El Chile social y políticamente convulsionado de los años ’70 es la geografía central de una película donde el amor se cruza con la política. Con ese fuerte tópico central, el realizador chileno Andrés Wood construyó un film como Araña, un thriller político ficcional que no teme revisar y cuestionar el pasado cercano de su país.

Protagonizada por Mercedes Morán, la película da cuenta de las vidas de tres miembros de la organización ultraderechista Patria y Libertad, formada a principios de los ’70 para derrocar al gobierno constitucional de Salvador Allende. Morán interpreta a Inés, una joven nacionalista que junto a Gerardo (Pedro Fontaine) y a Justo (Gabriel Urzúa)  formarán un trío tan amoroso como violento, que cometerá un crimen de marcado carácter político.

Filmada en Chile y Argentina, la película que llegará a nuestras pantallas el próximo jueves, construye una trama que pivotea con el presente para entender el pasado de los protagonistas, todos individuos insertados en una sociedad acomodada de nuestros días y que nada quieren saber de su idealismo político reaccionario del pasado. «Tengo con esta película mucha expectativa, sobre todo porque no es habitual estrenar una producción chilena o latinoamericana en la Argentina. Al ser jurado en festivales tuve la oportunidad de ver mucho cine latino y realmente es buenísimo, pero que no se conoce por la escasa distribución que tiene. Estoy muy orgullosa de ser parte de esta película porque creo que es necesaria y en Chile –se estrenó el año pasado– encendió un debate muy importante. El director contó los hechos con mucha elegancia y tan corrido del lugar común que me conmovió. No se priva de contar las cosas más horribles de los personajes y esa incomodidad permite conocer por qué ese tipo de personas en la sociedad actual de Chile siguen siendo tan respetadas y tienen tanto poder», relata Mercedes Morán en su encuentro con Tiempo.

–¿Conocías el trabajo como realizador de Andrés Wood?

–Había visto sus películas y tenía una profunda admiración por él, aunque no lo conocía. Me habían encantado sus films, y por haber trabajado en Chile supe que era considerado como la nueva cara del cine del país. Cuando me dieron el guión, que acepté enseguida, leí todo con mucho entusiasmo. Todo me pareció fantástico, bello, pero también riesgoso. Fui de su mano, me condujo, porque para mí el cine es eso, confiar en el director. Coincidimos en cómo debía ser el trío de la película, cómo ella luego se vincula con el pasado, el presente, sus hijos, el poder, la familia. Uno es cómo se vincula con los demás, y eso me permitió construir al personaje.

–Encontraste un desafío, entonces.

–Sí, porque poder interpretar un personaje así me generaba un desafío como actriz y como persona también. Eso me gustó porque siempre abordo a los personajes que hago sin un tipo de juicio y trato de entender las razones que los motivan a hacer lo que hacen. Eso me permitió terminar de adentrarme en este Chile actual y las cosas que le suceden. Me entusiasmó mucho participar de una película que abrió el debate contra del negacionismo. Había estado en Chile muchas veces y la negación persistía, pero con el paso del tiempo pensé que había sido una cosa terminada. Tuve mucha conciencia de las cosas que suceden en un país cuando después de haber pasado por dictaduras, como las que nosotros pasamos en la Argentina, no hay juicios. Mucho de lo que pasa en Chile proviene de ahí, en relación a la justicia por mano propia, la impunidad. El riesgo, algo que me atrae, fue interpretar a una mujer chilena, por eso le pregunté a Andrés por qué me había elegido a mí, sabiendo que hay actrices chilenas fantásticas. Así que eso fue un miedo primario, porque no se trataba de una mujer de acá, argenta.


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–¿Fue difícil interpretar a una mujer como Inés?

–No fue fácil, pero a mí me divierte meterme en la cabeza de mujeres que están en lo opuesto a mi persona. Es algo nutritivo para el juego de actuar (risas). Pero bueno, siempre tengo una lectura total sobre el proyecto que hago, no solamente el actoral. En el día a día de filmación me cuidaba mucho de no juzgar, de entender a Inés, de entender por qué hizo lo que hizo y por qué defendía lo que defendía

–¿Trabajaste especialmente conociendo las particularidades de una organización como Patria y Libertad?

–Hice un trabajo obsesivo sobre lo regional que no se limitó al acento. Tomé a un personaje real de la sociedad chilena, muy público por cierto, y copiamos su comportamiento y carácter.

–Otro factor que resalta en la película es tu acento chileno. ¿Qué tan complicado fue alcanzarlo?

–Normalmente, hay como una técnica vocal, pero hice un laburo más interesante para llegar al acento. Trabajé buscando un personaje chileno, un personaje conocido y entonces lo encontré fácilmente. Entonces yo laburaba repitiendo, abordando palabras, entendiendo los modos, sobre todo porque no todas las chilenas hablan igual. Luego en el rodaje, Andrés me vio muy obsesionada con este tema, entonces me pidió que me olvidara completamente, porque me quería presente en el personaje y que después nos pondríamos puntillosos. Más tarde hice un doblaje de mí misma y al terminar la película me doblé en un estudio junto a Andrés y a un ingeniero de sonido. Éramos tres obsesivos trabajando en algo que salió bien (risas).

–Como protagonista femenina de múltiples películas, ¿sentís que hay más espacio en el cine de hoy para las mujeres?

