La noche de entrega de los premios Oscar de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas se presenta como la gran vidriera del cine comercial estadounidense. Cada año además de triunfadores y perdedores, deja datos dispersos que ofician como pistas para analizar el rumbo del mercado audiovisual, leer narrativas desde un posicionamiento ideológico y advertir cierta reconfiguración del star system.

Esta vez los ganadores no representan una sorpresa. Green Book se llevó la estatuilla a Mejor Película y participa de la constante políticamente correcta de la Academia de premiar películas con contenido y crítica social. En este caso se trata de un filme que se posiciona de manera explícita ante el racismo de los años 60 en Estados Unidos. Se destaca asimismo por las actuaciones memorables de Viggo Mortensen y Mahershala Ali, también premiado como Mejor Actor de Reparto.

En cuanto a Roma, obtuvo premios a la Mejor Película Extranjera y al Mejor Director para Alfonso Cuarón. Ya no supone un golpe al narcisismo de la industria cultural hegemónica ver mexicanos ganando un Oscar. Además la película contaba también con el componente social que gusta en la Academia: perspectiva de género, de clase y étnica. Sin embargo, si Roma hubiera ganado en la categoría Mejor Película habría sido un hito en la historia del mercado audiovisual. No solamente porque se trató de una película hablada en español, que los estadounidenses tuvieron que ver con subtítulos. Sino también porque fue producida y distribuida por una plataforma de video bajo demanda.

Una película realizada por profesionales del séptimo arte, bajo los parámetros de la labor cinematográfica, pero no estrenada bajo el circuito de salas. Una forma de consumo que pasa del ritual de ver una película en la oscuridad con desconocidos a ser consumida desde el living de casa. Este conflicto entre modelos de mercado ya había dejado a Roma fuera del Festival de Cannes por no contar con la distribución mínima en salas de cine. Y quizás también sin el Oscar.

Más allá de las lecturas político-ideológicas y empresariales, el premio deja también la interesante expectativa sobre qué va a suceder de aquí en más con las crecientes producciones de buena calidad realizadas para otras pantallas. Una incorporación que parece ser menos traumática en los Emmy o los Golden Globes para con las series de internet que en los Festivales y los Oscar para con las películas.

Por otra parte, debemos señalar como dato a tener en cuenta la irrupción de los súper héroes con las nominaciones y premios a Black Panther, una de las películas más taquilleras del año pasado. Podríamos preguntarnos por qué Black Panther ahora y no alguna versión de Batman o de Spider Man en su momento. No obstante las nominaciones son en su mayoría en las categorías técnicas, y de tratarse de una producción de la mega poderosa Disney con alta capacidad de lobby, se comienza a reconocer un subgénero que existe desde que el cine es industria y nunca gozó de las mejores críticas.

Desde que las series televisivas basan su éxito en roles de personas comunes construidas como antihéroes, el cine por su parte renueva franquicias, sagas y universos heroicos. Como en Spider-Man, un nuevo universo, premiada en la categoría Mejor Película Animada.

El resto de los grandes ganadores individuales fueron Olivia Colman, como Mejor Actriz por The Favourite –la película perdedora de la noche-; Rami Malek, como Mejor Actor por la interpretación de Freddy Mercury en Bohemian Rhapsody y Regina King, por If Beale Street Could Talk. Párrafo aparte merece la actuación de Bradley Cooper y Lady Gaga, quien no ganó como mejor actriz, pero sí alzó el premio a la Mejor Canción Original por Shallow, la cual compuso junto con Mark Ronson, Anthony Rossomando y Andrew Wyatt. La protagonista de la cuatro veces reversionada A star is born (realizadas en 1937, 1954, 1976 y 2018) se posicionó como una de las pocas artistas integrales en haber ganado los premios Grammy y Oscar -como, por ejemplo, Cher y Barbra Streisand-.

Se trató finalmente de una emisión correcta, con la destacable actuación en vivo de Queen con Adam Lambert. Aunque la chatura se percibió en una merma del discurso político -a excepción del de Spike Lee-, donde la actual ola de feminismo global o los reclamos ante las políticas de Trump ni siquiera aprovecharon la pantalla al mundo para hacerse escuchar con fuerza.

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