A pocas horas de que mañana cumpla 75 años, Patti Smith recibió de manos del alcalde saliente Bill de Blasio las llaves de la ciudad de Nueva York, en señal de reconocimiento a su labor artística y a su rol social, acaso el mejor homenaje para esta figura que en su trayectoria mantuvo una coherencia en lo referente al compromiso con causas sociales y humanitarias, a través de una obra que supo captar el pulso del momento, desde un universo propio moldeado con lecturas de los llamados “poetas malditos” y pensadores existencialistas.

Tal vez haya sido un capricho del destino, pero probablemente ninguna ciudad más que la Nueva York de fines de los ‘60 y los ‘70, en donde se cocinaba un caldo de cultivo para una particular explosión punk, podría haber ofrecido una mejor plataforma a Patti Smith para sus excitantes performances, en las que mezclaba poesía surrealista y furia generacional.

Tan heredera de la canción de protesta de Bob Dylan y Joan Baez como de la pluma de Arthur Rimbaud, Antonin Artaud y Paul Verlaine, entre otros poetas, esta artista, que mañana 30 de diciembre cumple los 75, logró entremezclarse en la efervescente escena punk de mediados de los `70, en un panorama que incluía a Los Ramones, Blondie, Television y Talking Heads entre sus principales exponentes.

Sin embargo, Patti Smith no se limitó a forjar una carrera musical en ese contexto ni concentró su activismo a aquellos años, sino que construyó una personalidad y un estilo particular, a partir de un derrotero que buscó vivenciar el sentir de sus artistas admirados y dotó de universalidad a la realidad neoyorquina, a la vez que prolongó sus inquietudes sociales y humanitarias a las necesidades de cada momento.

No es extraño en estos tiempos que himnos suyos como “People Have The Power” sean moneda corriente en distintas protestas sociales, o que se la escuche manifestarse en favor de la defensa del medio ambiente y de la igualdad de derechos, entre otros asuntos, tal como lo hizo en sus últimas visitas a nuestro país, en 2018 y 2019.

Oriunda de Chicago pero criada en las afueras de Nueva Jersey, Patti Smith se radicó en la cosmopolita Nueva York en 1967, en una búsqueda por saciar sus inquietudes artísticas y humanas similar a la emprendida algunos años atrás por Bob Dylan. Sus ansias aventureras la llevaron a París, cuna de muchos de los escritores y pensadores a los que admiraba, junto con el joven fotógrafo Robert Mapplethorpe, quien se convertiría en su inseparable compañero de andanzas.

Instalada en el mítico hotel Chelsea de Nueva York, Patti Smith comenzó a merodear por algunos bares en donde actuaban bandas emergentes, como el legendario CBGB y el Max’s Kansas City, en donde protagonizaba performances con recitados de sus poemas, acompañada por la guitarra de Lenny Kaye; al tiempo que participó en algunas obras teatrales de Sam Sheppard. La entonación y el ritmo que le daba a sus recitados convirtieron a sus poemas en canciones, que terminaron de tomar forma a medida que el grupo acompañante se ampliaba. Así sus intervenciones fueron también ganando en intensidad.

Con el Patti Smith Group consolidado, grabó en 1974 un simple con las canciones “Hey Joe” y “Piss Factory”; la primera, un cover reactualizado con versos que hacían mención a la historia romántica-policial de Patty Hearst; la segunda, una pieza propia inspirada en la manera en que las lecturas de Rimbaud la “rescataron” cuando trabajaba como obrera en una fábrica.

La consagración definitiva, que le valió el título de “poetisa del punk”, llegó al año siguiente con la edición de su primer larga duración “Horses”, una producción considerada entre las mejores en la historia del rock, que además contaba en su portada con una icónica fotografía suya en blanco y negro con marcado look andrógino, tomada por Mapplethorpe.

Con su volcánico estilo y sus inspiradas líricas, Patti Smith se convirtió en una de las principales referentes de la movida punk neoyorquina. Sin embargo, a diferencia del “No Future” propiciado por sus colegas londinenses, su obra se caracterizaba por plantear un escenario de lucha por el cambio ante las injusticias del sistema, más que quedarse en la furiosa crítica.

A pesar de ser una figura clave en la segunda mitad de los ‘70, con clásicos como “Horses”, “Gloria” y “Because The Night”, entre tantos, una convalecencia tras una fuerte caída de un escenario en medio de un show y su casamiento con el guitarrista Fred “Sonic” Smith, líder de la radicalizada banda de Detroit MC5, la alejaron de a poco del centro de atención.

Luego de sufrir la muerte de su esposo y de su amigo Mapplethorpe en los `90, Patti Smith regresó a los escenarios, en presentaciones que hasta el día de hoy combina con sus inquietudes fotográficas y literarias, dos disciplinas sobre las que mantiene una regular actividad. Pero también aprovecha sus intervenciones para reclamar por el medio ambiente, pedir igualdad de derechos para las mujeres, recomendar lecturas y lanzar manifiestos pacifistas. Y, de manera muy seguida, cosecha en forma de premios y reconocimientos los frutos de una vida transitada con intensidad.

“Sigo pensando en todo lo que me ha dado la ciudad de Nueva York. Vine aquí en 1967 desde una zona rural del sur de Nueva Jersey. Tenía solo unos dólares en mi bolsillo, no tenía ningún lugar donde quedarme, ni muchas expectativas. Pero vine aquí para conseguir trabajo y ver qué podía hacer, ponerme a prueba. Y descubrí que, en la ciudad, con todas sus diversidades y posibilidades, si uno está dispuesto a trabajar, si mantiene el entusiasmo, logrará lo que se proponga”, dijo al recibir horas atrás las llaves de la ciudad. Y vaya que sabe a qué se refiere al pronunciar estas palabras.