«Pequeñas Victorias»: madre no hay una sola

Por: Adrián Melo

La comedia dramática que incorporó temas como la subrogación de vientres y las familias alternativas, estrenó su segunda temporada.

Cuando en septiembre de 2019 Pequeña Victoria llegó a la pantalla de Telefe –por entonces su título era en singular–, supuso un avance de varios peldaños en términos de trama televisiva que posibilite impulsar debates y avances en torno a una sociedad más inclusiva y menos prejuiciosa. 

El punto de partida de la ficción creada por Erika Halvorsen y Daniel Burman situaba a cuatro mujeres en el rol de madres de una recién nacida llamada Victoria. La configuración familiar diversa estaba conformada por Jazmín (Julieta Díaz), una ejecutiva feminista que decide subrogar un vientre; Bárbara (Natalie Pérez), quien procreaba a la hija de Jazmín; Emma (Mariana Genesio Peña), una mujer trans que resultaba haber sido la donante del esperma; y Selva (Inés Estévez), la conductora del Uber que llevaba a Bárbara a la clínica maternal, que la ayudó en el parto prematuro y terminó involucrada con ella. 

Transgrediendo los protocolos de subrogación, las féminas decidían compartir la crianza de Victoria. Así terminaban unidas por la sororidad y por intensos lazos afectivos que implicaban identidades novedosas, creativas formas de amar y una familia definitivamente alejada del paradigma heteronormativo. A su vez, la incorporación de Mariana Genesio Peña como actriz trans en un rol protagónico y su romance atípico con el médico encarnado por Facundo Arana, episodios que denunciaban la condena a la marginalidad y la exclusión social del universo trans e incluía homenajes como el de Diana Sacayán (víctima de un crimen de odio), entre otros tópicos, ubicaron a la ficción en un lugar privilegiado para fomentar nuevas imágenes sociales que promuevan proyectos más inclusivos. 

Una pequeña dama 

El spin off que le agrega plural al título original se ubica seis años después de que las protagonistas consiguieran la legitimidad legal que las convertía en la versión femenina y radical de aquella comedia clásica titulada Tres hombres y un biberón. Porque en su momento Selva devenía madre espiritual, pero no luchaba por darle su apellido a la niña. 

Quizás se trataba de esos extraños presagios de la ficción porque la nueva etapa conformada por diez episodios arranca con el personaje de Selva ya fallecido y con la actriz Inés Estévez definitivamente afuera del proyecto. Otra novedad es que cada capítulo suele rondar los 30 minutos –con una mayor premisa puesta en el formato de sitcom– en contraposición al doble de la original. 

La continuación de aquella serie pionera –ahora escrita por Juan Taratuto– arranca con la pequeña Victoria (Lola Loyacono) ya en edad de comenzar el nivel educativo primario y con las tres madres sobrevivientes preocupadas por la adaptación escolar de la niña teniendo en cuenta los lazos parentales.  “A veces sobra con una sola madre, imagínense con tres”, las reprende Susana, la tutora del colegio, a la vez que las insta a ocuparse de ser felices en sus vidas personales y dejar en paz a la niña que teniendo amor de sobra no se cuestiona las filiaciones. 

Como haciéndose eco del consejo de la tutora, la tensión de la secuela no se centra en la relación madres e hija sino en los conflictos profesionales y amorosos de los personajes femeninos que aparecen distantes entre sí tras haber perdido el lazo de Selva, aquella quien las había unido. Con ello se pierde algo de la transgresión y el espíritu de la primera parte. Pero ese no es el flanco más criticable de Pequeñas Victorias, sino las situaciones exageradas y estereotipadas, los lugares comunes, las continuas debilidades en el guión y un permanente tono exacerbado que pretende ser de comedia y que por momentos resulta lisa y llanamente insoportable. De hecho, los primeros capítulos tienen momentos difíciles de digerir y presentan, entre otras garrafales desprolijidades, discontinuidades narrativas y hasta una misma escena que se repite en dos episodios. A su vez, las incorporaciones de artistas de la talla de Juan Leyrado y Paola Barrientos resultan desaprovechadas. 

La casa de los espíritus 

Pequeñas Victorias suma puntos cuando regresa al espíritu provocativo de sus orígenes fundantes. En ese sentido, es destacable el capítulo que satiriza sobre los «Padres de la Patria» feminizando la efigie de un personaje paradigmático e intocable de la historia argentina. Con humor y ternura plantea la situación de una niñez en la cual el sexo biológico no parece coincidir con el género autopercibido. 

En los últimos capítulos la serie parece encontrar un rumbo que hasta ese momento parecía tan incierto como el devenir de sus personajes. Entonces el conjunto de la trama parece cobrar sentido y puede leerse como el largo y tortuoso camino de las mujeres para encontrarse a sí mismas tras el impacto de la maternidad y la posterior muerte de Selva. Quizás el necesario duelo posibilitará reconciliarse con sus mejores versiones existenciales y ejercer los roles de madres que Victoria precisa. 

La ficción vuelve a sus cúspides creativas cuando se centra en tramas afectivas diversas o cuando plantea nuevamente lo que constituye su rasgo más distintivo: las familias alternativas. Ya se trate de la amistad intensa entre mujeres, los vínculos de la comunidad trans o la configuración familiar compuesta por las mujeres vivas y la omnipresencia de la muerta amada dando cuenta de la imposibilidad de los seres humanos de sobrevivir sin el fantasma o el recuerdo presente de los muertos.  «


Pequeñas Victorias

Elenco: Julieta Díaz, Natalie Pérez, Mariana Genesio Peña, Juan Leyrado, Paola Barrientos. Disponible en Amazom Prime. Estreno en Telefe a mediados de septiembre (fecha estimada).

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