Por más que nos esforcemos, analizar la obra de alguien que celebra sus ochenta años y pasó la mayor parte de su vida creando las más maravillosas músicas es una tarea, como mínimo, desafiante. Y si ese alguien es Paul McCartney, la situación es aún más compleja: ¿cómo no ahondar, con nostalgia, sus comienzos adolescentes en las filas de The Quarry Men durante el segundo lustro de los ‘50? ¿Cómo evitar hablar de ese elefante en la habitación llamado The Beatles, que en los ’60 cambió a la cultura pop para siempre? ¿Y qué decir de sus maravillosos Wings de los ’70? ¿Cómo obviar sus discos solistas de los ’80 y las colaboraciones con, entre otros, figuras de la talla de Stevie Wonder y Michael Jackson?

Haremos el esfuerzo, porque con todo ese recorrido previo y sin ninguna necesidad de serlo, McCartney también desplegó su genio para constituirse como un referente de los sonidos de los ’90, algo que no es lo suficientemente reconocido. Lo hizo a partir de la publicación, el 1 de febrero de 1993, de Off The Ground, disco grabado entre fines de 1991 y mediados de 1992 por Parlophone. Fue su primer CD de estudio de la década, con la sola excepción de Liverpool Oratorio, su incursión en la música clásica de 1991 en colaboración con Carl Davis, con motivo de la conmemoración del 150º aniversario de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool.

Ya desde su título, Off The Ground es una muestra de la visión holística del músico, lo que se refuerza en el arte de tapa, en el que sus pies y el de sus músicos suspendidos en el cielo coronan un amplio y bello paisaje: puede tener los pies sobre la tierra, claro, pero siempre le fue necesario volar más allá. Y, claro, la lista de temas no se queda atrás: “Off the Ground”, “Looking for Changes”, el maravilloso e hipnótico simple de diffusion “Hope of Deliverance”, “Mistress and Maid”, “I Owe It All To You”, “Biker Like an Icon”, “Peace in the Neighbourhood”, “Golden Earth Girl”, “The Lovers That Never Were”, “Get Out Of My Way”, “Winedark Open Sea” y “C’Mon People” (que, no apto para ansiosos, incluye el track oculto “Cosmically Conscious”).

Con esta mixtura de rock and roll, baladas, sonido beatle y pop, presente en canciones que invitan a la reflexión y también a mover cada parte del cuerpo, comenzó a dejar su huella imborrable en una década que, en lo que a música popular anglosajona respecta, se debatió entre el rock alternativo estadounidense y el britpop inglés. McCartney es esa ancha avenida del medio, que hasta iba a ilustrar su siguiente trabajo discográfico, esta vez en vivo: Paul is Live, de 1993, en el que se ríe del mito que refiere a su muerte previa al registro de Abbey Road. Si hay algo que queda claro, en vísperas de su octogésimo cumpleaños, es que Sir Paul está más vivo que nunca.