María Carolina López Schmalenberger, más conocida como Charo López, es actriz y humorista. En plena secundaria descubrió que su vocación era el teatro y así encontró en la improvisación su modo de vida. Ganó popularidad con «Cualca», uno de los segmentos del programa Duro de domar que luego fue furor en las redes. También formó parte del emblemático espectáculo del off Improcrash! y actualmente se la puede ver en la película de Ariel Winograd Hoy se arregla el mundo. Se destaca haciendo stand up con una clara impronta feminista y tiene un podcast diario en Spotify que se llama Un mundo maravilloso.

–¿Verano o invierno?

–¡Verano!

–Qué decidida. ¿Por qué?

–Me gusta que haga calor. Y el invierno me entristece.

–¿La bikini colaless es tan incómoda como parece?

–Mejor no usar nada. Sin ropa es mucho más agradable. Para nadar, para descansar. Pero bueno. Probá, al rato te acostumbrás. Vale la pena en este caso decir aquello de “menos es más”.

–Entonces, imagino que no sos de ir a la arena equipada con sombrilla y reposera…

–Mi mamá vive frente a la playa, en San Clemente, y solo voy con ojotas. Disfruto mucho la vida de lagarto, meterme al agua y echarme.

–Lo bueno es que no tenés que estar pendiente de cuidar muchas cosas.

–Alguna vez me han robado las ojotas. Cosas que pasan.

–¿Qué opinás de los que piden “si les mirás sus cosas” mientras se meten al mar?

–Está bien, es una fraternidad playera que no me hace ruido.

–¿Cuál es tu actividad favorita en momentos de ocio?

–Salir a comer con mi hija o juntarme a comer con amigos. Probar cosas nuevas, compartir. También me gusta mucho bailar. Pero siempre después de comer.

–¿Parrillada vegana o festival de achuras?

–Parrillada vegana, no me gustan las achuras. Como carne, pero no achuras. Tampoco hamburguesas. Me gusta el pescado que puede ir a la parrilla.

–¿Cocinás?

–Sí.

–¿Tu especialidad?

–Me sale espectacular el stamppot, un plato holandés que probé una vez y me volvió loca. Lo hago siempre, aunque no estoy segura de que les guste a todos a los que se lo enchufé.

–¿De qué se trata?

–Es puré de papas con kale y la verdura que se te ocurra, salteado con ajo, todo revuelto hasta que queda un puré poderoso. Se le puede poner una salchicha arriba o panceta, pero yo lo hago con tofu macerado. Me queda buenísimo. Cada vez mejor, aunque en el fondo sé que no le gusta a nadie, sólo a mí.

–¡Y a los holandeses! Después del purecito, ¿sale una buena siesta?

–No duermo siesta, me levanto triste y ausente, no me gusta.

–¿Te acordás de lo que soñás?

–Sí. En muchas ocasiones me despierto segura de que eso que soñé pasó en la vida real.

–¿Alguna vez te gustó tanto el sueño que al despertar intentaste volver a dormir para continuar en esa historia?

–Sí, me pasa, pero jamás lo logro. El mundo onírico tiene sus propias reglas. Por suerte.

–¿De dónde sale el material para tu trabajo?

–En general me divierten las cosas que no están hechas para hacer reír. Me gustan las cosas que se vuelven graciosas por sí solas.

Foto: Laura Szenkierman

–¿Cuáles serían?

–Las cosas más salvajes, naturales, que no buscan hacer reír, sino que solo por cómo se dicen, o en el momento que se dicen, o por lo que sea, toman el rol de ser algo gracioso. Todo se transforma, depende del tono y el modo con que vos reproduzcas eso.

–¿Cómo reaccionás si te cruzás con alguien que piensa totalmente lo opuesto a vos? La famosa persona de “la vereda de enfrente”…

–Fui aprendiendo a lidiar con eso. Cuando era más chica, me enojaba más.

–¿Y qué hacés entonces?

–Suelo callar y reírme, buscar la comicidad o el chiste de la situación. Creo que estoy alerta para usar su argumento o sus maneras, luego, como para incorporarlo a un chiste o personaje.

–Muy zen lo tuyo.

–Miro otro registro de pensamiento diferente para no envenenarme, sino sacar provecho.

–Lo bueno es que sos desinhibida.

–No creas. Soy re tímida, socialmente me da vergüenza casi todo. Pero en el escenario me libero, por suerte. Ser histriónica todo el tiempo es insoportable.

–Claro, no se puede estar todo el tiempo muy arriba.

–No, sería insoportable. Sobre todo para los demás.

–¿Qué otra cosa te pone triste además del invierno y despertarte de una siesta?

–Mirar los noticieros, es para llorar. Me pone muy mal cuando me siento incapaz de resolver algo que me parece injusto. La impotencia me bajonea, mal.

–¿Quizás para evitar eso vos colaborás para alegrar a otros?

–Me alegra mucho cuando me cuentan que, en un momento triste, vieron o escucharon algo que hice para salir de ese estado. Uno hace y no sabe dónde van a parar las cosas o qué le pasa al que elige verte.

–¿Tenés una rutina o un método para lo tuyo?

–Mi costumbre es anotar. En el teléfono, libretas, cuadernos. Pero ideas, o disparadores. Luego le voy dando forma en vivo.

–¿Sentís que tenés estilo propio haciendo stand up?

–Al venir de la improvisación no soy muy clásica. No voy muy por el lado de planteo, desarrollo y remate. No me sale ser ortodoxa.

–¿El podcast es un territorio donde vale todo?

–Es ideal. Encontré una nueva forma de improvisar. Además, por suerte, tengo un buen editor y me acomoda mi aporte. Estoy contenta.

–¿Pensás en el futuro?

–No. Trato de estar presente de acá a 12 horas. Improvisar también me hizo estar atenta y no perderme cosas por tener la cabeza en otro lugar.

–Estás en el escenario: ¿qué pasa si alguien no se ríe de tus chistes?

–Me pasó muchas veces. No puedo parar de mirar a esa persona, me obsesiono. O si alguien mira el teléfono, me pone mal también.

–¿Cuál fue el peor de los casos?

–En una función, una chica que se dormía en primera fila. Fue divertido, porque casi voy a despertarla… ¡No podía dejar de mirarla!