Ya está en cartel “Flashes”, la nueva obra de Patricio Abadi. “No soy de necesitar detenciones tan largas, me siento muy orgánico cuando estoy imaginando, como que estoy en mi hábitat. Después el mundo de lo real me estimula mucho cuando estoy con mi hijo, con mi novia, con mis amigos, me encantan para distraerme de la ficción, pero cuando más soy yo es cuando estoy creando.” Esta apreciación que es casi una declaración de principios, tal vez explique por qué Patricio Abadi sólo paró durante las fiestas y luego siguió con su fecunda actividad, que actualmente incluye diez años ininterrumpidos con “Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío” -que escribió, y dirige y actúa-, la coautoría de “El Equilibrista” que protagoniza Mauricio Dayub y ahora “Flashes”, ganadora del Concurso Ficciones que tuvo como jurado a Mauricio Kartun, Rafael Spregelburd y Ana María Shua.

“Era un concurso de mircroficciones que se organizaba en Neuquén y Chile y que había difundido en redes Kartún. Estaba con muchísimo trabajo y presentarse a un concurso implica poner en orden el material, dedicarse un tiempo a las formalidades y protocolos. Me pareció que valía la pena porque son jurados de distintos lugares. Tal vez no tanto Mauricio y Rafael, pero sí Ana María, que viene de la narrativa, un género que también abordo. Estaba bueno ser leído por estas tres miradas, ganara o no.” Dos de sus microficciones fueron seleccionadas, y con ellas Abadi armó Flashes, en la que “si bien se vincula todo, son flashes: escenas que podrían funcionar independientemente si uno las recortara. Pero cobran mayor sentido y tridimensionalidad en su encadenamiento”.

Las microficciones tomaron auge en los últimos años por necesidades materiales concretas -menores costos y la posibilidad de mayores convocatorias a partir de poder presentar en un mismo tiempo y espacio a varios autores y elencos-, pero también por una cuestión de cambios en las formas y modos de comunicar. “Es un formato que se viene instalando y no compite con la obras de extensión larga, y da lugar a un espectáculo. Como dramaturgo soy un escritor del siglo 20. El fuerte de mi formación es en el 2000 con Laiseca en narrativa y enseguida con Kartún en dramaturgia. Laiseca trabajó sobre una forma indispensable de lo que después fue mi es escritura: el desborde imaginativo; tener un maestro que habilite a imaginar para mí fue mucho más importante que el hecho de que alguien me hubiera enseñado a escribir. Y después en el Conservatorio de Dramaturgia me encontré con Kartún, con quien empecé a ordenar esa imaginación desatada por el maestro Laiseca. Empezamos a hablar de estructura, de conflicto; es decir, de teatro. Ahí encuentro que está como mi génesis. El teatro te permite otras temporalidades, poder trabajar con la escena en otro sentido. Y para mí lo fragmentado es importante que tenga potencia en sí, autónoma. Al espectador las nuevas formas le pueden quedar incómodas si uno no tiene un código de comprensión para establecer con ellos. Se puede ser experimental pero no hay que dejar de comunicar. En pos de la vanguardia se puede caer en el riesgo de no estar comunicando, y el gran problema de una generación a otra, de la del siglo 20 a la vertiginosa de ahora es el tema de la comunicación. La poesía (los imaginarios, los temas, sentimientos) es atemporal y va a trascender, lo que cambia son las expresividades. Es difícil para un dramaturgo entender cómo comunicarle a un espectador de 20 y a uno de 60 que están en la misma sala.”

-Y en ese sentido, Flashes, que tiene una relación poco común entre hermanos treinta años, ¿cómo funcionaría?

-El vínculo de hermanos creo que trasciende a las edades, y medio hermanos también. En ese sentido abarca un tema universal que no deja afuera a ninguna edad. Lo que sí es medio polémico es una hermandad que se construye, no es que se criaron juntos: se conocieron en el entierro del padre y de grandes y pegan mucha onda, por decirlo de manera contemporánea. Y cuando esa onda empieza a írsele de las manos, hay conflicto. Así se arman los grandes temas de la tragedia, aunque esto sea una comedia. Cuando algo trasciende lo acostumbrado, lo convencionalmente dado por lo familiar, ahí la situación se pone más picante. Y es donde el teatro se pone interesante. Si el teatro se preguntara sobre las cosas que ya están resueltas sería meramente mimético. En cambio a mí me gusta trabajar sobre esas arenas más movedizas que tiene la existencia porque son las que me desafían a entender algunas cuestiones; me divierto más. Inquieta. Pero sin golpes bajos ni obscenidades, sino en cuanto a preguntar sobre las relaciones.


Flashes: viernes a las 20.30, El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960.