El juicio a la Juntas Militares que se concretó en 1985 fue un hecho inédito en la historia de la Argentina y el mundo. Por primera vez las cúpulas de un gobierno de facto debieron sentarse ante la justicia civil para dar cuenta de sus actos. Eran responsables de un plan sistemático de secuestros, torturas, asesinatos, desaparición de personas y apropiación de bebés. No fue un proceso lineal. Debió enfrentar la resistencia y las amenazas del partido militar, pero también complicidades civiles, miedos, las dilaciones de una Justicia corrompida y las señales contradictorias del gobierno de Raúl Alfonsín. Las sentencias dieron cuenta de lo que hasta hacía poco tiempo parecía inimaginable: los generales de la muerte irían a la cárcel. Ese enorme capital social distaba de ser perfecto e incluso realmente justo. Los fallos también incluyeron absoluciones, condenas módicas y prisiones VIP. Pero la valentía de los sobrevivientes y la inclaudicable lucha de las Madres de Plaza de Mayo, Abuelas y otros organismos de Derechos Humanos mostraron que la Justicia era un camino posible y necesario. La lucha continuó y continúa, hubo retrocesos, pero se sigue dando día a día.

Cuando Santiago Mitre (El estudiante, La patota, La cordillera y Pequeña flor) decidió comenzar a imaginar lo que hoy ya es Argentina, 1985, sabía que se trataba de un proyecto de una magnitud que cambiaría su carrera y probablemente su vida. El film que se estrena este jueves en cines –a pesar del boicot de las grandes cadenas– podría ser muchas cosas, pero jamás pasaría desapercibido. No sería sencillo trabajar con un hecho neurálgico de nuestra historia reciente, repleto de complejidades y permeable a diversas lecturas. El guión de Mitre y Mariano Llinás optó por darle la centralidad del relato a la trama tribunalicia, casi evocando el subgénero cinematográfico estadounidense de los ‘40 y ‘50, con un héroe impensado que finalmente logrará erigirse como tal y un ayudante que lo apuntala y, por momentos, desafía. Por eso la película avanza desde las cavilaciones e incertidumbres del fiscal Julio César Strassera (Ricardo Darín) –que incluyen el aporte más de color de su familia– y el empuje y audacia del fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani). Los hechos transformados en un guión cinematográfico dan lugar a una película ágil que cuenta una historia única, se detiene en lo humano, se asoma al horror, da cuenta de un sistema judicial opaco y hasta se permite momentos de humor. Acaso la pérdida más significativa de ese recorte es que dejó afuera la lucha en las calles por Verdad, Memoria y Justicia.

Peter Lanzani (32 años) es uno de los actores jóvenes más prestigiosos de nuestro país. Su carrera siempre se mantiene en ascenso y pocos se animan a pronosticar hasta dónde llegará. Lanzani no había nacido cuando ocurrió el juicio. Pero la historia lo conmovió desde chico y ese sentimiento se profundizó durante el rodaje. En diálogo con Tiempo, el actor revela cómo construyó su versión de Moreno Ocampo y destaca que la historia siempre tiene que estar delante de los personajes.

–No habías nacido cuando se realizó el juicio a las Juntas. ¿Cómo te relacionaste con el hecho a medida que creciste?

–Fue algo muy importante en la historia argentina, formó parte de mis estudios y siempre me impactó. Cuando me llegó la propuesta de la película me encantó y me llenó de responsabilidad. La idea no era hacer una biopic o un documental. Hay diálogos y escenas ficcionalizadas para poder contar la historia en un formato cinematográfico. Aprendí mucho con el guión porque Santiago y Mariano hicieron un gran laburo de investigación. Pero creo que lo más fuerte fue escuchar los testimonios de los sobrevivientes y familiares. Desde la humanidad y la empatía es desde donde más se aprende.

–¿Cómo se busca el equilibrio para interpretar a una persona conocida sin caer en la imitación ni hacer algo demasiado alejado a la realidad?

–En mi caso, hablando mucho con el director, con Ricardo y tratando de tener las cosas claras desde el principio. Buscamos soltarnos de las ataduras de reproducir exactamente las formas y los modos de las personas de la vida real. No nos interesaba imitar cómo hablaban o caminaban Strassera o Moreno Ocampo. Pusimos nuestra interpretación a merced de la historia que estábamos contando, sabiendo que es una historia muy importante para nuestro país y con una capacidad muy grande para conmover. Al menos así lo vivimos en los festivales de Venecia y San Sebastián. El público de otros países recibe y se conmueve con la película como si fuera una historia propia.

–¿El guión te orientó también en la forma de abordar a Moreno Ocampo?

–Totalmente. Te lleva y te da la estructura. Argentina, 1985 no es una película sobre Strassera y Moreno Ocampo. Es una película que habla sobre la humanidad. Cuando escuchás el testimonio de los sobrevivientes no tenés forma de no empatizar. Creo que eso es muy fuerte y valioso. Tomamos ciertas formas de las personas que llevamos a la pantalla. Lo físico también ayudó porque es lo primero que el espectador toma, pero nuestro objetivo era contar lo mejor posible la historia. Pusimos mucho compromiso, respeto y corazón.

–¿Hablaste con Moreno Ocampo?

