Basada en la parte de la historia en que Pablo Neruda era senador comunista y comienza a ser perseguido -al igual que todo el partido- por el gobierno de Gabriel González Videla en 1948, el film intenta mirar con la perspectiva de hoy y con toda el agua que corrió bajo el puente, aquellos años en los que Neruda finalmente se convirtió en el poeta que fue.

No porque ese tiempo haya dado lugar a los versos más hermosos que supo escribir, sino porque en ese tiempo, y en especial en las características que tuvo primero su clandestinidad y luego su fuga de Chile. Neruda supo convertirse en una de las principales estrellas del firmamento de la izquierda internacionalista y del progresismo en general .


Condenado a recitar siempre “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, condenado cual rock star de los tiempos venideros, el Neruda de Larraín parece ser un precursor de la idea de que es más importante la performance que la ideología, que el lugar que se ocupa en el cielo de las estrellas responde más a una necesidad de los que contemplan y aplauden que a una cualidad propia del personaje en cuestión.

Larraín parece encontrar en Neruda, especialmente en la etapa que trata, la idea del ídolo/ héroe que marcó a fuego la segunda parte del siglo XX. “El me dijo que éramos lo mismo, los dos”, dice la travesti que una vez más le pide que recite “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”, e interrumpe su recitado con un beso en la boca, al que Neruda no se resiste ni disfruta, sólo se deja. Los nuevos rebeldes que las masas seguirán en los próximos años a ese 1948 se parecen mucho al Neruda del film: todos ellos son más amados por los marginados en general cuanto más odiados por los poderosos, como si en ese amor expresaran su posición de clase. Y ellos se convierten en ídolos por sus actitudes, no por sus cualidades.

Larraín también consigue mostrar que esa idolatría, en un momento, para los ídolos se convierte en cárcel. No sólo no pueden dejar de decir los versos más tristes esta noche, sino que tampoco pueden decidir qué hacer frente a la persecución, y tampoco la manera de emprender esa acción que finalmente se decida. Cada paso debe convenir antes que nada a la revolución, como si fuera la grabación de un disco y su presentación donde las prerrogativas del marketing son más importantes que la creatividad del artista .

Mercedes Morán, en el papel de su mujer -uno de los muy buenos personajes secundarios de la película, en un momento que le está leyendo un poema, le dice: “¿A ver si lo leés con la otra voz?” “¿Con cuál?”, pregunta él. “La de poeta, Pablo”, le responde ella como si estuviera diciendo una obviedad. Y ahí la poesía suena -incluso desde su contenido- a Neruda.

Como una especie de venganza, Neruda responde desobedeciendo instrucciones de seguridad y con desplantes a sus allegados. “Lo único que le pido es que sea un poco más humilde”, le dice el humilde hombre al que el partido comunista le puso para cuidarlo. Pero no puede, las estrellas de rock son así. Por eso las quieren, incluso pese al sufrimiento que esa actitud puede producir en la plebe.

Porque después de todo, como dice el policía que lo persigue, el personaje que muy bien compone Gael García Bernal, “el poeta me escribió una muerte fabulosa”; todos quieren ser escritos por el poeta: es un sueño de inmortalidad irresistible ser pronunciado alguna vez por la estrella de rock.

Con un final que parece no estar tan de acorde a toda la gran trama artística que le precede, igual Larraín consigue transmitir la idea de que el ídolo (poeta, rockero, futbolista) encuentra cierta libertad en esa cárcel de la que le es imposible escapar (porque escapar no depende de él): fabulando, creando el propio mito, escribiendo su propia biografía en pos de una inmortalidad que sabe que ni siquiera el recuerdo de sus seguidores le podrá garantizar.

Así, el juego va llegando a su fin. Con el poeta dándole vida al pueblo, y el pueblo concediéndole licencia al ídolo para que viva la vida que se le ocurra, la que soporte, y cuente que vive la que se imagina, porque mientras él viva, ellos tendrán un voz que los nombre.

Neruda. Neruda (Chile-Argentina-Francia-España-Estados Unidos/2016). Dirección: Pablo Larraín. Guión: Guillermo Calderón. Con: Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Emilio Gutiérrez Caba, Diego Muñoz y Alejandro Goic.107 minutos.

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