“Un documental siempre lleva algo de autorreferencial; como realizadora, una cuenta una historia y siempre hay algo que compromete, de algún modo, tu vida personal”. Silvia Di Florio, directora de Partidos, voces del exilio, también fue una exiliada. Militante en la Unión de Estudiantes Secundarios, partió en 1977, embarazada. Pero la película filmada entre Madrid y Buenos Aires, y que cuenta con la participación especial de Héctor Alterio leyendo un poema de León Felipe, se apoya en otros testimonios. Personas que decidieron quedarse allí donde los cobijaron de la persecución política y les permitieron una nueva vida, que no fue el caso de Di Florio: ella y su pareja recalaron primero en Brasil y luego en Suecia, y decidieron el regreso a la Argentina a los diez días de la asunción de Raúl Alfonsín en diciembre de 1983.

“La película movilizó toda mi historia, por más que transcurra en otra ciudad, y con otros protagonistas que no conocía. Fue una gran emoción todos estos años, y ahora que presentamos el trabajo, mucho más”, dice la realizadora sobre este ciclo que comenzó en 2016, cuando su amigo Juan Gastaldi, que se exilió en Madrid, le propuso llevar adelante el proyecto que ella tantas veces había manifestado ganas de hacer; una mirada hacia aquellos y aquellas que se habían exiliado de la Argentina durante el final del gobierno de Isabel Perón y los primeros años de la dictadura. “También fue 2016 el año en que pude volver a Suecia: recién después de 35 años. Y no por falta de ganas, sino porque siempre fue muy difícil volver, es muy costoso y mucho más aún que ir a España”, explica la directora ensayando una explicación convencional para lo que nadie forzado al ostracismo o caído en la diabólica maquinaria de la desaparición, le encuentra palabras definitivas: siempre hay algo nuevo por descubrir, decir, sentir. Y eso es lo que también intenta, y en buena medida consigue, Partidos, voces del exilio

Entre otras cosas, porque mira más allá de la historia de los que se fueron, y también indaga en los que padecieron, sin elegirla: los hijos. “Cuando hicimos el primer viaje grabamos algunos testimonios y ahí descubrimos la voz de los chicos. El objetivo era contar historias pequeñas, simples, tener una película coral que fuera un relato de vidas comunes. Y cuando descubrí esas voces centré mucho la historia en el diálogo, o en esa falta de diálogo entre padres e hijos, o entre nuestra generación y la más joven. Los testimonios traslucen algo como ‘bueno, finalmente nos quedamos aquí’. Y creo que ese dolor, ese drama, ya es universal, en el sentido de que todo el que tiene que migrar, dejar su tierra, termina teniendo está dualidad: queda el dolor de la tierra que dejé, de los muertos que dejé, de lo que no pude hacer, pero que si no hubiéramos luchado por ese país diferente, tampoco lo estaría contando desde acá.”

Y, sin embargo, los que regresaron también tienen ese dolor, aunque lo padecen de manera diferente. “Todo el que se tuvo que ir pasó momentos durísimos, tanto por tener que abandonar su lugar como por tener que hacerse de otra cultura. Y después, el que regresó, quizás también tuvo que volver a sufrir lo mismo por empezar todo de cero. Me pregunté sobre esa decisión de volver cuando fue mi separación, con mis hijos muy chiquitos. Llevar adelante una vida de trabajo para mantener el núcleo familiar, cuando Suecia había sido un país que nos había acogido con muchas facilidades. Mis chicos me dicen: ‘nosotros no volvimos a ningún lado’, y tienen razón, para ellos era un país desconocido, una cultura desconocida. Los únicos lazos que tenían eran los familiares, y después la sociedad fue muy hostil con nosotros durante los primeros años. Nos largamos a venir para recuperar el arraigo y la familia, y nos encontramos con una realidad que habíamos idealizado en gran parte. Para los chicos fue mucho más duro de lo que pudimos imaginar, y de lo que imaginamos hoy. Que la película sirva como disparador para reflexionar sobre esa parte de nuestra historia me parece bárbaro, enormemente satisfactorio.”

Di Florio tuvo que reflotar entonces toda esa historia, y váyase a saber las cosas que habrá descubierto y sentido, porque si bien hay mucho, en Partidos no está todo. Nunca puede estar: eso es un relato, una película. Un recorte de aquello que fue o es, algo que se elige contar -o es lo que se puede contar- por sobre el resto. “Para eso Marcela Sáenz, la montajista, fue fundamental. Yo estaba tan involucrada en la historia, tan movilizada, que haberla convocado a ella fue definitorio. Marcela es parte de mi generación, pero no está comprometida directamente con la historia del exilio. Su mirada me ayudó un montón para ver cuál era la importancia de cada intervención. Porque de pronto, yo quedaba como pegada a cosas que quizás no eran tan esenciales transmitir.” Porque aquello que no se dice, también cuenta.



Partidos, voces del exilio

Dirección: Silvia Di Florio. Con la participación especial de Héctor Alterio. Del 4 al 10 de agosto a las 19.30 en cine Gaumont, Av. Rivadavia 1635.