Es locutora, periodista y dueña de una impronta que le valió destacarse en un tiempo signado por grandes cambios en los medios masivos. Carismática, parlanchina y con un estilo frontal que suele rozar los límites de lo televisivamente correcto, Martina Soto Pose ese hizo conocida hace más de una década participando en Un mundo perfecto, por América, programa al que después seguiría uno de sus hitos profesionales: convertirse en la primera notera mujer de CQC. Desde entonces y entre muchas otras labores en la pantalla chica y la radio, Martina pasó por Diario de medianoche (Telefe), Lo de Mariana (El Trece), y actualmente conduce De una, en C5N y junto a Antonio Fernández Llorente, además de lustrar su veta musical en Clásico de clásicos, por Rock & Pop. Criada en Belgrano, en su infancia fue bastante justiciera y se fascinó con Utilísima Satelital. De adolescente fue “rolinga”, y su target en materia de ídolos cambió de Marta Ballina a Ruth Infarinato. Hoy vive en La Paternal, y en ese hogar-refugio malcría a sus sobrinos y se entrena como experta en música country.     

-Alguna vez dijiste que de chica eras “medio brava”. ¿Qué sería exactamente eso?

-Siempre fui un poco belicosa. ¡Me enojaba! Mi abuelo Eduardo me decía “la rusita pendenciera”, porque era rubia, chiquita y siempre me estaba peleando con alguien.

-¿Y esa rebeldía se daba en el colegio, con otros chicos y chicas, o en casa también?

-No considero que haya sido una niña u adolescente que causaba disgustos, para nada. Pero sí existía cierta rebeldía, en el sentido de cuestionar un poco el orden establecido.

-¿Por ejemplo?

-No dejarle pasar algún comentario estigmatizante a una maestra, o preguntarle a mi papá por qué no se planchaba las camisas o levantaba la mesa.

-¿Y qué te divertía, entonces?

-Nunca me gustaron mucho los juegos grupales, tipo la mancha, la escondida… Cuando había mucha gente, prefería irme a la habitación y jugar con algún muñequito, alguna Barbie o los Playmobil de mis primos.

-Contaste que tus padres trabajaban mucho: ¿cómo eran esas tardes sola en tu casa?

-Miraba mucha tele. Cuando tenía 9 años llegó el cable a mi casa, así que imaginate… Era fan de Utilísima y en especial de Marta Ballina.

-¡Qué aplicada!

-Me encantaba hacer manualidades y regalárselas a mi mamá. Y tampoco estaba sola, siempre me acompañaron mis hermanos mayores, nos divertíamos mucho.

-¿Qué hacían?

-Con mi hermana Malena nos poníamos el cassette de Flashdance y girábamos en pijama en el piso de parquet, como la protagonista. O nos inventábamos coreografías con canciones de Xuxa. O hacíamos concursos de dibujo y mi hermano Juan era el juez.

-¿Nunca se enganchaba en alguna?

-Sí, con él también jugábamos mucho porque siempre fue muy creativo e inventaba algún delirio, como por ejemplo, disfrazarnos de Soda Stereo o los Guns N’ Roses.

-¿Y qué periodista o conductor/a te inspiró para elegir tu carrera?

-Mi vocación no fue algo que tuve siempre en claro, más bien la fui descubriendo una vez que terminé el secundario. Pero crecí viendo a Rodolfo Barili en Telefe Noticias y no puedo negar que eso caló hondo en mi subconsciente…

-Orientación vocacional subliminal…

-También me gustaba mucho Ruth Infarinato, y más de adolescente, Alfredo Rosso, con quien después tuve el gusto de compartir aire. Me emociona cuando me saluda y pronuncia mi nombre con esa voz tan particular… ¡Rosso me dice: “Hola, Martina” y me transporta automáticamente a mis 19 años!

-Cambiando de tema y de época: en tus redes te mostrás súper enganchada con tus sobrinos. ¿Qué cosas descubriste ejerciendo como tía?

-Tengo un sobrino hermoso de 7 años, y otra bombona de 5, por parte de mi hermana. Además, otros dos que viven en México, a quienes lógicamente no veo tanto como me gustaría. Como tía descubrí que tengo más paciencia de la que pensaba, pero que definitivamente lo lúdico no es lo mío. Yo voy corriendo atrás de ellos, ordenando el despelote que dejan a medida que ganan territorio.

-¿Y qué reglas parentales rompés cuando te toca cuidarlos?

-Me gusta decirle sí a todo a mis sobrinos. Es un gran error, pero no son mis hijos, y eventualmente los vienen a buscar. Les gusta venir a mi casa porque tengo muchos adornitos, juguetitos, y los dejo tocar todo. Cosa que todavía me sorprende de mí misma, antes era más obsesiva con las cosas.

-Te criaste en Belgrano: si el Oeste tiene el agite, ¿cuál sería la gracia de tu barrio?

-El glamour, por supuesto. Y el atractivo arquitectónico de sus casonas, que van quedando cada vez menos. ¡Dejen de demoler! No puede ser tan difícil construir esas torres horribles y a la vez conservar las fachadas históricas.

-¿Cuál es la posta: Cabildo o Libertador?

-Cada una tiene su identidad. Libertador es hermosa, pero más excesiva. Cabildo es más caótica y mucho más ecléctica con sus negocios y galerías. Cabildo y Juramento era el hot spot de mi adolescencia, le decíamos “Jurabildo”.

-¿Cuál sería la quintaesencia, la marca inconfundible del “colectivo cheto”?

-Hay muchísimos aspectos. Y muchas sátiras, como Martín Revoira Lynch, el personaje de Fernando Peña, que sería una de las más emblemáticas. Pero yo diría que la marca inconfundible es la papa en la boca, esa manera de modular que necesita una imperiosa consulta con la foniatra.

-¿Cuándo eras chicas te plegaste a alguna onda o tribu urbana?

-De adolescente fui rolinga. Entre mis 14 y mis 16, 17 años, más o menos. Iba mucho a ver a Los Piojos.

-Y ahora que la “rusita pendenciera” ya creció, ¿es una ganancia o un problema ser tan frontal? ¿Cuál es el límite entre que sea una virtud o un lío?

-Si pudiera controlarlo un poco más, podría ser una gran virtud. El tema es cuando se te va la mano y termina siendo contraproducente.

-¿Para las mujeres cambió algo, en este tiempo, respecto al trabajo en medios?

-Desde que empecé hasta ahora, reconozco que hubo cambios sustanciales: ya está clarísimo que no da gritar ni maltratar a nadie, mujeres, hombres, quien sea. Probablemente ya no vayan a pedirle a una columnista que muestre más las piernas o que use más escote. Las mujeres todavía debemos pelear contra la brecha salarial, el mansplainning y la subestimación. Hay que seguir trabajando para instalar la agenda de género y dar espacio a otras voces.

-En el noticiero de C5N sos una especie de “armadora” del programa. ¿Qué le aporta tu estilo a la realidad pura y dura?

-No te voy a mentir: me re costó volver a las noticias diarias y en vivo. ¡Dos horas, encima! Es el programa de televisión más largo en el que trabajé. Pero al mismo tiempo es uno de los mejores grupos humanos que me tocó tener al lado. Me siento muy contenida y hay cariño. ¡Eso, en tele, ya es un montón!

-Te gusta mucho la música, ¿tocás algún instrumento?

-La guitarra, rudimentariamente. Como acompañamiento mientras canto… También, rudimentariamente.

-¿Qué estás escuchando ahora?

-Mucho outlaw country. Me apasionan sus historias tristes y me serenan sus melancólicas melodías. «