–Sí, sí. Pero después de filmar. Más que nada, la data de él me venía vía Santi y Mariano. Las charlas con Moreno Ocampo fueron posteriores a rodar y en plan compinches. Me contó anécdotas increíbles, yo le conté algunas del rodaje…

–Una película sobre hechos tan importantes da lugar a múltiples lecturas. ¿Te preocupa que se generen opiniones encontradas?

–Es lo lindo del cine: abre las puertas a múltiples interpretaciones. Cada espectador es diferente. Quizás alguno esperaba que contemos la historia más en plan de biopic, por ejemplo. Pero creo que elegimos la mejor forma. Confío mucho en Santi y creo que la excelente recepción que tuvimos en el exterior, de alguna manera, nos da la razón. Nos falta la prueba de fuego en nuestro país. Pero confiamos en lo que hicimos. Creo que más allá de cualquier idea o postura, es una historia que emociona y el cine tiene que generar emoción.

–¿Qué fue lo que más te llamo atención de tu personaje?

–¡Las agallas! Por decirlo de una forma políticamente correcta (risas). Las agallas de tomar este juicio y llevarlo adelante contra viento y marea, y no aflojar nunca. Porque no hay que olvidar que hacía poco más de un año y medio que vivíamos en democracia, y todos los acusados y amigos de los acusados estaban libres… Moreno Ocampo, Strassera, el equipo de la fiscalía, los jueces, los testigos… todos estaban amenazados por gente muy pesada. Vivíamos en una democracia muy endeble. El juicio nunca se hubiera podido hacer realidad si toda esta gente no hubiera puesto el corazón de la manera en la que lo hicieron.

–La película muestra a un Moreno Ocampo que traiciona mandatos familiares.

–Sí. Es una manera de verlo. También se puede entender como una evolución personal que influye a su familia. Hay una escena muy interesante: su tío militar lo cuestiona por ser fiscal en el juicio. Y él le responde: “¿A usted le parece bien lo que hicieron las Juntas?”. La respuesta del tío fue el silencio. Su madre es muy conservadora y va cambiando. Creo que Moreno Ocampo fue muy inteligente. Él sabía que el juicio había que ganarlo en la calle y, sobre todo, había que modificar el pensamiento de una parte muy importante de la clase media. 

–¿La película puede ayudar a debatir sobre el tema?

–Creo que nos puede dejar muchas cosas para reflexionar. La enseñanza que a mí más me gusta es que invita a abrir nuestros corazones. Vivimos en una era muy narcisista y creo que esta es una película que habla con el corazón. Hace falta mucha más humanidad. En la Argentina y en el resto del mundo.

–Hace semanas intentaron asesinar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Hasta hace poco nos parecía inimaginable que volviera la violencia política.

–Creo que la democracia es algo que se construye segundo a segundo, día a día, año a año. Es como la felicidad: no llegás del todo nunca. Yo repudio la violencia. No me identifica en lo más mínimo. La democracia exige un compromiso diario y no dejarle lugar a la violencia. Hay que pensar las cosas de otra manera. Esta película le habla a la humanidad y nos invita a que todos nos sintamos identificados. «


Argentina, 1985

Dirección: Santiago Mitre. Elenco: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Santiago Armas Estevarena, Gina Mastronicola, Norman Briski, Carlos Portaluppi. Estreno en cines: jueves 29 de septiembre. Próximamente en Amazon Prime Video.




Los desafíos y la mirada de Santiago Mitre

Santiago Mitre se ve algo cansado, pero no puede evitar transmitir su entusiasmo y una lógica ansiedad. Argentina, 1985, la película más ambiciosa de su carrera, está a horas del estreno. La excelente recepción que el film obtuvo en los festivales de Venecia y San Sebastián aceleró la adrenalina.

–Nunca había trabajado sobre un hecho histórico para una película y no es nada sencillo. Fue un gran aprendizaje y motivo de mucha reflexión constante. Desde la etapa de escritura a la realización de la película. Hay que buscar el punto intermedio entre el rigor histórico y la mejor manera de contar una historia. Creo fervientemente en la capacidad del lenguaje de la ficción para contar una historia que sucedió en la realidad. Hicimos una película inspirada en hechos reales, sobre una gran gesta que produce mucha admiración.

–¿Qué es lo que más te preocupaba del proyecto? 

–Muchas cosas. Todavía me preocupa cómo la van a recibir en nuestro país. Hay un gran riesgo de caer en la solemnidad cuando se tratan sucesos tan emblemáticos y determinantes. Intentamos que no nos sucediera. Buscamos comunicar lo que sucedió con un lenguaje cinematográfico. Era un miedo que teníamos cuando escribíamos el guión. Empezamos a trabajar sabiendo que queríamos una película sobre el juicio, pero que no podíamos entrar derecho por ahí. Teníamos que hacer ciertos rodeos. La escena inicial de Strassera con el hijo y la hija… Es casi de espionaje familiar. La leímos en voz alta y nos hizo reír. Ese tipo de cosas las incorporamos para dar aire y creo que termina alimentando el contraste dramático del testimonio de los sobrevivientes. Es una historia con muchas aristas, sí o sí debíamos hacer un recorte e hicimos el que nos pareció más conducente.