema de gobierno ideal?

–Probablemente me defina como anarquista porque no quiero al Estado y no me interesa esta democracia. Pero la verdad es que no soy anarquista porque no me da el cuero y porque mis valores y principios incluyen la idea de igualdad. Y no sé si eso me lo garantiza la anarquía. Evidentemente necesitamos algo nuevo. «

¿Cuándo?

Unificio. Domingos a las 18 en el Teatro Calibán (México 1428). Guión y dirección: Norman Briski.