–Siento que hay una evolución porque estamos más cerca de la paridad, pero la verdad es que nos falta un montón para igualarnos a los hombres. Es muy sencillo, porque ves en cualquier plataforma o en alguna entrega de premios la cantidad de directores hombres, la cantidad productores hombres, mientras que la cantidad de protagonistas femeninas son las menos. La industria del cine sigue postergando a las mujeres. Pero bueno, creo que de la misma forma todas nosotras nos estamos haciendo escuchar y ganamos terreno día a día.

–¿Y cómo viste estos últimos cuatro años en términos sociales?

–Siempre supe que iba a suceder lo que sucedió. No soy amiga de ese tipo de políticas para mi país. Yo tuve siempre conciencia del desastre, pero siento que ahora la conciencia de lo sucedido se ha expandido. Siempre me asombré de que a veces se necesita tan poco tiempo para destruir tantas cosas. Sin embargo, los argentinos, la gente, los pueblos, no son los únicos responsables de lo que sucede en los países. Creo que carecemos de una mirada desde lejos, y no nos podemos ver como un teatro de operaciones de otros intereses que nos exceden. No se trata sólo del país, está la región, así que creo que no debemos mirarnos exclusivamente el ombligo en estas cosas. Esta parte del mundo es de las más maravillosas. Es el lugar que yo amo y con mucho o casi todo por hacer, a diferencia del viejo continente. Nunca compré esa idea de que el primer mundo tiene lo mejor, sobre todo porque tuve la oportunidad de viajar y ver muchas cosas no buenas por allá. Pero sí, es verdad que a diferencia de otros momentos, cuando yo empecé siendo más joven a entender y tener un poco más de conciencia política, ha pasado algo en el mundo. Es una conexión, una globalización que generó una vinculación con el mundo de otra manera que en tiempos anteriores. Tratando siempre de correrme de mi pensamiento apocalíptico en el que caigo a mi pesar (risas), intento tener otras cosas.


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–¿Esperanza?

–Sí, intento tener eso. Yo estoy más tranquila porque sé que ahora hay gente con sensibilidad social. Coincido con ellos en más o menos en la lista de las cosas que son más importantes, porque siento que hay un compromiso real de volver a la política en el mejor de los sentidos y que se dejó de descalificar a la política como instrumento para mejorar a las cosas. Esa bolsa siempre es un agujero negro, sobre todo porque nunca pensé que ser presidente de un país sea lo mismo que administrar una empresa, a pesar de que las corporaciones reinan y hay poderes sin rostro.

Araña

Dirección: Andrés Wood. Guión: Andrés Wood y Guillermo Calderón. Actúan: Mercedes Morán, Marcelo Alonso y Pedro Fontaine, entre otros. Estreno: 20 de febrero.

En camino a la igualdad

Es sabida la militancia de Mercedes Morán en favor del movimiento feminista. Las redes sociales, un espacio que habitualmente utiliza para dar a conocer una parte de todo ese sentir, la encuentran siempre muy presente a la hora de expresar opiniones sobre todo lo que sucede en el campo de lo social, que afecta en estos tiempos a millones de mujeres. «El movimiento femenino adquirió una importancia particular en los últimos años, algo que data de mucho tiempo atrás, pero que cada tanto tiene sus oleadas importantes que llegan a la playa. Últimamente las mujeres latinoamericanas fuimos muy protagonistas de esas olas y no debemos sacarnos el valor por eso que fabricamos entre todas. Inclusive las mujeres chilenas crearon un himno feminista que se canta en todo el mundo y te pone la piel de gallina cuando ves a las rusas o a las norteamericanas o de cualquier parte entonarlo muy sentidamente. Creo que la opresión de este sistema es tremenda para las mujeres pero para los hombres también, aunque es mayor para nosotras. Algo va cambiando de a poco, muy de a poco, aunque no me gusta generalizar, tampoco me gusta mirarme el ombligo. Hace poco yo tuve la oportunidad de poder trabajar con dos directoras mujeres como Ana Katz y María Alché, que filmaron Sueño Florianópolis y Familia sumergida, respectivamente. Con ellas se generó la posibilidad de meternos en universos femeninos pensados para la pantalla, algo que es lógico que lo cuenten las mujeres. A todo el mundo le parece normal y habitual que las historias de hombres sean contadas por algunos hombres. Y sí, es así de lógico, pero también es bueno que historias de mujeres sean contadas por mujeres. Estamos en pleno cambio y eso también debe saberse», concluye Morán.

Feminismo, evangelismo y Maradona

En constante movimiento. En términos laborales así son los días de Mercedes Morán, siempre repartidos entre series, cine y el teatro. En los próximos meses tendrá pocos momentos para descansar: «En lo inmediato, voy a estar en el Teatro Cervantes el 22 y el 29 de febrero leyendo un libro de Virginie Despentes. Se llama Teoría de King Kong, un ícono del feminismo desde hace unos 15 años y un texto políticamente incorrecto, inclusive hasta para hacer nuestra propia revolución. En otro orden de cosas, estoy haciendo una serie para Netflix que se llama El Reino. Se trata de una producción que escribieron Claudia y Marcelo Piñeyro y que este último dirige junto a Miguel Cohan. Es una serie sobre el advenimiento del poder político de los evangelistas. Hasta junio vamos a estar rodando porque en estas plataformas las series pautan cada capítulo como si fuese una película. Por otro lado, el año pasado participé de la serie de Amazon sobre la vida de Diego Maradona. Fue una muy buena experiencia, pero todavía no tiene fecha de estreno».