Metrópolis (1927)

El inicio de todo: en el cine de ciencia ficción es, básicamente, una distopía. Guida por la irrupción de la sociedad de masas (del que el cine ya había dado cuenta con la genial Acorazado Potemkin – 1925, Sergei M. Eisenstein-), y a partir de ahí de todas las fantasías catastróficas que había desatado, la ciencia ficción ya no fue la aventura de descubrimiento del Siglo XIX (aunque ya tenía sus premonitorias advertencias). Fritz Lang vislumbra los peores escenarios por venir. Y acierta. En una megalópolis del año 2000 –dice la sinopsis–, los obreros están condenados a vivir recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Sin embargo, incitados por un robot (que a su vez es mujer -María-) se rebelan contra la clase dominante y amenazan con destruir la ciudad exterior. Un prodigio de creatividad cinematográfica por su despliegue visual y su innovación escénica en la que Lang también establece la única posibilidad de salvación de lo que se conoce como humanidad: el amor.

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La invasión de los usurpadores de cuerpos (1957)

Azuzado por el fantasma del comunismo de la década (que como si fuera poco encima aventajaba a “el país de la libertad” en la carrera espacial), el film logra un éxito inesperado aunque su target es otro: asentado en la obvia paranoia anticomunista que el Macartismo había diseminado por todo América (el continente entero lo sufrió), el gran Don Siegel apuntaba a lo que, precisamente, ocutlaba ese anticomuismo: el creciente control de los ciudadanos y la limitación de las libertades individuales. Sin proponérselo, se adelantaba a la denuncia con la que despediría su mandato el presidente Eisenhower, que advertía que el mayor peligro que enfrentaba la democracia norteamericana era el control que tomaba sobre ella el complejo industrial militar. La historia cuenta que un médico de un pueblo pequeño se entera de que la población de su comunidad está siendo reemplazada por duplicados alienígenas sin emociones, una metáfora de cómo con la excusa de la seguridad, los individuos abandonan esas características que los igualan con cualquier humano del planeta.

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2001: Odisea en el espacio (1968)

Para muchos es la película de ciencia ficción de todos los tiempos. Más allá de eso es la que sin dudas en la década continúa la línea abierta por Lang: ante el inminente salto tecnológico que anuncia el desarrollo provocado por la carrera de llegar a la Luna, Stanley Kubrick ve un horizonte dominado por las computadoras, una diseñada por humanos que, según sus preconceptos, no tiene ni tendrá errores: ella, que en verdad es Hall 9000, supone que todo lo que tiene error, sobra. Saque quien lee sus conclusiones. La imagen sellada para siempre en el público del sapiens blandiendo irascible un hueso aún no convertido en tecnología parece una estampita, un recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. Todo lo que el cine puede hacer y dar (como dice en el tráiler el mismo Christopher Nolan) también homenajea y continúa aquel legado de Lang.

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Blade Runner (1982)

El nunca bien ponderado Ridley Scott sintió que sus advertencias sobre el futuro neoliberal que ya había llegado y que él había expuesto con maestría en el aterrador Alien, el octavo pasajero (1979), no habían sido bien escuchadas. Entonces agarró esta obra de Philip Dick y en una libre interpretación mostró el mundo por venir: las corporaciones mandan, la vida se ha robotizado, el clima ya está colapsado, los humanos son una clase de seres inferiores dedicados a ser explotados a fin de sacarle hasta la última posibilidad de plusvalía. Es la primera mitad del siglo XXI, y la Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus, virtualmente idéntico al humano y conocido como Replicante. Superior en fuerza y agilidad, al menos en inteligencia igual a los ingenieros de genética que los crearon, los Replicantes son usados en el espacio exterior en la exploración y colonización de planetas. La novedad es que ante condiciones de explotación similares (como ocurría en El planeta de los Simios), reaccionan de la misma manera que los humanos: encabezados por los personajes de los excepcionales Rutger Hauer y Sean Young, comienzan una rebelión que es aplastada violentamente; son declarados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte. En su desesperada revancha, tendrán como aliado inesperado al decadente detective (cuando no el cine rescatando perdedores) que protagoniza Harrison Ford. Un llamado de atención acerca de lo que la humanidad perderá si continúa el camino neoliberal declarado como TINA (There is no alternative) por la triunfante Margaret Tatcher.

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Terminator (1984)

Llamativamente (o no tanto), las películas de ciencia ficción que cambiaron el cine -que no sólo son estas, por supuesto- concluyen con el Siglo XX, que según los historiadores terminó en 1989 con la Caída del Muro de Berlín. Matrix será la primera del después, la de las nuevas generaciones, que como tal dejará  claramente todo a una decisión individual antes que a un problema existencial relacionado con el capitalismo y su automatización de la vida y de las relaciones personales. Por eso aquí la última de esta lista guiada por el peligro de dejar las grandes decisiones de nuestra existencia a las máquinas (mecánicas o digitales, no importa su procedencia ni característica), peligro ante el que el único antídoto al que se cree posible recurrir es el amor. La historia de Terminator comienza en el ya devastado mundo de 2029 pero se desarrolla en 1984, fecha en la que Sarah Connor se entera de que es la madre del futuro líder de los humanos contra las máquinas reveladas y comandadas por la gran computadora Skynet (para quien quiera jugar un rato: escribir un tuit mencionando a Skynet; es posible recibir una respuesta de ‘ella’ recordando el fin de todo para agosto de 2029). Film de bajo presupuesto que James Cameron hace grande con una pletórica imaginación que la incipiente robótica permitía fantasear. Digna heredera de Metrópolis y todas las nombradas, es, a su vez, bisagra de un nuevo relato: como después se descubrirá con la saga Alien (no por casualidad la segunda entrega es de Cameron), todo triunfo es un triunfo parcial, nunca definitivo. Si el No hay alternativa de Thatcher es verdad, entonces también lo es que la resistencia no tendrá fin. Una verdadera luz ante un futuro que lo único parece predecir es oscuridad.

Disponible por suscripción en Movistar Play, y para alquilar en Apple iTunes y Google Play Movies.