En el teatro la química es clave para que los proyectos funcionen arriba del escenario. A veces se da luego de cruces ocasionales, otras después de mucho trabajo y muy de vez en cuando a partir de una historia de vida y un recorrido común. Este último es el caso de Paula y María Marull, gemelas, actrices, dramaturgas y directoras. Las Marull hoy tienen tres obras en cartel: Hidalgo –escrita y dirigida por María e interpretada por Paula–, Yo no duermo la siesta –escrita y dirigida por Paula y protagonizada por María–, y La Pilarcita –dirigida y creada por María, pero en colaboración con su hermana–. 

«Nos consultamos todo lo que hacemos. Pero como algo natural, por la confianza que una se tiene con una hermana. El crecimiento profesional se dio juntas, lo normal era compartir gustos, entonces primero quisimos actuar, luego escribir y después dirigir. Estuvimos siempre compartiendo las mismas disciplinas y se da así a la hora de encarar nuevos proyectos. No fue algo premeditado, pero nuestra química nos favorece y le sacamos partido. Nunca dijimos tenemos que trabajar juntas siempre. De hecho hay ocasiones en las que no lo hacemos, que nos convocan a alguna de nosotras para trabajar solas, pero en esas ocasiones igual nos consultamos», cuenta Paula.

Estas gemelas rosarinas fueron forjando su camino sin apuro. Hace semanas cumplieron 44 años y vinieron a Capital Federal a los 19 a probar suerte. Sus inicios en televisión –junto a Pato Galván, en Atorrantes– no daban indicios de que se convertirían en destacadas dramaturgas, directoras y actrices del circuito de teatro independiente. Pero lo lograron, mirando mucho teatro, armando sus propios proyectos y animándose a conseguir un lenguaje propio. Un sello de autor. De autoras, en este caso. 

«Siempre compartimos mucho. Lo que hacemos ahora lo hacemos como cuando éramos chicas. Siento que es una bendición poder compartir un espacio creativo. Uno puede tener afinidad con muchas personas, pero por obvias razones nuestros universos estéticos son similares. Todo se nos impregna de manera parecida y nuestra forma de trabajar tiene muchos puntos en común. Es aliviador y divertido poder compartir toda esa intimidad. Es algo interno difícil de explicar», dice María. «Somos exigentes y responsables, en ese sentido nos entendemos, nos complementamos, diría. Además de lo artístico, compartir un espacio como amigas y hermanas nos encanta, y eso siempre suma. Podríamos ser odontólogas y sería igual, nos acompañaríamos. Pero bueno, elegimos el teatro. Nos gusta ir a ensayar juntas, ir con el mate y charlar de nuestra vidas», cuanta Paula.

Sus obras tienen su recorrido en las carteleras porteñas, pero el éxito no cesa. La Pilarcita –sábados en doble función en el Camarín de las Musas– y Yo no duermo la siesta –miércoles en Espacio Callejón– transitan su cuarta temporada. Hidalgo se estrenó a fines de 2016 y estaba fuera de cartel. Pero volvió hace semanas con dos funciones –viernes a las 20 y a las 22–, también en el Camarín de las Musas.

Paula piensa que María es una actriz muy emocional y que tiene mucho sentido del humor, por lo que dirigirla se le hace fácil. «Tiene ductilidad y se deja dirigir mucho. Toma lo que uno le dice y lo incorpora. Pero además propone detalles que terminan siendo determinantes. Al menos conmigo, nos damos esa libertad», explica Paula. María, por su parte, se refiere a su hermana como una actriz técnicamente excelente que aborda los personajes de una manera muy comprometida: «Dirigirla es un placer porque es generosa desde la ideas que propone hasta la minuciosidad que le pone a cada una de las escenas. Creo que en mis obras los personajes los termina de completar ella en escena. Si algo no va, no va. Pero siempre hay complicidad, un factor que no es tan fácil de encontrar».  «