A veces, tengo –tenemos, creo– la impresión de haber vivido otras vidas. Suele suceder: cuando te vas haciendo grande, recordás episodios a veces perdidos en la bruma de los tiempos como si las hubiera experimentado otra persona. Pero mis recuerdos sobre Federico Moura en persona, son concretos. El primero es de una noche de fin de año en 1985: caminábamos por Avenida Santa Fe con mi hermano y mis viejos en la previa de la cena. No había mucha gente. Y a la altura de Ayacucho o Junín, lo encontramos mirando una vidriera. Paramos. Mi hermano –periodista de rock por esa época– lo saludó y nos presentó. Él, que ya era estrella de rock, se acercó sonriente y fue amable en la breve conversación. Yo tenía 15 años y aún recuerdo el impacto.

  Unos meses antes lo había visto en Vélez, durante la primera noche del Festival Rock and Pop. El show fue extraordinario. Federico con su peinado y su encanto sobre el escenario, las chicas resplandecientes –Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland–, los hits de Virus uno tras otro. Está el video en YouTube y lo volví a ver mientras «ambientaba» la escritura del libro –compartida con el colega y amigo Sebastián Ramos– que homenajeó su vida y obra. El muchacho petiso y bien flaco que miraba ensimismado una vidriera en la noche de un 31 de diciembre, y el gigante, moderno y carismático frontman capaz de hacer bailar y cantar un estadio, eran la misma persona. Así lo recuerdo hoy, a 30 años de su lamentada partida.   

  Federico Moura fue uno de los grandes personajes de la historia del rock argentino. Y no era del «ambiente». Venía de La Plata (como los Redondos, pero esa es otra historia) y fue el único conector con la vanguardia artística del Di Tella. Sus amigos y socios creativos eran pintores, diseñadores, coreógrafos, actores, poetas, sociólogos. Gente loca, culta y moderna. Las canciones de Virus tienen esa impronta: sobre algunas bases más o menos bailables propias de la época circulaban las palabras, envueltas en frases o juegos semánticos que casi siempre tienen doble-triple sentido. Son clásicos de nuestra cultura contemporánea. Por eso siguen sonando y varias generaciones de argentinos sienten algo en el corazón, la cabeza y los pies, cuando las escuchan. Así será por siempre. «

* Es autor del libro Federico Moura junto a Sebastián Ramos.